Esta semana, Vladimir Putin ha vuelto a ser noticia, aunque esta vez por algo que no está relacionado con la invasión a Ucrania. Su nombre se encuentra en titulares de todo el mundo, desde que hizo unas declaraciones muy esperanzadoras durante el Foro de Moscú sobre Tecnologías. Estas versaban sobre el papel de Rusia en el desarrollo de oncovacunas o, lo que es lo mismo, vacunas dirigidas al tratamiento del cáncer.

Según él, los científicos rusos han avanzado mucho en el desarrollo de estas fórmulas, por lo que espera que estén disponibles pronto en los sistemas de atención primaria del país. Por desgracia, no hay evidencias de lo que dice, más allá de su propia palabra. No se han publicado estudios al respecto, ni hay constancia de ensayos clínicos. Desde luego, un gran avance en el área de las oncovacunas sería maravilloso. 

Sin embargo, es importante destacar dos factores en los que el presidente ruso no ha hecho suficiente hincapié. Uno, que ese tipo de vacunas ya existen. De hecho, hay algunas aprobadas en varios lugares del mundo. El otro, que, en realidad, no es posible obtener algo como una vacuna contra el cáncer. Este es un conjunto de enfermedades variadísimo, por lo que son necesarios enfoques muy diferentes e individualizados para tratarlo. Aun así, la esperanza es que en un futuro haya tratamientos mucho más eficaces, que planten cara a esta patología en la que, por suerte, la investigación ha avanzado bastante. Pero necesitamos paciencia. Al menos, hasta que el Kremlin dé más datos sobre esas oncovacunas de las que hablan, debemos seguir esperando los avances de aquellas que sí han ido informando sobre los pasos realizados. 

¿Qué son las oncovacunas?

Generalmente, las vacunas se asocian con la prevención. Se administra una vacuna para preparar al sistema inmunitario contra un agente infeccioso. Es lo que ocurre con la vacuna de la COVID-19, la del sarampión, la de la rabia o tantísimas otras. 

Con respecto al cáncer, sabemos bien que no es una enfermedad infecciosa. No obstante, sí que es cierto que se conocen algunos virus que pueden causar cambios en las células que, a la larga, son susceptibles de transformarse en cáncer. Para algunos de esos virus sí que hay vacuna. Es el caso del virus del papiloma humano, responsable de la totalidad de casos de cáncer de cuello de útero y de un porcentaje importante de casos de otros tumores, como los de ano, pene, vagina y orofaringe. También es el caso del virus de la hepatitis B, asociado a la aparición de cáncer de hígado. 

Pero, en realidad, cuando se habla de oncovacunas se hace referencia a aquellos tratamientos inmunomoduladores que vuelven al propio sistema inmunitario contra las células tumorales. De hecho, esto es algo que suele ocurrir por sí solo. El sistema inmunitario no ataca solo a agentes infecciosos. También se vuelve contra aquellas células que empiezan a dividirse de forma descontrolada, aumentando el riesgo de formar tumores. Si llega a producirse el cáncer, es porque el sistema inmunitario no ha podido enfrentarse a esas células a tiempo. De hecho, las propias células cancerosas son capaces de liberar sustancias que inhiben el sistema inmunitario.

Por eso, se están investigando muchas formas de moldear o reforzar las propias defensas del paciente, para que ataquen a las células tumorales, esquivando esos escudos impuestos por el propio cáncer.

Opciones aprobadas

La mayoría de oncovacunas que existen a día de hoy se encuentran en investigación. Es cierto que algunas han llegado a iniciar ensayos clínicos en humanos y otras incluso se han aprobado para su uso. De hecho, Rusia tiene aprobada una oncovacuna frente al cáncer de riñón desde 2008. No obstante, las autoridades sanitarias de otras partes del mundo no consideraron suficientes las pruebas de su eficacia y seguridad presentadas por la compañía que las produce, por lo que no dieron el visto bueno.

Otra opción que forma parte de las oncovacunas que sí se han aprobado es Sipuleucel-T, Provenge. Esta fue aprobada en 2010 por la Food and Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, para el tratamiento de algunos tipos de cáncer de próstata.

Pero, tanto con estas como con las que se encuentran en ensayos clínicos, se debe tener en cuenta que no constituyen una bala de plata que sirva para todo tipo de cáncer. Ni siquiera para todos los del mismo tipo.

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Rusia ya tiene aprobada una oncovacuna para el cáncer de riñón. Crédito: Diana Polekhina (Unsplash)

Oncovacunas personalizadas

Antes de administrar oncovacunas que ya se encuentren aprobadas, se debe caracterizar muy bien el cáncer del paciente al que se quiere tratar.

Al fin y al cabo, las vacunas estimulan el ataque a antígenos concretos. Es decir, a moléculas que se encuentran en la superficie de las células tumorales. Se debe comprobar cuáles son los antígenos presentes en sus células y si existe ya un enfoque terapéutico diseñado contra ellos. En algunos casos, para hacerlo aún más específico, se diseñan las vacunas a partir de las propias células del paciente. 

Todo esto requiere una preparación previa y es la causa por la que no se puede hablar de una producción masiva de vacunas contra el cáncer, como se hizo por ejemplo con la COVID-19. Esta es una enfermedad mucho más difícil de tratar y prevenir. Por eso, se necesitan mucho más que palabras para creer en un gran avance real al respecto. Ojalá sea cierto. Hasta que haya estudios que apoyen esas palabras, no podemos hacer otra cosa que esperar. 

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