Con el estreno de Oppenheimer, la bomba atómica y su creador han vuelto a ser tema de conversación en todo el mundo. El filme de Christopher Nolan explora cómo el aclamado físico desarrolló el Proyecto Manhattan, así como su caída en desgracia en los años posteriores. Una historia que, aunque parezca mentira, tiene mucho que ver con Star Wars. Concretamente, con Rogue One, el primer spin-off de la saga, que se estrenó en 2016.
La película puso su foco en cómo la Alianza Rebelde conseguía los planos de la Estrella de la Muerte. Estos resultaban fundamentales para que, más adelante, Luke Skywalker pudiera atacarla y hacerla explotar en los sucesos del Episodio IV. Pero, aunque la conexión entre la mortífera estación espacial y la bomba atómica puede resultar obvia, la conexión con Oppenheimer va mucho más allá gracias a Rogue One.
Para empezar, quien tuvo la idea original de la cinta fue John Knoll, supervisor de efectos especiales que trabaja en Industrial Light & Magic para Star Wars desde hace más de 20 años. Este creativo propuso una historia que llevaba por título Destructor de Mundos. Esa definición es exactamente la misma que utilizó Robert Oppenheimer en una entrevista al hablar sobre en qué se había convertido tras la creación de su arma de destrucción masiva.
Esa cita también aparece recogida en el filme de Nolan. En realidad, procede de un texto sagrado hindú, el Bhagavad-gītā. El científico la pronunció para evidenciar su profundo remordimiento por el uso que se le dio a su creación. Y en esa tragedia es donde reside el segundo gran punto de unión con Rogue One.
La cinta de Star Wars tiene como protagonista a Jyn Erso (Felicity Jones), una valiente joven que acaba uniéndose a la Rebelión para conseguir esos codiciados planos. Pero resulta que su padre, Galen Erso (Mads Mikkelsen), es el responsable de que la Estrella de la Muerte exista. Como Oppenheimer, Galen era un científico que investigó sobre fuentes de energía. Sus estudios se centraron en los cristales kyber, un material ficticio que en la saga alimenta los sables láser y otro tipo de armas.
La visión de Galen Erso era que, con cristales más grandes, se podría conseguir mucho más que una espada láser. Y el Imperio se aprovechó de ello, construyendo una estación espacial del tamaño de un satélite que, además, llevaba implantada un enorme láser capaz de destruir un planeta entero de un solo disparo. Antes de que el Imperio terminara su icónica obra, Erso se dio cuenta de lo que podía provocar e intentó abandonar en vano. Ante esa imposibilidad, decidió sabotear su propio prototipo y colocar una trampa indetectable. La ranura por la cual Skywalker coló su disparo para que todo el complejo estallara para siempre.
Erso había sufrido los mismos remordimientos que Oppenheimer con su bomba. Incluso su actor, Mads Mikkelsen, reconoció que el personaje estaba inspirado en algunos científicos de gran renombre, entre los que se encontraba el padre de la bomba atómica. La inspiración de Rogue One en la vida del físico fue tal que, como a él, a Erso lo acusaron de traidor.
Oppenheimer, más que un personaje de Rogue One
Un tercer vínculo entre Oppenheimer y Rogue One se encuentra en las primeras fases del proyecto. Para evitar que se desvelen detalles antes de tiempo, y a la espera de un título definitivo, muchas grandes producciones optan por nombres en clave. En la película de Star Wars, el elegido fue nada más y nada menos que Los Álamos. Así se bautizó al laboratorio en el que el científico dirigió todo el Proyecto Manhattan, la creación de la bomba.
Además, como curiosidad merece la pena señalarse que el director de Rogue One, Gareth Edwards, trabajó como artista de efectos especiales en un documental del 2005 de la BBC sobre Hiroshima. Una de las dos ciudades que fueron arrasadas por la invención de Oppenheimer. Queda claro entonces que, a pesar de que puedan parecer dos mundos muy distintos, la bomba atómica y Star Wars están estrechamente vinculados gracias a la película de 2016.