El primer episodio de Obi-Wan Kenobi, la miniserie dirigida por Deborah Chow para Disney+ sobre el jedi al que encarna Ewan McGregor desde la trilogía precuela de Star Wars, obra de George Lucas (1999-2005), resulta decente pero falto de potencia. Al segundo se lo ve de mayor entretenimiento y, no obstante, aún carece del poderío dramático que nos gustaría. Mientras que el tercero nos proporciona por fin el espectáculo propio de la franquicia galáctica con los sables de luz.
Puesto que se trata del capítulo con el que se llega a la mitad de la nueva aventura, no puede extrañarnos que se empeñen en darle la vidilla y la tensión necesarias para satisfacer a los espectadores. De lo contrario, no hubiesen sentido que dedicarle tiempo a Obi-Wan Kenobi, más allá de empeñarse en estar al día con la historia de la saga, hubiese sido justificado por los guionistas y no pudiesen reprochárselo a sí mismos. Pero la cuarta entrega soporta ciertos inconvenientes.
Sus compases iniciales, tal vez debido a la cercanía en su estreno, nos recuerdan los del episodio “Amina” (7x15) de Fear the Walking Dead (desde 2015), con el protagonista en un estado de semiconsciencia por los problemas físicos que sufre, lo que se muestra con imágenes fugaces de su alrededor. Pero sin el contenido alucinatorio y pesadillesco de los cadáveres reanimados, los sonidos guturales y las repulsivas dentelladas que tortura a la Alicia Clark de Alycia Debnam-Carey.
Insistiendo en lo fundamental de ‘Obi-Wan Kenobi’
El tanque de bacta donde introducen al Obi-Wan Kenobi de Ewan McGregor para que se recupere de las quemaduras, tras su triste enfrentamiento con el Darth Vader de Hayden Christensen y la clásica voz de James Earl Jones, es el del mismo procedimiento médico que nos presentan en El libro de Boba Fett (desde 2o21) y que el personaje de Temuera Morrison utiliza con rutina en tal serie y, según vemos al final del capítulo dos de la de Deborah Chow, también Anakin Skywalker.
Precisamente cuando se encuentra dentro del líquido curativo, los guionistas Joby Harold y Hannah Friedman insisten en el hecho fundamental de la miniserie de Disney+: el vínculo difícil que comparte el jedi con su antiguo padawan, ahora en el lado oscuro de la Fuerza por sus tribulaciones y la vil manipulación que el emperador Sheev Palpatine de Ian McDiarmid perpetra con ellas en Star Wars: La venganza de los Sith, constituye el núcleo emocional de Obi-Wan Kenobi.
Bajo el dominio del Imperio, Obi-Wan Kenobi emprende una misión trascendental
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Por otra parte, el empuje testarudo de la pequeña Leia Organa a la que interpreta aquí Vivien Lyra Blair, a la que la difunta Carrie Fisher daría su aprobación, sigue gustosamente intacto. Como la costumbre de los héroes rebeldes de colarse en entornos del enemigo para rescatar a compañeros, igual que en Star Wars: Una nueva esperanza (1977) o The Mandalorian (desde 2019), o con otras intenciones correspondientes a su propósito subversivo, el de Rogue One (2016) por ejemplo.
Repitiendo más mecanismos narrativos de ‘Star Wars’
La narración en este cuarto episodio de Obi-Wan Kenobi se divide en dos focos que terminan juntándose en la fortaleza inquisitorial acuática, un escenario que no puede menos que traer a nuestra memoria la del propio Sheev Palpatine en el planeta Exegol durante Star Wars: El ascenso de Skywalker (2019). Y uno presencia los dimes y diretes, los choques y los giros con interés, pero el vigor del relato flaquea por un ritmo deficiente y algún detalle ostensiblemente inverosímil.
Los deus ex machina, las intervenciones amistosas, muy oportunas y un tanto arbitrarias que sirven para sacar de una situación comprometida a los personajes, tampoco podemos considerarlos ajenos a la saga. Y, aquí, los culos salvados pertenecen al jedi, a la princesa de Alderaan y a la Tala de Indira Varma. Pero debilitan su credibilidad. Menos que la americanada de Jurassic Park 3 (2001), eso sí. Y la tragedia del piloto sacrificado no nos sacude porque no le conocíamos mucho.
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Además, el volantazo final del rastreador instalado con el que la inquisidora Reva de Moses Ingram convierte la resolución de este capítulo de Obi-Wan Kenobi en algo con más enjundia, y tira del hilo para la trama pendiente, con otra intervención del Darth Vader de Hayden Christensen, nos suena de un modo inevitable a lo mismo en The Mandalorian. Una propuesta de Star Wars, esta última, que de momento sobrepasa en todos los sentidos a la de Deborah Chow con Ewan McGregor.