vacunas

Fuente: Pixabay

Hace unos días, una impactante noticia de salud saltaba de nuevo a los medios de comunicación. Una niña de Manresa (Cataluña) fallecía a causa de la meningitis C. La menor no estaba vacunada contra esta enfermedad, según confirmó el secretario de Salud Pública de la Generalitat. Su caso, al igual que sucedió con el niño de Olot, que murió de difteria sin haber recibido la vacuna, conmocionan a la opinión pública y extienden la idea del triunfo de los movimientos antivacunas.

Pese al alarmismo que se desata ante el fallecimiento de cualquier menor, la realidad en España es otra. Las ideas de movimientos como la Liga para la libertad de la vacunación o de charlatanes como Josep Pàmies, que defienden los supuestos riesgos de la vacunación, no han germinado en nuestro país. A día de hoy, los movimientos antivacunas en España generan mucho ruido, pero su impacto no es tan grande como habitualmente se cree. La cobertura vacunal, es decir, el porcentaje de personas inmunizadas, sigue siendo por fortuna superior al 90%.

Sin embargo, la cobertura vacunal se distribuye de forma desigual. Los grupos más desfavorecidos socioeconómicamente y las minorías étnicas son los que presentan un menor nivel de inmunización, según recogía un artículo publicado en la revista Atención Primaria. Como apuntaba el periodista Javier Salas en El País, los datos reflejan que la resistencia a la vacunación no es fruto de "una negativa consciente que haya que vencer imponiendo las vacunas por ley". La literatura científica señala que la mejor herramienta para convencer a los antivacunas son el diálogo y la confianza.

"Una vacuna en un vial es 0% efectiva, aunque sea la mejor del mundo"

La confianza en la vacunación no es homogénea en todo el mundo. Europa es la región del mundo donde las vacunas causan mayor rechazo, según un estudio publicado en la revista EBioMedicine. En particular, Francia encabeza el listado de países donde triunfan los movimientos antivacunas, con un 41% de los ciudadanos que recelan de su seguridad, seguido de Bosnia-Herzegovina (36%), Rusia (28%), Mongolia (27%) Grecia, Japón y Ucrania (25%). Estados Unidos es un país que enseña la cara y la cruz en cuestiones de salud pública. Mientras la sociedad está mayoritariamente a favor de la vacunación, su presidente, Donald Trump, es un conocido escéptico de las vacunas.

El presidente republicano ha afirmado en varias ocasiones la supuesta relación entre el autismo y la vacuna triple vírica, una asociación desmentida por la ciencia pero que también han defendido conocidos actores como Jim Carrey. Trump llegó incluso a reunirse con los movimientos antivacunas durante la campaña electoral, e invitó a Andrew Wakefield al baile inaugural, según Stat. El británico es un antiguo médico que falseó los resultados de una investigación publicada en The Lancet, que postuló que las vacunas causaban autismo. El trabajo fue posteriormente retirado, después de que el periodista científico Brian Deer destapara que era una investigación fraudulenta. Wakefield no solo manipuló los resultados y mintió sobre los doce niños participantes, sino que actuó de mala fe por los conflictos de interés que tenía.

Aquel estudio en The Lancet supuso un punto de inflexión en los movimientos antivacunas; a día de hoy, el trabajo de Wakefield sigue siendo utilizado como "punta de lanza" por aquellos que desconfían de la vacunación. Pese a su falta de evidencia científica, los colectivos que rechazan utilizar estas herramientas para prevenir enfermedades siguen esgrimiendo los resultados para sembrar el miedo entre la población. Su discurso no ha triunfado en países como España, donde la cobertura vacunal es alta; sin embargo, en regiones como California y algunas zonas de Europa, los movimientos antivacunas están detrás del resurgir del sarampión.

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weerayut ranmai | Shutterstock

Un editorial publicado hoy en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences defiende la importancia de la vacunación, al mismo tiempo que recuerda la necesidad de mantener altas tasas de cobertura vacunal. "Se suele decir que las vacunas salvan vidas, pero esto no es estrictamente cierto; es la vacunación la que salva vidas. Una vacuna en un vial es 0% efectiva, aunque sea la mejor del mundo", recuerdan Walter A. Orenstein y Rafi Ahmed, del Emory Vaccine Center. Los investigadores defienden que la vacunación ha permitido reducir el impacto, la discapacidad o la muerte provocada por las enfermedades infecciosas. Según los autores, estas herramientas preventivas también cuentan con un importante impacto económico: solo en Estados Unidos, la vacunación ha permitido ahorrar 69.000 millones de dólares al sistema sanitario.

"Las vacunas no solo ofrecen protección individual [...], sino que también confieren inmunidad de grupo reduciendo la transmisión de enfermedades en una población", explican en la revista PNAS. El fenómeno, denominado inmunidad de grupo o colectiva, hace que las personas vacunadas provean protección indirecta a individuos no inmunizados o parcialmente vacunados. "Para la mayoría de vacunas, altos niveles de cobertura son importantes no solo para conseguir una protección individual, sino también para prevenir enfermedades en las poblaciones vulnerables que no puedan ser directamente inmunizadas", sostienen los científicos. Orenstein y Ahmed, tras resaltar que la vacunación es la herramienta más efectiva y más costo-efectiva que existe en medicina, abogan por fomentar y divulgar sus beneficios frente a los hipotéticos efectos secundarios que pueda tener su administración.

"De alguna manera, las vacunas han sido víctimas de su propio éxito. Las infecciones que una vez causaron miedo e indujeron el deseo de contar con herramientas para prevenirlas hoy son raras, y hay una sensación falsa y peligrosa de complacencia entre la sociedad", alertan en el editorial publicado por PNAS. Aunque puede haber reacciones vacunales, en la mayor parte de los casos son leves y temporales, por lo que se considera que las vacunas son efectivas y seguras. Explicar los beneficios de la vacunación, además de garantizar el acceso a todas las clases socioeconómicas y minorías o desarrollar las vacunas todavía pendientes para algunas infecciones, como el ébola o el zika, son sin duda desafíos clave de la medicina del siglo XXI.

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