¿Y tú de qué eres? ¿Low-carb o Low-fat? La tradicional guerra entre los defensores de una dieta baja en hidratos de carbono contra los que opinan que las grasas son las verdaderas culpables continúa sin el remordimiento de sus soldados. ¿Pero qué evidencias tenemos al respecto de una u otra dieta? ¿En qué bando se sitúa la ciencia? Pues, como de costumbre, en ninguno de ellos. Y menos ahora, cuando un nuevo estudio publicado en JAMA ha puesto de manifiesto algo que ya se sospechaba antes: da un poco lo mismo, ninguna de las dos dietas ayuda a adelgazar más que la otra.
¿Low-qué?
¿En qué consisten las dietas low-carb y low-fat? La primera hace referencia a una dieta baja en hidratos de carbono. Como explican en muchas fuentes, este tipo de dietas no consisten en erradicar los hidratos de carbono de la dieta, sino en reducirlos como fuente de energía diaria, quitándoles el rol prioritario.
La dieta Low-carb se basa en varios estudios que muestran el papel que tienen los hidratos de carbono en cuestiones fisiológicas importantes. Especialmente en cuanto a la ganancia de peso y la gestión energética de nuestro cuerpo se refiere. En estas dietas no se le da tanta importancia al papel de la grasa y se prioriza el consumo de proteínas.
Por otro lado, las dietas low-fat se basan en la idiosincrasia que tenemos sobre las grasas desde los años cincuenta. Así, este tipo de dietas reduce al mínimo el consumo de lípidos, centrándose más en la ingesta de azúcares como fuente principal de energía.
Ambos nombres engloban en realidad a algo más complejo que simples dietas, incluyendo cambios importantes en los hábitos alimenticios en busca, supuestamente, de su máxima eficacia a la hora de perder y mantener el peso. ¿Pero qué funciona mejor?
Ninguna es más eficiente
El nuevo estudio realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford ha caído como un jarro de agua fría entre los defensores pertenecientes a ambos bandos. Y es que, según este, no existe ningún tipo de ventaja en optar por una o por otra ya que ambas obtienen unos resultados equiparables.
Para ahondar más en esta cuestión, los investigadores evaluaron, además, los niveles de insulina presentes en sangre, algo que se utiliza como marcador relacionado con la energía y el acúmulo de grasa. También analizaron el genotipo específico de los sujetos para tener en cuenta este importante factor.
Y el resultado fue definitivo: ninguna de las dos dietas tiene ventaja a la hora de perder peso. "Todos hemos escuchado historias de un amigo que siguió una dieta, funcionó muy bien, y luego otro amigo probó la misma dieta y no funcionó en absoluto", explicaba para la prensa Christopher Gardner, autor principal del estudio.
"Esto se debe a que todos somos muy diferentes. ¡Y solo estamos empezando a comprender las razones de esta diversidad! Tal vez no deberíamos preguntar cuál es la mejor dieta sino cuál es la mejor dieta para quién". Como decíamos, en investigaciones anteriores se ha comprobado que una serie de factores, incluido el genético, los niveles de insulina o, incluso, el microbioma, no pueden pasarse por alto.
Una dieta a seguir para siempre
Para entender los factores biológicos individuales que afectan al peso se revisó el caso de 609 participantes de entre dieciocho y cincuenta años. Lo primero fue obtener un analisis genético de todas estas personas, para comprobar su importancia en el seguimiento del peso, por un lado y evitar posibles sorpresas, por el otro.
Esto, según os hemos contado otras veces, permite a los científicos buscar patrones genéticos específicos asociados con la producción de proteínas que modifican el metabolismo de los carbohidratos o las grasas. Después, los participantes fueron seguidos durante un año, habiéndose repartido de forma aleatoria entre los dos tipos de dieta. Más del 80% consiguió terminar el proceso y, entonces, es cuando se obtuvieron los resultados.
"Lo importante", enfatizaba Gardner, "fue hacer que comieran comida saludable, independientemente de si era baja en carbohidratos o baja en grasas. Nos aseguramos de explicarles que, independientemente de la dieta que seguían, era necesario que comieran comida real y evitaran la comida procesada y ultraprocesada", explicaba.
"Además, les aconsejamos que siguieran las dietas sin llegar a sentir hambre, con moderación. De lo contrario, es muy difícil mantener la dieta a largo plazo. Queríamos que eligieran un plan dietético bajo en grasa o bajo en carbohidratos, pero que lo pudieran seguir para siempre.
¿Qué sacamos en claro?
Tras los doce meses que duró el estudio hubo quien perdió más peso y quien no consiguió una gran pérdida. Sin embargo, proporcionalmente hablando, tal y como comprobaron los investigadores, ningún tipo de dieta, low-carb o low-fat, se puso por delante de la otra por su eficiencia.
Esto, por supuesto, se respalda con la información analizada sobre el genoma, que no mostró ningún tipo de relación con este tipo de dietas. ¿Qué quiere decir esto? Según los datos de Gardner, estas dos dietas, tradicionalmente asociadas a la gestión según el perfil genético, no muestran beneficios ni siquiera conociendo dicho perfil.
En definitiva, y resumiendo mucho estos interesantes resultados: que lo importante es comer bien y no tanto escoger una dieta baja en grasas o baja en hidratos de carbono. Sus resultados, no obstante, no son totalmente novedosos ya que no son los primeros en toparse con ellos.
Efectivamente, existen numerosos estudios que apuntaban ya, desde hace tiempo, a que no existe ninguna evidencia que permita escoger una dieta sobre la otra. Muy al contrario, existen algunos, incluso, que indican que la dieta mediterránea, como tal, tiene más beneficios.
Esto podemos interpretarlo de la manera más eficiente: lo importante no es adherirse a un tipo de dieta o a una moda dietética. Lo importante es aprender a comer bien. Y puede que esto sea complicado, pero al fin y al cabo la nutrición siempre lo es. Pero al menos, con investigaciones como esta, cada vez lo tenemos un poco más fácil para alimentarnos bien y no caer en engaños.