El plano inicial de X, el octavo filme de Ti West (2022) y otro de la larga lista de títulos inspirados en novelas de Stephen King, ya apunta a que se trata de una propuesta diferente entre las películas de terror. Otros, semejantes en su elección y en la sobriedad inusual para este género maltratadísimo, se suceden a lo largo del metraje. Pero no sin que el estadounidense nos intrigue primero con las horribles consecuencias de lo que quiere contarnos in extrema res, guardándose imágenes y consiguiendo así despertar nuestra curiosidad malsana.

No sabemos si que sobresalga en su hechura un ejercicio artístico como este, que combina el rodaje de una película porno setentera con el gore del slasher y que le ha gustado mucho a Stephen King, está relacionado con que lo financie A24, la compañía responsable de títulos como Under the Skin (2014), La bruja, Hereditary (2018), Midsommar o El faro (2019), aparte de otros muy estimados por los cinéfilos. Pero su fiabilidad y su indiscutible estatus de culto no son por nada.

Sin embargo, lo que se logra a partir de cierto extraño montaje paralelo de transición, ágil y breve, se acerca a lo desconcertante antes de que comprendamos a lo que aspira. Por otro lado, tal vez los horrores con los que se encuentra gente de paso en la América profunda resulte un tópico demasiado reconocible; desde La matanza de Texas (1974) sobre todo y sus mil y una revisitaciones. Pero lo que de verdad importa es lo que se hace con ello, sin duda alguna.

Lástima que X no se prodigue con los recursos vocales en la banda sonora minimalista de Tyler Bates y Chelsea Wolfe, que junto con la presencia principal de Mia Goth como Maxine y Pearl, nos recuerdan irremediablemente La cura del bienestar (2016), que los tenía por obra y gracia del compositor Benjamin Wallfisch y el Crouch End Festival Chorus. Escuchándolos en mayor medida, la inquietud de los espectadores hubiese subido varios enteros desde las escenas de partida. Al margen del porno y el gore.

‘X’, una promesa que se acaba derrumbando

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A24

No esperamos que Ti West nos ponga nerviosos con los elementos y las tretas que usa en ocasiones, es decir, estos nos parecen muy imprevistos. Pero los demás se revelan bastante más sutiles, respetuosos y, en última instancia, menos comunes de lo que acostumbra a ofrecernos el horror; tanto en la pantalla grande como en la pequeña. Y realmente se toma su tiempo hasta el estallido definitivo de la tensión dramática. Porque las prisas no son buenas si uno quiere distinguirse con A24.

Uno puede pensar a veces, aun así, en La visita (2015), una obra a años luz de esta en cualquier caso. Además, X nos incomoda al margen del porno en más de un aspecto que nunca abordaría M. Night Shyamalan en sus largometrajes, y Ti West es perfectamente consciente de ello. Y no nos brinda solo cine dentro del cine, por llamarlo de alguna manera por no herir sensibilidades, sino también ingredientes más metacinematográficos, pero sin la insolencia grata de Scream (desde 1996).

Por otra parte, juega con nuestras expectativas sobre en qué momento y por cuál motivo se va a producir la explosión de violencia. Y, de repente, la verosimilitud se le escapa de las manos de un modo inadmisible al hilo de este asunto, y un surrealismo perturbado se apodera de la escena transicional. Porque el impulso típico en el género no basta para que este viraje se acepte así como así, y no debido a que no se desarrolle la tesitura personal que lo provoca: la consecuencia no se justifica.

El conato de un terror distinto de Ti West con A24

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A24

Lo que viene a continuación, sin porno y con la misma moderación audiovisual pero el gusto pueril por la sanguinolencia del gore y algo de la creatividad homicida de siempre, no diremos que se reduce a la dinámica del slasher habitual. Se lo curra para salirse un poco de los cauces habituales, pero no lo suficiente como para que no la veamos como una decepción irritante en toda regla. Lo que nos prometía Ti West en X no se cumple; o la dignidad jamás estuvo ahí y no albergábamos más que falsas ilusiones.

Una mayoría de la crítica profesional coloca al filme como lo más destacado del cineasta, por delante de las independientes La casa del diablo (2009) o The Sacrament (2013). Quizá por su mayor enjundia compositiva. Y nuestro querido Stephen King concuerda con ellos: “X es una muy buena película de terror”, ha publicado en Twitter. “Aterradora, inteligente, astuta. Oh, y entretenida”. Así que, al menos por esta vez, no podemos estar de acuerdo con el gran novelista de Maine.

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