Al margen de lo que lo que pensemos de las polémicas sobre la conducta de ciertos artistas, algunos estamos hasta las narices de que dañen el desarrollo de series de televisión y sagas cinematográficas. Y el spin-off de aquella tan querida sobre el Harry Potter de Daniel Radcliffe (2001-2011) se ha visto comprometida por las controversias en torno a Johnny Depp, Ezra Miller y la propia J. K. Rowling, también autora del guion de Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore (2022).
No en vano, en este último ha intervenido de nuevo Steve Kloves; quien estampó su firma en los de todos los largometrajes acerca del niño mago excepto Harry Potter y la Orden del Fénix (2007) y no había escrito ni una línea de Animales fantásticos y dónde encontrarlos (2016) ni de Los crímenes de Grindelwald (2018), de las que esta tercera entrega se distancia un tanto en el tono, el foco narrativo y, así, la clase de interés que su propuesta puede despertar en los espectadores.
No hay duda por nuestra parte de que para bien, puesto que Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore se revela como la película más madura de las tres. Y, con J. K. Rowling en la picota, resultaría muy lamentable que la recaudación del filme no respondiese a las expectativas de la Warner Brothers; y que, entonces, puedan peligrar las otras dos con las que se cerraría la historia del Newt Scamander de Eddie Redmayne y el Gellert Grindelwald de Mads Mikkelsen.
Dos inconvenientes y un reparto carismático
No obstante, parece difícil de entender que hayan sustituido a Johnny Depp por el actor nórdico, el cual ya nos había puesto los pelos como escarpias en el papel de otro villano, Hannibal Lecter en la barroca serie de Bryan Fuller (2013-2015), sin proporcionarnos una explicación mágica sobre su apariencia diferente. Es decir, no comprendemos que en Animales fantásticos y dónde encontrarlos decidiesen disponer un giro al respecto y no quieran aprovechar aquí semejantes poderes.
Quitando este asunto, sin embargo, únicamente se le puede poner otro pero importante a la séptima película de David Yates en el universo de Harry Potter: que, con su larga duración, de dos horas y veintidós minutos, no justifique la manera en que evoluciona la actitud de determinados personajes con una elaboración mayor en ese sentido. Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore no se precipita en la inverosimilitud con estas cosas, pero sí la fuerza.
Tal inconveniente, por supuesto, hay que achacárselo a J. K. Rowling y a Steve Kloves como guionistas y al realizador porque dirige el cotarro, de ningún modo al elenco, que nos regala otra vez unas encarnaciones con bastantes matices. Desde el mencionado Eddie Redmayne y Jude Law en la piel de Albus Dumbledore, pasando por un estupendo Dan Fogler y Alison Sudol como Jacob Kowalski y Queenie Goldstein y compañía, hasta el recién llegado Mads Mikkelsen.
‘Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore’, un espectáculo minucioso e intimista
Desde la primera escena de Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore, no solo queda clarísimo que David Yates ha apostado un buen trozo del pastel de la efectividad dramática en el carisma de los intérpretes, con algunos roles míticos a estas alturas, sino que la composición audiovisual del filme se muestra como la más minuciosa hasta el momento. Se nota mucho, quizá en mayor medida que con las dos anteriores, que el cineasta inglés ha utilizado la escuadra y el cartabón.
Sirviéndose de profesionales de probada destreza como George Richmond en la fotografía, su habitual Mark Day en el montaje y James Newton Howard a la partitura, descubrimos una sucesión de secuencias para esta aventura, que ocurre antes de que ningún mago conociese el nombre de Harry Potter, con una precisión encomiable. Y si a ello le añadimos los modales sobrios sin despreciar el espectáculo de la hechicería y el enfoque más intimista y menos apoteósico, la más adulta Animales fantásticos: Los secretos de Dumbledore nos satisface, y se agradece.