Para Natalia (nombre ficticio) hace tiempo que el estrés y la ansiedad se convirtieron en sus compañeras de trabajo más fieles. La situación en su empresa es vertiginosa, con un goteo incesante de horas extra sin remunerar, prisas y mucha tensión. Sin embargo, poco a poco la compañía ha ido introduciendo un plan de salud mental dirigido, supuestamente, a cuidar de sus trabajadores. Y su caso no es el único. A día de hoy son muchas las empresas que ofrecen cursos de meditación o mindfulness a sus empleados, a la vez que siguen endureciendo sus condiciones de trabajo.
Les supone un buen lavado de cara ahora que parece que la salud mental está de moda. Es casi comparable al greenwashing de las compañías de comida rápida que ponen pajitas de papel en sus bebidas a pesar de seguir con una huella de carbono inmensa. O de las empresas de telecomunicaciones que intentan luchar contra el problema de la basura espacial, pero sin prestar especial atención a las voces expertas a las que les preocupa la posición de sus satélites en el cielo. Vivimos en la era del bienquedismo. Si lo que hacemos parece positivo de cara a la galería, quizás podamos seguir realizando actividades menos positivas.
Esa es una actitud que beneficia a unos pocos y daña a otros muchos. Por eso, las personas como Natalia están cada vez más quemadas. Porque de nada sirven los consejos para gestionar el estrés cuando es la propia fuente del mismo la que los brinda. Es un parche que a menudo hace más daño que bien.
Estrés laboral y salud mental en las empresas
Natalia es consciente de que lo que ella sufre no es algo exclusivo de su empresa. Cada vez son más las personas que asumen que deben aprender a vivir con una intensa tensión en el trabajo. Y eso, poco a poco, va haciendo mella en su salud mental. “Todo es para ayer, cada semana lo que has hecho se suma a nuevo trabajo, reuniones que se salen de la jornada laboral, encargos que llegan de viernes para lunes y hay que hacerlos por supuesto sin cobrar más, esa sensación de no poder irte a dormir tranquila si no miras el correo a las once de la noche…”, se lamenta la joven. “Siento que vivo para trabajar, que hasta mis fines de semana son propiedad de mi empresa”.
Eso, lógicamente, le genera un gran estrés, que poco a poco está calando en su salud mental. “En los últimos meses el nivel de estrés ha subido, estoy menos creativa, más irascible, duermo peor y tengo pensamientos intrusivos acerca del trabajo incluso en mi tiempo libre”.
Esto es algo normal. Las malas condiciones laborales, entre las que predominan sueldos que no se corresponden con el trabajo o jornadas excesivamente largas, afectan cada día al bienestar emocional de más personas. Lo ha explicado a Hipertextual la psicóloga Noelia Vargas.
“Son unas condiciones que suponen un alto coste en todos los niveles, por muy vocacional y enriquecedor que sea el puesto. Condiciona el resto de áreas vitales al no poder conciliar, dedicar el tiempo necesario a tareas de autocuidado (algo como cocinar se puede volver una tarea más, con el riesgo que supone alterar hábitos saludables) y tampoco acceder a tareas de ocio. Puede llevar al aislamiento social y también afectar al sueño por altos niveles de activación derivado del estrés”.
Noelia Vargas, psicóloga
Además, la especialista incide sobre todo en los sueldos demasiado bajos. “Si el sueldo es muy bajo, implica reducir también ese tiempo de ocio y cuidado, comprar comida de peor calidad o echar más horas de trabajo para poder llegar a fin de mes”, recuerda. “Esto se agrava en núcleos urbanos donde los precios del alquiler son absolutamente desproporcionados”.
¿Es el 'mindfulness' la solución?
En realidad, no todas las empresas optan por el mindfulness. De hecho, esa no ha sido precisamente la estrategia de la compañía en la que trabaja Natalia. “De momento han comenzado una campaña de comunicación interna, la típica newsletter con consejos genéricos, que vayas a un psicólogo si lo necesitas, que busques a alguien con quien hablar, que hagas meditación o algo así”, explica. “Lo que son cambios de verdad o quitar a personas tóxicas, que yo sepa nada”.
En general, los consejos no son malos. Está bien tener unas pautas sobre cómo actuar en caso de que se resienta nuestra salud mental. Y es maravilloso que se desestigmatice el hecho de acudir a un psicólogo cuando es necesario. Pero estos consejos deben ir acompañados de una política de mejoras para lidiar con la fuente del estrés. Si no, no sirve de nada.
Y no, tampoco sirve el mindfulness que tan de moda está en las empresas. Esta técnica consiste en entrenar la mente para centrar la atención de forma intencionada en lo que hacemos en un momento concreto, sin juzgar, rechazar o apegarse a los pensamientos, las emociones o las sensaciones que se perciben en el proceso.
A pesar del aura de misticismo que puede envolver a esta herramienta por sus orígenes budistas, lo cierto es que son cada vez más los psicólogos que la añaden a su lista de intervenciones de salud mental. De hecho, según un estudio publicado en 2019, aunque la base de su evidencia tiene limitaciones significativas, muestra patrones consistentes. Ese mismo estudio señalaba que, si se hace un buen uso de ella, sus resultados son comparables a los de “otros tratamientos establecidos para múltiples objetivos clínicos, incluidos la depresión, la ansiedad, el dolor y el uso de sustancias”.
