Para comprender bien Spider-Man: Cruzando el Multiverso, de Joaquim Dos Santos, Kemp Powers y Justin Thompson, hay que profundizar en el sentido de la realidad. Al menos, como la propone la trama. Desde su primera escena —que encaja con pulcritud con la última de su predecesora—, la película presenta un recorrido salvaje por el mundo de Spider-Man. Tanto del personaje y su experiencia, como de todo lo que su narrativa puede brindar.
Lo que comienza como un misterio es, en realidad, una manera de profundizar en la verdad. El guion, de Phil Lord, Christopher Miller y Dave Callaham, se aleja de la idea de una aventura basada en un enfrentamiento para responder a una pregunta. ¿Qué ocurriría si el némesis tuviera el poder de borrar el más pequeño vestigio de la existencia del héroe al que se enfrenta? El interrogante se hace más pertinente cuando la trama aborda otro de sus puntos fundamentales. Ningún Spider-Man puede vivir sin los demás que habitan en el interminable juego de repeticiones del multiverso. Por lo que la vida de cada uno de ellos es preciada e importante.
Más aún, cada uno de ellos sostiene un delicado equilibrio que empuja a todas las versiones del vecino amistoso de Nueva York a buscar la única brecha de la realidad que podría destruirles. Spider-Man: Cruzando el Multiverso, que en su primera parte relata lo mejor y más rápido que puede su conflicto, no está interesada en la aventura. Mejor dicho, lo está en la medida en que encaja en la gran tela de araña que forman las 240 versiones del superhéroe que muestra la película.
Spider-Man: Cruzando el Multiverso
La película Spider-Man: Cruzando el Multiverso es una aventura visual destinada a hacer historia. No solo por su impecable puesta en escena de realidades alternativas —ya de por sí un logro técnico—, sino por su cuidado guion, que une hasta diez historias en un mismo escenario. Más grande y vertiginosa que cualquier otra película de superhéroes hasta la fecha, es una apuesta arriesgada. ¿Cómo contar una historia que se reinventa en cada giro de argumento y precisa de una animación distinta para cada personaje? En general, logra su cometido, pero para su final pierde el pulso en beneficio de la puesta en escena. Con todo, sigue siendo el experimento visual más asombroso visto en el mundo de la animación en la última década y un logro tecnológico que difícilmente podrá igualarse o superarse pronto.
Spider-Man: Cruzando el Multiverso, un héroe en todas sus dimensiones
Spider-Man: Cruzando el Multiverso es un cuidadoso y bien construido entramado de un relato que se desdobla en veinte o treinta partes durante su primera hora. No lo hace por capricho, tampoco por asombrar a la audiencia. En realidad, muestra el multiverso editorial de Marvel a un nivel, amplitud y detalle desconocidos hasta ahora en el cine.
Más allá de ser un experimento argumental y visual, algo que la película también es en la medida en que cada tipo de animación está unida a un personaje y su contexto. Además, es una narración que abarca los detalle de Spider-Man como figura. Un homenaje, a una escala sorprendente, a su propósito heroico y al poder que se manifiesta a través de ese elemento.
Si en la primera película el argumento se centraba en los hombres y mujeres araña unidos por una historia en común, su secuela aborda el destino potencial. Cada Spider-Man —desde Jessica Drew hasta secundarios de lujo como Jefferson Davis— crea una estructura hacia lo que vendrá. Todos dependen, en mayor o menor medida, del hecho de que cada uno de ellos se mantenga con vida.
El multiverso es, por fin, un espacio infinito donde cada posibilidad encarna una historia distinta. Spider-Man: Cruzando el Multiverso no intenta relatarlas todas a la vez —aunque narra las más importantes con una habilidad deslumbrante—, pero sí deja constancia de su existencia. Cada Spider-Man, en todo el mundo, en todas las épocas, en las pequeñas variaciones de su relato personal, tiene un objetivo que cumplir. Una bondad intrínseca que se manifiesta con una solidaridad colosal que el largometraje consigue retratar.
