En buena parte de la película The Flash, de Andrés Muschietti, Barry Allen (Ezra Miller en doble papel) se hace preguntas sobre su existencia. Y tiene motivos para preocuparse. En la línea de tiempo a la cual pertenece, es parte de un grupo de superhéroes de considerable poder con los que no puede competir. Además, su variante en una dimensión alterna —más joven y que descubre su destino— no comprende la responsabilidad que tiene sobre sus hombros.
De modo que juntos emprenden un viaje de crecimiento. En la travesía, se enfrentarán a una invasión alienígena, a algunas versiones de Batman, otras tantas de Superman y una furiosa Kara Zor-El (Sasha Calle). Todo mientras el viaje en el tiempo que sostiene el guion modifica sus reglas a conveniencia y termina por ser tan insustancial como el propósito de la película.
¿Es The Flash una incursión en un terreno todavía inexplorado del multiverso de DC? ¿Tal vez la despedida oficial de los pocos personajes del Snyderverse supervivientes a la purga? ¿Y si es solo un entretenimiento que busca satisfacer a la mayor cantidad de público posible?
The Flash
The Flash, de Andrés Muschietti, es la primera exploración formal del multiverso de DC. Lo que la lleva a profundizar no solo en la personalidad de su héroe protagonista, sino también en las variadas formas de narrar las realidades alternativas de las que depende su guion. El resultado es un argumento a mitad de camino entre una historia de origen y una aventura que profundiza en diferentes escenarios, tanto temporales como de realidad. El resultado es un precario equilibrio narrativo que el director no siempre logra, pero que es lo suficientemente sólido como para sorprender.
The Flash debe responder muchas preguntas
No hay una respuesta clara sobre lo que es The Flash, aunque durante su primer tramo la película toma decisiones correctas para narrar lo esencial. Desde la llamada de Alfred (Jeremy Irons) a Barry para que acuda a Gotham a solventar un incidente del que ningún otro héroe puede ocuparse, hasta la exploración de su personalidad incómoda.
Flash, liberado del peso de ser alivio cómico, es mucho más que la parte más débil de un equipo extraordinario. Poco a poco, su historia le dota de una serie de pequeños estratos oscuros que resultan enriquecedores para su carácter. En concreto, cuando el argumento deja claro que solo se ha mostrado en pantalla una parte muy pequeña de lo que Barry puede hacer. También, de todo lo que su poder significa en realidad.
Algo que queda en evidencia mientras salva recién nacidos del ala de un hospital, demostrando que sus habilidades van más allá de ser verdaderamente rápido. The Flash se toma el tiempo de acentuar la sensación de evento inevitable, mucho más, después de que Bruce Wayne (Ben Affleck) le advierta que el tiempo es una sustancia mutable.
De hecho, buena parte de The Flash se relaciona de forma directa con esa percepción. Las infinitas líneas cronológicas de la realidad son tan frágiles como impredecibles. Cada cambio, por mínimo que sea, es irrevocable y conduce a lugares extraños. Por lo que la posibilidad de encontrar sentido a un evento mayor pasa por la resignación.
En busca de reescribir la historia
Pero Barry no quiere resignarse. Especialmente, ahora que sabe que puede viajar en el tiempo. También que es probable que su padre Henry (Ron Livingston) nunca salga de la cárcel. El incidente en la infancia del personaje vuelve a convertirse en una circunstancia central. Pero, ahora, no se trata de un puñado de información dispersa. The Flash explica cómo Henry salió de la casa familiar a un supermercado cercano justo en el momento en que Nora (Maribel Verdú) fue asesinada. Lo siguiente fue la formulación de una acusación circunstancial sin pruebas claras que, todavía, no se revuelve del todo.
Así que, Bruce Wayne, convertido en mentor de Barry, intenta que el caso tenga una segunda revisión. Por lo que encuentra un vídeo de seguridad en el que puede verse a un hombre parecido a Henry deambulando en el local justo cuando su esposa era asesinada. El problema es que jamás mira a la cámara. De modo que, en realidad, no puede constituir una prueba, lo que convierte la angustia de Barry en frustración.
Una de las proezas del guion de The Flash es insistir en que este héroe imperfecto tiene motivaciones comprensibles. Lo que permite que Ezra Miller pueda brindar un amplio desarrollo a su singular psicología. La primera versión de Barry está llena de preocupaciones y juicios sobre lo que puede hacer y sus motivaciones. Sabiendo que jamás podrá igualar la fuerza de Superman, la inteligencia de Batman o el poder de Aquaman, ¿por qué no construir su propia historia? Es entonces cuando la película encuentra su mejor y más inspirado tramo.
