primera temporada de westworld

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Uno puede identificar a las que se consideran las serie de televisión del momento cuando, por decirlo de alguna forma, su trama hace correr ríos de tinta porque los espectadores y los medios especializados están muy pendientes de ellas, esperando a que se estrene un nuevo episodio cada semana para disfrutarlo y armar un buen análisis de todos sus pormenores. Y si una de esas series entraña secretos, incluso a simple vista como un jueguecito para seguidores observadores, que se van resolviendo de un modo paulatino con cada entrega, los ríos de tinta se vuelven algo parecido al Amazonas durante su crecimiento en la temporada húmeda. Westworld es, por lo tanto, una de las series del momento con una atención de anchura amazónica.

El productor Jerry Weintraub, fallecido antes de su puesta de largo, aspiraba a realizar un remake de la película homónima que Michael Crichton rodó en 1973. Lo intentó durante años hasta que pudo ofrecerle el proyecto a Jonathan Nolan y Lisa Joy, después de que la HBO aceptase filmar un capítulo piloto tras el éxito de Behind the Candelabra (Steven Soderbergh, 2013), que Weintraub había producido. Nolan y Joy se dieron cuenta de que se trataba de un material con el que podía idearse algo mucho más ambicioso; y a fe que ese ha sido el resultado.

primera temporada de westworld
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La Westworld de Crichton es breve, sobria y poco estilizada, con algunas secuencias contemplativas de montaje dinámico y musicalizadas obviamente por Fred Karlin, y al director le basta estirar un tanto su premisa para quedarse satisfecho. Cuenta, por otro lado, con su propio Terminator (James Cameron, 1984), un violento malhechor ataviado de negro al que encarna el rígido e imponente Yul Brynner. **Y su secuela, Futureworld (Richard T. Heffron, 1976), a su sobriedad le añade alguna secuencia onírica y un mayor desarrollo de la trama, pero no logra superar a su antecesora porque un perseguidor como Brynner, del que carece, es mucho perseguidor.

Pero la adaptación a serie de Nolan y Joy, con ecos de Isaac Asimov, las deja muy atrás a ambas, construyendo una complejidad dramática y narrativa por la que en el futuro podría erigirse en una ficción absolutamente fascinante si no lo es ya. Una sabrosa mezcla de western e intriga de ciencia ficción, con unos títulos muy elaborados del estudio de producción Elastic que recuerdan a los de True Detective (Nic Pizzolatto, desde 2014) y una apropiada banda sonora de Ramin Djawadi, que ya había compuesto la de Person of Interest y se encarga de la de Game of Thrones.

Y el caso es que la música de Westworld merece un comentario aparte pues, al margen de su inspirada partitura, Djawadi ha decidido adaptar temas musicales ajenos como “Paint It, Black”, de The Rolling Stones, “No Surprises”, de Radiohead, o “A Forest”, de The Cure, e incluir versiones para piano de “Fake Plastic Trees”, también obra de Radiohead, “Back to Black”, de Amy Winehouse, o “House of the Rising Sun”, de The Animals. De ese modo, ha hecho de la banda sonora de la serie algo más heterogéneo de lo habitual, que apuntala secuencias deslumbrantes como las variaciones del asalto, o las que corren el velo de verdades turbadoras a caballo entre el presente y épocas pasadas del parque de atracciones futurista en el que sucede todo.

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Algunas imágenes se nos antojan tan bellísimas y las hay tan insólitas como corresponde a la ciencia ficción, y notamos un agradecido aroma inicial a Groundhog Day (Harold Ramis, 1993) o, con mayor exactitud, al episodio “Monday” (6x14) de The X-Files (Chris Carter, desde 1993), el de una rutina o sucesión de hechos que cambia sólo ligeramente y cuyos imprevistos posteriores la descarrilan para delicia de los espectadores. Porque lo esperable y necesario es que algo salga mal para que se desencadene el conflicto, cosa que ocurre, y así es inevitable acordarse de Jurassic Park (Steven Spielberg, 1993), que de hecho adaptaba otra novela homónima de Crichton.

Trae a la memoria un filme como The Truman Show (Peter Weir, 1998), que es como darle la vuelta a la propuesta de Westworld porque, mientras en esta los clientes que se desenvuelven en el mundo recreado para ellos, y vigilado desde oficinas con ordenadores, videocámaras y monitores, son conscientes de la situación, Truman Burbank (Jim Carrey) no lo es, y los que actúan a su alrededor, sí, al contrario que los robots del parque, que en teoría no podían escapar de su programación de rol asignada. Y la diversión es para los clientes, mientras que, en el otro caso, quien se divierte es la audiencia que contempla al pobre Truman.

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La evolución que experimenta todo buen personaje que se precie, en el caso de los robots, está aquí directamente relacionada con su toma de conciencia esencial y de nuevas decisiones, y detalles como el de las moscas en “The Original” (1x01), que además lo hacen gratamente circular y provocan escalofríos en cuanto a la amenaza que supone lo que vemos en el último plano, nos confirman que los guionistas no escriben nada a la ligera. Tanto como el hecho de que las reflexiones acerca de la naturaleza y la narrativa del parque de distintos personajes, como el doctor Robert Ford (Anthony Hopkins) o el Hombre de Negro (Ed Harris), en “Chesnut” (1x02) se podrían aplicar perfectamente a ficción cinematográfica, lo que las trocaría en una gloriosa metáfora autorreferencial.

La serie coge carrerilla al pasar su ecuador. “The Adversary” (1x06) es de los capítulos más interesantes y en el que en verdad avanza la trama y se desvelan algunos secretos. Como en “Trompe L’Oeil” (1x07), con una última escena absolutamente inesperada, que deja al descubierto el lado oscuro de algunos personajes. “Trace Decay” (1x08), además de otras reflexiones de Ford, que demuestra unos “poderes” similares a los de Andy McGee en la novela Ojos de fuego (Stephen King, 1980) o Robert Patrick Modell en los episodios “Pusher” (3x17) y “Kitsunegari” (5x08) de The X-Files, nos brinda jugosa información sobre el misterioso Hombre de Negro.

Como una escena del sobresaliente “The Well-Tempered Clavier” (1x09), un capítulo que plantea un rosario continuo de hechos graves y revelaciones asombrosas, montados con gran talento, que probablemente lo convierten en el mejor de la temporada. Y el último, “The Bicameral Mind” (1x10), con más averiguaciones y sucesos inauditos que sirven para preparar el espectáculo estratégico que estará por venir. Porque Westworld es como una partida de ajedrez múltiple, y amañada quizá, en la que los personajes más aventajados utilizan sus fortalezas para sacar provecho de cada una de sus jugadas; y su contemplación es nuestro gozo.

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