El poder llega con la convicción del bien
El argumento pierde la cualidad de recorrido emotivo que acompañó a Miles (Shameik Moore) en Spider-Man: Un nuevo universo. Pero a cambio, tanto el héroe como la historia obtienen una complejidad desconocida que lleva a la secuela a una dimensión radicalmente nueva. A la vez, al terreno de la innovación narrativa y visual. No solo trata del viaje que el personaje comenzará —casi desde el primer momento— a través de todas las posibilidades de sí mismo. También de la recreación de sus infinitas vidas y su comprensión sobre la riqueza del amor, la solidaridad y el tiempo.
A partir de la decisión de Spider-Brooklyn de acompañar a Gwen Stacy (Hailee Steinfeld) hacia lo desconocido, Spider-Man: Cruzando el Multiverso explora un concepto curioso. El poder se manifiesta de diversas y desconcertantes formas. No siempre buenas en el sentido tradicional, pero solo pocas veces realmente malignas.
Miles pasará de su tranquila vida de estudiante a ser parte de una compleja estructura que se vincula a una historia en conjunto. Ningún Spider-Man está solo, lo ha estado o lo estará. El misterio de su vida —relatos superpuestos de experimentos fallidos, insectos radiactivos y muertes de familiares— conducen a un único escenario. Todos los héroes de las distintas dimensiones se sostienen entre sí, sean conscientes o no del fenómeno.
Por lo que la misión de la que Gwen es abanderada es una. Proteger a Miles de un villano con conocimiento del uso del tiempo y la reinvención de lo tangible. La cuestión sobre cómo funciona el reino de las dimensiones alternativas queda saldada desde las primeras escenas de Spider-Man: Cruzando el Multiverso. El multiverso se abre en toda su grandeza y, pese a que la narración se queda corta —y resulta apresurada—, el apartado visual convierte la película en un espectáculo difícil de olvidar.
Spider-Man: Cruzando el Multiverso es un espectáculo asombroso
La película no solo es una experiencia animada que lleva la imaginación del espectador a espacios nuevos. También hay que considerar lo complicado y laberíntico de su puesta en escena en pantalla. Cada uno de los Spider-Man tiene un espacio visual propio, lo que implica dibujos, colores y un tipo de acabado en detalles y movimiento diferente del resto.
El argumento no se conforma con narrar una historia distinta, separada del resto y contada en rápidos, ingeniosos y bien construidos diálogos explicativos. Además, consigue vincular la vida de cada uno de los personajes a una experiencia cromática y de movimiento nueva.
Lo que convierte a Spider-Man: Cruzando el Multiverso en, quizás, la película de animación más complicada y mejor construida del cine. Al menos, en la más cercana a serlo. Un logro técnico que acompaña a una historia que se desdobla una y otra vez. Lo que hace que sea siempre nueva, alucinante, dolorosa y, en su ambiguo final, conmovedora.
La maldad es un riesgo, incluso en el multiverso
El Miguel O’Hara de Oscar Isaac es la anomalía en este ejército de héroes de buenas intenciones que se enfrentarán en todos los espacios posibles. Construido de manera muy semejante al cómic del que proviene —que presenta a un hombre destruido por el dolor—, el personaje llega al cine en medio del rencor. Aunque esta no será la única fuente de maldad que se manifestará a medida que la película avance.
Desde Vulture —una versión muy poco semejante a la interpretada por Michael Keaton— hasta Spot, retorcido y tenaz. Incluso, un breve anuncio de un esperado cameo de un simbionte. Todo se une, se mezcla y se hace más desconcertante a medida que la trama de Spider-Man: Cruzando el Multiverso avanza.
No obstante, tal vez el mayor problema del largometraje es que su necesidad de llegar a su apoteósico final lo hace parecer apresurado en sus últimos minutos. Pero lo acelerado del ritmo, que incluso anuncia vínculos con el Universo Cinematográfico de Marvel, no es otra cosa que parte de su poder.
Spider-Man: Cruzando el Multiverso es coherente a pesar de su estructura fragmentada en docenas de partes distintas. Las piezas encajan con tanta habilidad que su final extraordinario conmueve y lleva al borde de las lágrimas. Nada será igual en el cine de superhéroes después de esta experiencia. Tampoco en las películas de animación. Un hito acaba de nacer y difícilmente podrá ser superado.