A vueltas entre pasado y futuro en The Flash
Sin atender a las advertencias de Bruce Wayne, Barry termina por viajar al pasado, evitar el asesinato de su madre y volver al futuro. Solo que, como era de esperar, no encuentra nada familiar. Con una referencia más que evidente al concepto de Robert Zemeckis sobre el viaje en el tiempo, llega a una línea temporal semejante a la suya. Pero en ella tiene dieciocho años y todavía no ha ocurrido el accidente que le brinda sus poderes. En otras palabras, el efecto mariposa —que se menciona como justificación de lo sucedido— ha modificado sustancialmente el presente del personaje.
Es entonces cuando Ezra Miller lleva a cabo su mejor desempeño en la película. Es este doble Barry —uno más joven y cómico que el mayor y más nervioso— quien otorga los momentos más divertidos al guion. La búsqueda del sentido de lo que ocurre —y de cómo revertirlo— comienza con una rápida travesía por un escenario desconocido. Ahora sí, uno en el que todo lo que The Flash puede ofrecer se muestra con osadía.
Desde las referencias cinematográficas obvias que sugieren un cambio mayor, hasta las transformaciones de eventos más graves. The Flash avanza en su primer tramo por un mundo posible que Barry recorre desde el asombro. La primera hora y media de la película es la más entretenida, mejor construida y más elaborada. También, la más consciente del peso del multiverso. Gradualmente, no obstante, el tono cambia hacia algo más elaborado y oscuro. Los personajes crean una nueva tensión argumental y transforman la película en algo más duro.
Él es Batman, a pesar de todo
Al intentar que su versión más joven adquiera poderes, el Barry de la línea temporal central pierde los suyos. Lo que desencadena parte de los acontecimientos de la segunda mitad de The Flash. Además, el suceso le conduce a buscar a Bruce Wayne para obtener su ayuda. Solo para descubrir que ahora se trata de otro hombre. Un jubilado barbudo y malhumorado que no desea saber nada sobre heroísmo.
Michael Keaton interpreta una extraña versión de Batman, que asombra por la profundidad que puede alcanzar con escasas escenas. Más parecido al Birdman de Alejandro Rodriguez Iñarritú que al Batman de Tim Burton, es una figura pendenciera y dura. Aun así, el director logra que toda la atmósfera que lo rodea sea un tributo a la saga de los noventa. Lo que resulta más claro cuando aborda su camino hasta convertirse en una figura tenebrosa, que solo sale de las sombras en ocasiones especiales.
Es la aparición de la variante de Batman lo que en realidad desencadena —y explora— la idea del multiverso. Pero The Flash desea ser más llamativa que sólida, por lo que el concepto se diluye con rapidez. Los fallos de la película quedan al descubierto si se la compara con la brillante y bien ejecutada aproximación de Spider-Man: Cruzando el Multiverso. Las realidades alternativas y líneas temporales se desdibujan hasta convertirse en ramificaciones sin sentido ni forma y el largometraje acaba por contradecir sus propias reglas y esencia.
Los visitantes de Krypton
Pero, sin duda, el elemento más llamativo de The Flash es la reinvención de la figura de Kara Zor-El. La prima de Superman le sustituye en el orden cronológico. Su historia, además, es tan dura como conmovedora. También, la mejor desarrollada dentro de una película que a menudo plantea conflictos que no logra resolver. Lastimada, herida y traumatizada, la última hija de Krypton es una presencia lóbrega y ambigua. Por supuesto, es la única capaz de detener a la invasión de Zod (Michael Shannon), que se muestra como figura transversal en docenas de líneas narrativas.
Quizás, el mayor problema de The Flash sea precisamente ese. Que ocurren demasiadas cosas a la vez y el argumento no puede concentrarse en sus temas principales y profundizar en ellos. El guion de Christina Hodson va de un lado a otro entre diversas referencias de la cultura popular que apuntalan una confusa sucesión de eventos. De hecho, en más de una ocasión, la película parece fragmentarse en situaciones impredecibles y carentes de lógica.
En su tramo final, se hace evidente que la invasión de Zod y la interminable serie de cameos son solo sucesos anecdóticos. Más preocupante aún resulta el apartado visual. Para cuando The Flash llega al inevitable enfrentamiento central —más grande y disparatado que cualquier otro de DC— el apartado digital muestra sus flaquezas. Los movimientos de los personajes se vuelven erráticos, poco creíbles y en ocasiones tan artificiales que afectan el desempeño del argumento. Sin duda, también, a su calidad total.
The Flash, un intento que se queda a medias
The Flash es una buena película que explora sus figuras centrales y presta el debido desarrollo a sus protagonistas. Sin embargo, cuando quiere ser un espectáculo que abarca todos los temas propuestos —invasiones, viajes en el tiempo, multiverso— decae hasta la mediocridad.
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Como entretenimiento puro, el largometraje cumple con creces su cometido. Como elemento de transición entre dos etapas de la franquicia DC, falla de manera preocupante. Lo que deja un amplio espectro de problemas por resolver a las venideras producciones que tienen por cometido reconstruir el universo cinematográfico de la editorial.