Oppenheimer es una obra cinematográfica extraordinaria, pero también, un relato oscuro sobre uno de los momentos trascendentales de la historia contemporánea. Entre ambos escenarios, la cinta interpela la conciencia colectiva acerca de la responsabilidad científica. En especial, la forma en que el personaje titular, llevó la carga de la culpa de las consecuencias de su creación durante buena parte de su vida. Y esto es lo que sucede al final de la cinta.

Christopher Nolan, que dirige y escribe, hace hincapié en el hecho que la controvertida figura central del argumento, no es villano. Tampoco un héroe trágico o un hombre en busca de redención. En realidad, se trató de un experto apasionado, subversivo e impredecible, que tuvo que tomar duras decisiones en un panorama peligroso. 

La película, de hecho, dedica buena parte de la trama a explorar en las contradicciones y errores de Oppenheimer, interpretado por Cillian Murphy. Pero en particular, qué le llevó a tomar las decisiones que al final no tuvo otra opción que asumir. Una carga de responsabilidad sobre sus hombros que, antes o después, terminó por aplastar su vida, carrera profesional e incluso, salud mental. 

El físico, que impulsó la creación de la bomba atómica y supervisó cada uno de los pasos de su fabricación, tuvo que lidiar con las secuelas de la amenaza que engendró un poder semejante. Lo que abarcó desde las muertes de Hiroshima y Nagasaki, hasta la posibilidad de una traición que pudiera poner el peligro del equilibrio de poderes en el mundo. 

Un cierre para un duro capítulo de la historia

Como se recordará, contada en dos líneas de tiempo, la cinta explora los eventos más importantes de la vida de Oppenheimer. A la vez, la fallida audiencia de seguridad a la que sometió. Lo que hace que la narración, sea una exploración meticulosa en la psiquis del personaje, su perspectiva del bien y el miedo. De modo, que no se trata de una narración lineal. 

Por lo que su final, comienza con una escena muy parecida a una de las primeras. En ella, puede verse a Oppenheimer y Albert Einstein (Tom Conti) conversando junto a un estanque. Solo que para su cierre, la película muestra las palabras entre ambos hombres, desde una perspectiva más cercana. Antes, la mostró a partir del punto de vista de Lewis Strauss (Robert Downey Jr.).

De la misma forma que en la secuencia inicial, una ráfaga de viento, le hace caer el sombrero a Einstein. Oppenheimer se lo devuelve y ambos intercambian bromas. No obstante, finalmente, el científico de mayor edad dice al protagonista, lo que le espera en el futuro. En una especie de profecía sombría, le explica que una vez que el mundo obtenga lo que desea de él, será un elemento incómodo. Uno que será juzgado, maltratado y menospreciado. También, le detalla la vida de homenajes falsos, egoístas y vacíos que con toda probabilidad recibirá. En otras palabras, que se transformará en un hombre marcado por la historia, cuyo legado será una carga y también, una forma de señalarle. 

Una visión del fin del mundo

Oppenheimer escucha con atención, pero no dice gran cosa. No obstante, la conversación continúa con una relevación terrorífica. Explica a Einstein, que mientras se encontraba en las primeras etapas del desarrollo de la bomba atómica, tuvo temor. En específico, que ocurriera una reacción en cadena que podría encender la atmósfera y acabar con toda la vida en la Tierra. Lo que le hace preguntarse si su invento sería capaz de devastar el mundo por completo. 

Lo siguiente que ocurre, es que la cinta muestra lo que Oppenheimer piensa en ese momento. Una visión espantosa del planeta entero devastado por una guerra nuclear, llena de puntos de impacto de explosiones de bombas que son visibles desde el espacio. Un escalofriante colofón que hace hincapié acerca del dolor de la culpa y el miedo, que padecería por el resto de su vida. 

Un enemigo a temer

También el final de la cinta, revela que fue Lewis Strauss el responsable de todo lo acontecido alrededor del juicio público y político contra Oppenheimer. A la vez, de la revocación de la autorización Q del físico titular. Lo que provocó que fuera apartado de desarrollos e investigaciones atómicos clasificados y sancionados por el gobierno.

En medio de todo lo relativo a su nombramiento como Secretario de comercio de los Estados Unidos, Strauss explica su venganza hacia Oppenheimer. Lo que se reduce a una batalla de ego con el científico y también, su paranoia acerca de la posibilidad que la conversación entre este y Einstein, pudiera ser una componenda que le perjudicaría. Algo que se desmiente en el argumento.

No obstante, a pesar de la virulencia del odio de Strauss, nunca logró destruir por completo la reputación del científico. En lugar de eso, el funcionario político terminó por cargar el peso —histórico y social—  de sus acciones contra el físico. Lo que refuerza el mensaje de la película acerca del valor de la ética y la comprensión de las consecuencias de cada acción que se comete. 

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