En varios de los avances de Oppenheimer, la última película de Christopher Nolan, el protagonista es una figura sombría que constituye el centro de un relato enfocado en los alcances de su invento y la repercusión futura del mismo. La trama explora el contexto del desarrollo de las primeras armas nucleares en suelo estadounidense.

Particularmente, en la creación del Proyecto Manhattan y la posterior prueba Trinity, que demostró el poder de la bomba atómica. Un aporte decisivo en el final de la Segunda Guerra Mundial que se convirtió, casi de inmediato, en una amenaza universal. Entre ambas cosas, Oppenheimer es tanto un homenaje como una exploración de la personalidad de su creador, un misterio para buena parte de sus biógrafos.

Robert Downey Jr. interpreta al físico Oppenheimer en la última película de Christopher Nolan

El guion de Oppenheimer, también escrito por su director, adapta el libro American Prometheus, de Kai Bird y Martin J Sherwin. La crónica, ganadora del Pulitzer, profundiza en los logros de Oppenheimer y en la investigación que le realizó el FBI. Lo que muestra que el experto se vio asediado por la sombra de su creación durante el resto de su vida. Sobre todo, por las posibles consecuencias de un arma virtualmente imparable con potencia para destruir el mundo.

Sin embargo, el contexto que rodeó al físico fue mucho más complejo de lo que se podría suponer por su implicación en un hecho histórico tan controvertido. Como hombre brillante y lleno de contradicciones éticas, es el epítome del científico contemporáneo. El paradigma de la discusión interminable sobre los límites morales en el mundo del conocimiento. Algo que forma parte de su extenso legado.

Oppenheimer y la investigación más importante del país

Durante el año 1930, el físico teórico estadounidense era profesor en la Universidad de California, en Berkeley. Oppenheimer era un destacado promotor de la ciencia y se dedicaba a viajar alrededor de EE. UU. como educador. Su intención era lograr que una nueva generación se interesara por las ciencias puras, pues se había dado un descenso en los ingresos de estudiantes en estas disciplinas en las principales instituciones del país.

Oppenheimer con sombrero y fumando en pipa

No obstante, en 1927, ya estaba inmerso en las investigaciones que lo llevaría a la creación de la primera arma nuclear. Ese año, publicaría, junto al matemático alemán Max Born, la premisa de la aproximación Born-Oppenheimer. Una teoría que le valdría el reconocimiento internacional inmediato y una importante relación profesional con varios de los científicos más conocidos de su área. Circunstancias que lo conducirían a ser el principal candidato para ponerse al frente del proyecto más ambicioso de Norteamérica en la década siguiente.

Por curioso que parezca, pese a su relevante personalidad pública, Oppenheimer era un hombre privado y huraño. Judío practicante, había enfrentado el antisemitismo durante su época universitaria. Lo que lo volvió desconfiado respecto a las figuras de poder y, en especial, la opinión pública. Algo que repercutiría en su comportamiento al encontrarse en el centro de la controversia tras la explosión de las dos primeras bombas atómicas en Japón.

El conocido Proyecto Manhattan

Los orígenes de la iniciativa se remontan al año 1942, cuando el presidente Franklin D. Roosevelt comenzó un programa científico dedicado a la exploración armamentística. Para el líder estadounidense, se trataba de una prioridad nacional que estaba por encima de de otros apartados de la seguridad interna.

Oppenheimer, el físico estadounidense que creó la bomba atómica

En mayo de ese año, Oppenheimer fue convocado como ocnsejero por el Comité de Investigación de la Defensa Nacional. En junio, ya formaba parte en pleno derecho del plan del Ejército para desarrollar un arma completamente nueva. El programa a largo plazo, que incluía desde la investigación de campo hasta la resolución final, sería conocido como Proyecto Manhattan.

Se le bautizaría con ese nombre debido a que las primeras reuniones de lo que después sería el grupo de científicos se llevaron a cabo en Nueva York. Según el historiador Robert S. Norris, un edificio utilitario en la ciudad sirvió de base al Cuerpo de Ingenieros del Ejército. Y se consideró natural que la investigación relacionada con estructuras mecánicas tuviera la misma sede. Por lo que el lugar sería la base de operaciones de los primeros encuentros de los expertos y del posterior desarrollo de planes para ciudades falsas de pruebas en campo. Con el paso del tiempo, la ubicación sería parte de la denominación de su propósito central.

Una forma de destrucción nunca vista

Oppenheimer se convirtió en el director del laboratorio militar construido en Los Alamos. Durante casi dos años, su trabajo fue eminentemente teórico y se relacionó con la ardua investigación previa a la detonación de la prueba Trinity. Esta última se llevaría a cabo en Alamogordo, Nuevo México, el 16 de julio de 1945, e incluiría la detonación de un dispositivo de plutonio. 

Los resultados resultaron sorprendentes para los involucrados, pero para Oppenheimer fueron una revelación. Partiendo de los cientos de cálculos hipotéticos, la realidad de la devastación que podía causar la bomba nuclear le sobrecogió. No obstante, el trayecto hacia su uso militar era imparable. Ese primer ensayo daría como resultado la tecnología que permitió crear a los artefactos detonados sobre Hiroshima y Nagasaki, en Japón, en 1945.

De esa primera y contundente demostración del poderío militar proviene una mítica frase del científico. Según él mismo confesaría, después de comprobar los alcances de la explosión, Oppenheimer pensó en una frase que le permitiera resumir su horror: “Ahora me he convertido en la muerte, el destructor de mundos”. Se trata de una cita, de El Bhagavad Gita, que relata una conversación entre el guerrero Arjuna y su auriga, el dios Krishna. La trágica historia tiene relación con la predestinación a la destrucción. Algo que le obsesionaría después de verificar la trágica potencia de fuego que su investigación trajo al mundo.

Oppenheimer en lucha contra la injusticia

Según el libro Robert Oppenheimer and the American Century, de David Cassidy, el asesinato en masa en Japón destrozó moralmente al físico. Por lo que se negó a volver a seguir trabajando para el gobierno estadounidense y trató de purgar su culpa a través de varias conferencias en las que hablaba del tema. Una de ellas le llevó a Japón en 1960, donde admitió su pesar y arrepentimiento ante un grupo de colegas que abandonaron la sala sin mirarle a la cara.

En ese momento, se encontraba también envuelto en una lucha encarnizada contra el gobierno de su país. En 1949, se enfrentó públicamente a la posibilidad de la publicación de la bomba de hidrógeno basada en la fusión nuclear (bomba H). Además, tuvo que lidiar con los problemas asociados a la pertenencia de su esposa Katherine Oppenheimer al Partido Comunista, lo que incluyó su nombre en la lista de vigilancia de J. Edgar Hoover.

Por último, salió de la escena pública durante la ola de cacería de simpatizantes de la izquierda norteamericana. Su poca disposición a mentir o a negar sus vínculos con miembros del Partido Comunista provocó una supuesta crisis de seguridad nacional. La cual desembocó en una audiencia en la AEC (United States Atomic Energy Commission) en 1954. Despojado de todos sus privilegios políticos y universitarios, Oppenheimer desapareció de la escena pública.

Siempre en medio de la controversia y acusado de causar un perjuicio imborrable a la humanidad, el científico murió 18 de febrero de 1967. Su memoria sería reivindicada en las décadas siguientes y se le consideraría mártir de una persecución injusta. Aun así, todavía es una personalidad oscura cuyo legado no es del todo comprendido.