¿Qué está ocurriendo en los nuevos episodios de Westworld? ¿Hay una versión alternativa de la realidad a punto de mostrarse? ¿O se trata, como en las anteriores entregas, de un enrevesado juego de espejos sin respuestas? Para el tercer capítulo de la serie de HBO Max, el primero que mueve el foco de atención hacia los personajes más queridos de la serie, el argumento se vuelve pausado. También deja entrever que hay mucho más de lo que hasta ahora mostró. Si hasta ahora, la premisa de los nuevos capítulos parecían mostrar un paisaje conciso, esta vez la historia dio un paso hacia un espacio incierto. ¿Qué es en lo que en realidad muestra los fragmentos de información que brindan los tres episodios estrenados?

Hasta ahora, parecía evidente que Westworld recorría un reinicio forzado. Con siete años transcurridos desde la destrucción de Incite y su control total del destino de la raza humana, el mundo cambió. O eso sugirió la trama en un recorrido cuidadoso para narrar el punto en que todos los personajes se encontraban hasta ahora. Por un lado, William se enfrenta a las consecuencias de sus actos. Caleb y Maeve luchan contra la posibilidad de una guerra invisible impulsada por Charlotte Hale. Y Dolores, reconvertida en Christina, parece atravesar un paisaje confuso, sin recuerdos y sin identidad. Hasta su segundo capítulo, Westworld pareció claro al mostrar hacia dónde se dirigía esta vez su historia y premisa. 

Solo que con la serie de Jonathan Nolan y Lisa Joy nada es tan simple. En el tercer episodio de Westworld, centrado en la singular resurrección de Bernard, las preguntas que plantea el argumento se hacen más complicadas. Pero no por ello más efectivas o profundas. Sorprende que el regreso del personaje sea una especie de innecesario deus ex machina para explicar la línea tiempo. También lo que podría ocurrir, o no, en el escenario que plantea una guerra invisible contra el mundo humano.

Por un lado, se confirma que al menos hay una línea temporal que atraviesa siete años de historia no contada. Al otro extremo, la incursión de Maeve y Caleb al nuevo parque deja claro que presencia los preparativos para algo que ya es obvio. Charlotte Hale no se conformará con infiltrar a sus congéneres en lugares de poder. También, extenderá su control hacia la raza humana. Uno que incluso logra vencer el natural instinto de supervivencia de cualquier criatura viva. Y es esa muestra escalofriante de poder — dominio — total, lo que hace aún más espeluznante el secreto que se revela poco a poco en la serie. 

Las preguntas sin respuesta de la cuarta temporada

¿Es lo que vemos una maraña de líneas temporales que muestran el pasado, el presente y el futuro a la vez? ¿Es Westworld de nuevo una pieza incompleta de una historia mayor? El capítulo tres dejó claro que Lo Sublime — esa especie de eternidad de la inteligencia artificial — no es tan simple ni tan utópico. En realidad es otro algoritmo predictivo del que Bernard regresó con la capacidad de analizar con cuidado lo que sucede a su alrededor. Siendo así, ¿qué es lo que Bernard puede ver? ¿Qué es lo que le muestra los cientos de posibilidades que se extienden a todo nivel y desde todo estrato? 

La cuarta temporada de Westworld se ha distinguido por una versión de la realidad tan sofisticada como la de sus primeros episodios. Pero más allá de eso, también es una búsqueda de un sentido de la identidad que le permita deslastrarse de varios de sus vicios anteriores. No obstante, el guion parece no tenerlas todas consigo para sostener el lenguaje frío y calculado, que utiliza a los personajes como piezas. O en cualquier caso, a la historia como un tablero de extraordinaria complejidad. 

Quizás se deba al empeño de usar un tono neutro, distante y meticuloso, para narrar una realidad a punto de ser controlada por la inteligencia artificial. O el empeño del guion por usar sus mejores trucos desde un punto de vista distinto. Cualquiera sea el caso, el tercer capítulo de Westworld pierde ritmo, elegancia y poder en beneficio de repetir una fórmula que ya resulta desgastada. El nuevo parque, con la misma narrativa del original, es decepcionante en su cualidad plana y utilitaria. No hay sorpresas en este panorama simple, ya conocido y peor reconstruido. Si hasta ahora Westworld había logrado emular el misterio paciente de su celebrada primera temporada, el tercer capítulo destruye la tensión. 

La realidad escindida en la cuarta temporada de Westworld

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Sobre todo, cuando utiliza de nuevo a Maeve como una herramienta para comprender los enigmas de un nuevo espacio. El truco de la conciencia que rebasa los controles, en esta ocasión muestra el desgaste de la fórmula Westworld. También, la incapacidad del argumento de renovarse o alejarse de sus obsesiones favoritas. Algo que también ocurrió en los dos capítulos anteriores, pero esta vez, decae por falta de interés y alicientes. 

Sin las preguntas sobre la singularidad de la realidad - o al menos, plantadas de manera torpe- la serie no tiene más remedio que usar sus viejos recursos. Mucho peor, cuando la ausencia del misterio sin respuesta de Dolores/Cristina, obliga al argumento a plantearse preguntas sobre la realidad sin asidero. ¿Es posible que Bernard sea capaz de profundizar sobre el tiempo y lo temible de la predicción algorítmica? También se trata de una forma de control, una cruel y retorcida. Una que emparenta con el plan que Charlotte Hale lleva a cabo. ¿O se trata de algo ya consumado? La serie — para variar — no ofrece pistas. Buena parte del capítulo solo muestra a Bernard haciendo gala de sus nuevas dotas de comprender la realidad a un segundo nivel. 

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Por otro lado, Caleb y Maeve son el centro de algo mayor. O eso sugiere su escalofriante descubrimiento en el centro mismo del nuevo complejo del parque. ¿Cuál es el control que desea Charlotte? Pero la eventualidad sabe a poco — y tiene menor peso del que debería — en la premura de Westworld por hacerse reconocible. Esta vez, el argumento carece de alicientes más allá del substrato de una guerra que no podrá ser detenida. ¿O acaso ya acaeció? Las estimulantes insinuaciones a misterios crípticos siguen allí, pero Westworld ya no tiene el potencial de hacerlos atractivos. La mayor muestra de desgaste que la serie ha dado hasta ahora. 

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