Por otro lado, en 2017 se había publicado otro estudio que se centraba en la ansiedad y la depresión y concluía que los resultados son muy similares a los de la terapia cognitivo-conductual. La depresión y los trastornos de ansiedad generalizada son muy comunes entre personas sometidas a altos niveles de estrés laboral. ¿Podrían ser entonces beneficiosos estos talleres? Para Vargas no es tan sencillo. ”Depende de cómo se utilice y con qué fin”, aclara. “Hay personas a las que no les va a funcionar y en diversos problemas psicológicos incluso está contraindicado”. Por lo tanto, el mindfulness constituye una herramienta más, pero no debe tratarse por sí solo para tratar un problema para el que ya han empezado a saltar las alarmas del organismo.
“El estrés nos está diciendo que nuestro cuerpo necesita poner límites y eso no va a solucionarlo una herramienta. Al final se trata de intentar estructurar nuestro día a día, así como preservar nuestros propios espacios. Y por supuesto acudir a un profesional si tenemos dificultades para poder verlo u organizarlo, además de trabajar con otras estrategias adaptadas a nuestras necesidades”.
Noelia Vargas, psicóloga
Por último, la psicóloga recuerda que, aun pudiendo ser beneficioso como herramienta, el mindfulness es solo un parche si no se hace algo por detener las condiciones laborales injustas. “No va a dejar de ser un parche para el problema de fondo y lo único que se consigue es alargarlo”.
Y lo peor es que puede ser un parche inconsciente o totalmente consciente, como parece que ocurre en la mayoría de casos. Como la propia Natalia percibe en su empresa: “Me da la impresión de que estas cosas son para subirse al carro de lo que está de moda y contarlo en LinkedIn y para que los clientes se queden tranquilos”.
Cuando la culpabilidad se adueña de nosotros
Uno de los grandes problemas de las condiciones laborales injustas y el exceso de trabajo es que se crea en los empleados una situación de culpabilidad difícilmente solucionable con algo como una newsletter con consejos o un taller de mindfulness.
De hecho, es algo que también nos ha contado Natalia que le pasa a ella. “Ha llegado un momento de exigencia en el que incluso irme, ya no te hablo de mi hora, sino trabajando solo media hora más por las tardes en vez de una, dos o tres horas me hace sentir mala persona y que no estoy dando la talla”.
Esto es consecuencia del estrés, pero también de que la empresa haga sentir a los empleados que todo depende de cómo manejen ellos la frustración. Se disfraza de empoderamiento y capacidad para gestionar nuestras vivencias algo que en realidad es una estratagema para depositar todo el peso de los errores de la compañía en las espaldas del trabajador.
Es más, para la psicóloga entrevistada por este medio todo esto se convierte en una privación de la libertad. “Lo que se está dando es una privación de la libertad de la persona, que le puede llevar a una situación de indefensión”, relata. “Muchas personas interpretan la situación desde su propio control, con altos niveles de autoexigencia y culpándose a sí mismas de lo que les pasa”.
Por otro lado, así se consigue que los trabajadores dejen de reclamar sus derechos. Al fin y al cabo, se les está haciendo creer que es todo su responsabilidad. Y que puede que simplemente no estén trabajando lo suficiente. “Si el problema es individual, va a ser muy difícil que tus trabajadores se organicen y pidan unas mejores condiciones”. explica Vargas. “No son pocas las entidades que promueven esta cultura de empresa, donde los valores pasan por todo un filtro de responsabilidad individual, haciendo caso omiso incluso a los propios convenios colectivos o coaccionando de forma individual para que no se formen comités de empresa”.
En conjunto, todo esto es tan peligroso que incluso están proliferando los casos de ideaciones suicidas. O de suicidios, directamente.
Ojo con quién te enseña a usar el 'mindfulness'
Si al instaurar una actividad lo único que te interesa son las apariencias, es más que probable que no busques que dicha actividad se haga de la forma más correcta posible.
Por eso, a menudo quienes realizan los talleres de mindfulness y otras actividades relajantes no son psicólogos. En realidad se trata de coaches. Este es un término muy actual que básicamente se usa para disfrazar de modernidad el intrusismo laboral. Los coaches nutricionales, que hacen (mal) el trabajo de los nutricionistas, y los motivacionales, que pretenden sustituir a los psicólogos, son los más comunes. Y ninguno hará jamás un trabajo tan bueno como el de los profesionales a los que intentan suplir.
En el caso de los últimos, su trabajo suele ir envuelto en un velo de buen rollo que es precisamente lo que buscan las empresas. Ayudar es lo de menos, lo importante es que parezca que hay interés por la felicidad de los empleados.
Pero esto, como era de esperar, no es lo que los trabajadores necesitan. Y tampoco los psicólogos. Lo tiene muy claro Noelia Vargas, quien nos ha explicado también cuáles son las diferencias entre su profesión y el trabajo realizado por coaches motivacionales. “Un profesional de psicología va a llevar a cabo una evaluación exhaustiva para detectar las necesidades y establecer los objetivos necesarios”, relata. “Con una formación adecuada detrás y teniendo en cuenta siempre la evidencia científica en el campo. No se va a limitar a meras charlas o talleres motivacionales”.
Al final, si los empleados realmente necesitan ayuda (y desde luego muchos la necesitan) solo les queda buscar ellos mismos un psicólogo. Dada la situación pública, a menudo eso conlleva tener que recurrir a uno privado. Y eso supone tener que gastar un dinero extra, por lo que no conviene estar a malas en el trabajo. Así se forma un círculo vicioso en el que la salud mental sigue siendo la gran olvidada de las empresas. Por mucho que se pongan medallas por fingir que se preocupan por cuidarla.