A las aventuras de los célebres e intrépidos personajes que se la juegan contra el lado oscuro de la Fuerza en una galaxia muy, muy lejana se añaden otras intermedias en el primer spin-off de la saga de space opera creada por George Lucas hace ya casi cuarenta años.Al británico Gareth Edwards le habrá hecho feliz ser uno de los nuevos directores de la franquicia al frente de Rogue One: Una historia de Star Wars, después de que J.J. Abrams y Disney la resucitasen para la gran pantalla en 2015 con *The Force Awakens y tanto el gozo de muchos de los seguidores de toda la vida como de los espectadores más jóvenes. El mismo que experimentarán ante esta reciente peripecia, pero tal vez con menor vigor.

Cualquiera podría creer que Edwards se habría zambullido de cabeza en este proyecto aunque las características del mismo no formaran parte de sus intereses como cineasta, es decir, si se tratase de un autor con una personalidad fílmica muy bien definida que no cuadrara con el cosmos de Star Wars. Pero, por un lado, solamente ha dirigido tres largometrajes comerciales hasta la fecha, con los que no parece que haya demostrado excesiva idiosincrasia, y por otro, basta visionarlos para comprender que *se habrá sentido en su auténtico elemento durante la elaboración de Rogue One**.

rogue one: una historia de star wars

No puede caberle a nadie duda alguna de que unos filmes de ciencia ficción como **Monsters (2010), acerca de una catástrofe por un contagio extraterrestre, y su Godzilla (2014), que no requiere ninguna presentación, aparte de las horrendas criaturas que ponen en jaque a la humanidad, tienen en común algo tan intenso como la más inenarrable destrucción apocalíptica que nos llaman a contemplar. E incluso su ópera prima es un documental para la BBC titulado End Day (2005), que aborda varias situaciones con las que podría llegar el fin de la civilización humana y que resulta toda una declaración de intenciones. Y, pese a que Rogue One carece de unas criaturas tan monstruosas, el viento de la devastación a gran escala sopla durante la totalidad de su metraje de dos horas y pico.

El miedo a esa devastación es lo que provoca el incidente desencadenante de la trama principal, el intento de conseguir los planos estructurales de la archiconocida y aborrecible Estrella de la Muerte del Imperio por parte de la Alianza Rebelde, aderezado con otros propósitos más personales que le brindan el calado emocional** que toda película requiere para lograr la empatía y la adhesión del público.rogue one: una historia de star wars

No obstante, podríamos considerar que lo monstruoso también podemos encontrarlo aquí en la propia Estrella de la Muerte, un arma gigantesca y abominable, y en el ánimo de aniquilación de los que ordenaron construirla desde el lado oscuro, sin escrúpulos de ninguna clase a la hora de utilizarla. Así que los elementos que se repiten en la aún escasa filmografía de Edwards vuelven en Rogue One y la legitiman como obra suya.

Sería posible decir que Edwards se ha revelado como un Roland Emmerich decente, sin los excesos, las inverosimilitudes ni la vaciedad con los que el segundo suele lastrar sus filmes. Sin embargo, se halla varios pasos por detrás de alguien como Abrams en la soltura para despertarnos emociones poderosas, que nos golpeen con el corazón con un ímpetu irresistible o nos causen verdaderos escalofríos por sus impactos.

rogue one: una historia de star wars

**Rogue One nunca pierde pie, su planificación visual es efectiva, resiste con un ritmo de lo más respetable y nos entretiene desde los títulos hasta los créditos, y nos regala unas cuantas sorpresas muy agradecidas para los que conocen bien y aman la saga de Star Wars. Y, como hemos dicho, su único problema dramático es el que caracteriza a Edwards: nunca logra salir de aguas convencionales a la superficie y respirar emoción pura, contentándose con entregarnos un producto aseado y siempre satisfactorio, pero que no se clava entrañablemente en la memoria de los espectadores como sí lo hizo The Force Awakens.

Y eso que cuenta con un reparto competente, encabezado por Felicity Jones en un buen año como la decidida Jyn Erso, y seguido por Diego Luna como el ambivalente capitán Cassian Andor, Wen Jiang como el rudo y escéptico Baze Malbus, Riz Ahmed como el arrepentido Bodhi Rook, Forest Whitaker como el paranoico Saw Gerrera y Mads Mikkelsen como el atrapado Galen Erso; y algún que otro personaje distinguido o de cierto interés, como Chirrut Îmwe, al que interpreta Donnie Yen y que se nos antoja lo más parecido a un Jedi sin serlo**, tanto en habilidades como en intuición.

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Ben Mendelsohn, en la piel del director Orson Krennic, nos brinda a un villano muy decente y en la línea de la saga; Alan Tudyk es K-2SO, el imprescindible robot que aporta los escasos alivios humorísticos como sus antecesores, los añorados R2-D2 y C-3PO y el cuco BB-8, pero sólo arranca un par de carcajadas a lo largo de la función; y siempre es un placer volver a encararnos con el gran Darth Vader, encarnado por Spencer Wilding pero con la voz innegociable de James Earl Jones.

El compositor Michael Giacchino repite y cumple pero no de forma inolvidable. Y lo que sí será recordado de la aportación de Edwards, con una historia de Gary Whitta reideada por John Knoll y guion reescrito por los veteranos Chris Weitz y Tony Gilroy, es el destino tan diferente que le depara a cada uno de los personajes a los que aquí vemos en primera fila, el cual nos despide con una inevitable sensación de extrañeza por la falta de costumbre en la saga.

Conclusión

La aceptable Rogue One es un claro paso al frente en la expansión paralela de Star Wars, inferior en potencia dramática a The Force Awakens pero prometedora, y quizá la mejor película que ha rodado el discreto Gareth Edwards hasta el momento.

Pros

  • La efectiva planificación visual y el buen ritmo.
  • Las agradecidas sorpresas para conocedores de la saga.
  • El competente reparto y los personajes distinguidos.
  • Volver a encararnos con el gran Darth Vader.

Contras

  • La limitada fuerza emocional.
  • El humor escaso y de no mucha puntería.
  • La banda sonora válida pero no memorable de Michael Giacchino.

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