España se encuentra inmersa en una gran ola de tosferina. Solo en 2023 hubo 2.560 pacientes diagnosticados con esta enfermedad bacteriana, que afecta más intensamente a los niños, especialmente a los bebés. En 2022 se produjeron solo 250 casos, por lo que queda claro que ha habido una gran explosión de diagnósticos. Lo que se conoce como una nueva ola epidémica. Dado que la inmensa mayoría de las personas afectadas se encuentran vacunadas, los antivacunas han aprovechado la situación para quejarse de que, realmente, la vacuna no sirve para nada. No obstante, la vacuna sirve para mucho. Lamentablemente, lo que mejor lo demuestra es el triste fallecimiento de un bebé de 1 mes cuya madre no se había vacunado durante el embarazo.

Este caso se describe en un informe recién publicado por el Centro Nacional de Epidemiología, perteneciente al Instituto de Salud Carlos III. La estrategia de vacunar a las embarazadas se implantó en 2016, justo después de otra epidemia de tosferina. Se comprobó que, con esta práctica, se garantizaba que los bebés recién nacidos tuviesen suficientes anticuerpos para resistir la infección hasta recibir la primera dosis de la vacuna, a los 2 meses de edad. 

Anteriormente se confiaba en lo que se conoce como inmunidad de rebaño. Es decir, en que las personas alrededor de los bebés estuviesen vacunadas y, de este modo, les protegiesen de la infección hasta que pudieran vacunarse. La vacunación de sus madres ha sido una estrategia aún mejor, como puede verse con este triste caso. Ahora bien, si ese bebé era de los pocos niños en el país sin vacunar, ¿por qué ha empezado esta ola de tosferina?

No es la primera ola de tosferina ni será la última

La primera descripción de los síntomas de la tosferina como asociados a una sola enfermedad se llevó a cabo en 1578. Sin embargo, no fue hasta 1679 y 1682 cuando lso médicos británicos Thomas Sydenham y Thomas Willis describieron las primeras epidemias de dicha enfermedad. Estas fueron las primeras que se describieron, pero lamentablemente no las últimas.

En los siglos posteriores, muchísimas epidemias de tosferina arrasaron por todo el mundo, causando numerosas muertes, especialmente entre los bebés. Por eso, cuando otro médico británico, Edward Jenner, publicó a finales del siglo XVIII sus resultados sobre la vacuna de la viruela, otros científicos se lanzaron a investigar una que pudiese proteger a la población de la tosferina. Pero no fue hasta el siglo XX cuando por fin se pudo desarrollar.

Bordetella pertusis
Bordetella pertussis es la principal bacteria causante de la tosferina. Crédito: CDC

Empieza una nueva era

En 1906, los microbiólogos belgas Jules Bordet y Octave Gengou aislaron por primera vez la bacteria Bordetella pertussis. Esta y Bordetella parapertussis son las dos causantes de la tosferina. Una vez que la bacteria se había aislado, era posible desarrollar una vacuna atenuada, siguiendo el mecanismo de Jenner y el resto de científicos que siguieron investigando en esta línea. En 1914, la vacuna estaba lista para su administración. Pero el éxito completo llegó en 1948, cuando se empezó a administrar la que se conoce como vacuna DTP, capaz de inmunizar también frente al tétanos y la difteria.

Cabe destacar que, en lo que respecta a la tosferina, no es una vacuna esterilizante. Es decir, del mismo modo que ocurre con la de la COVID-19, esta vacuna no evita que los vacunados puedan infectarse. Pero sí que previene los casos graves. Además, se disminuye la carga viral, de manera que la enfermedad es menos contagiosa. Actualmente, esta vacuna se administra en casi todo el mundo en cuatro dosis. En España, por ejemplo, se administran las dosis de inmunización a los 2 y 4 meses, y luego dos recuerdos, uno a los 11 meses y otro a los 6 años. 

Gracias a esto, las grandes epidemias de esta enfermedad han ido cayendo en buena parte del mundo. Ahora, lo que se suele dar en estos países son olas de tosferina. En territorio español, por ejemplo, estas olas se dan cada 3 a 5 años, aproximadamente. La más grande tuvo lugar en 2015, de ahí que se decidiera vacunar a las embarazadas. Desde entonces, hay una gran cobertura en la población de nuestro país. En 2022 se había vacunado al 93,3% de los niños y el 87,2% de las embarazadas. Obviamente, aún siguen enfermando, pero a la vista está lo mucho que ha caído la mortalidad. 

¿Por qué ha muerto un bebé?

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Los niños reciben también un recuerdo de la vacuna a los 6 años. Crédito: CDC

Según el informe que se acaba de publicar, un bebé de un mes ha sido el único fallecido en esta ola de tosferina. Al menos, en lo que respecta al año 2023. No se informa en qué comunidad autónoma ha sido, ni se dan muchos datos más. Pero sí se mencionan dos datos importantes: no tenía patologías previas y su madre no se vacunó durante el embarazo.

Está claro que el suyo ha sido un caso de falta de inmunidad. Cuando son tan pequeños, aún no han recibido la primera dosis de la vacuna DTP, de manera que necesitan la inmunidad transferida durante el embarazo. Y, por supuesto, también necesitan que las personas a su alrededor se vacunen.

Dado que la vacuna de la tosferina pierde eficacia con el paso de los años, las autoridades sanitarias están pidiendo que los adolescentes vuelvan a vacunarse. Tanto ellos como los adultos enferman de forma muy leve, pero pueden contagiar a niños y bebés, incluyendo los que aún no se hayan vacunado. Por eso, no debemos dejarnos llevar por los movimientos antivacunas que señalan que si la vacuna sirviera de algo no existiría esta ola de tosferina. Si la vacuna no existiese no estaríamos ante una ola pasajera, sino ante una gran epidemia. Y no habría que lamentar un solo fallecimiento. Serían muchos más padres y madres los que perderían a sus hijos pequeños.

La desinformación puede ser muy peligrosa y los movimientos antivacunas pueden hacer mucho daño. Las vacunas salvan vidas. No es una cuestión de opinión, sino de evidencia. 

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