Apple está desarrollando tecnologías destinadas a ayudar en la detección de enfermedades mentales como la depresión. Estas aumentarían el amplio abanico de funciones dedicadas a la salud que ofrece actualmente la compañía a través de sus dispositivos.
Los investigadores se sirven de los datos sobre el usuario que se pueden recoger a través de los sensores del iPhone para concebir algoritmos que puedan extraer señales que identifiquen posibles trastornos en el estado de ánimo. Patrones de actividad física, calidad y duración del sueño e, incluso, cómo escribe una persona pueden ser de ayuda a la hora de realizar un diagnóstico preliminar.
Esta iniciativa, hecha pública por el Wall Street Journal, se encuentra en las primeras etapas de desarrollo, y puede que tarde varios años en incluirse dentro de las funciones de iOS o que nunca llegue a ver la luz. Y es que, pese a que algunos estudios científicos han logrado evidenciar que las personas que sufren algún tipo de trastorno mental usan sus dispositivos de forma diferente, todavía hace falta demostrar que un algoritmo sea capaz de detectar este tipo de patologías aunque sea de forma preliminar. Siempre se necesitará posteriormente un diagnóstico realizado por profesionales.
A diferencia de los posibles problemas de salud física que puede ayudar a identificar a los usuarios el Apple Watch, las enfermedades mentales y los trastornos cerebrales son más complicados de detectar. No se puede establecer una simple comparación cuantitativa de los datos recopilados; se requiere de un seguimiento hecho por especialistas. Pero no todo el mundo tiene acceso a ellos, y Apple quiere ofrecer una alternativa a gran escala que facilite, por lo menos, el primer paso a la hora de tratar una enfermedad mental: ser consciente de que se está padeciendo una.
Salud mental, una pandemia silenciosa
La crisis sanitaria a la que nos enfrentamos todavía ha sacudido los cimientos de nuestra sociedad. Nos ha impuesto nuevas formas de socializar, trabajar o solicitar atención médica. Y, cuando el COVID-19 colapsó el sistema de salud pública, la atención a la salud mental de medio mundo se paralizó. Existía un problema más urgente que atender: personas muriendo en los pasillos de los hospitales.
Este colapso unido a los confinamientos, la incertidumbre, las muertes y los duelos que no pudieron vivirse y gestionarse con el tiempo que éstos requieren hicieron estallar un problema cuya semilla ya estaba plantada en nuestra sociedad.
Iñigo Errejón, de Más País, solicitó en marzo una "actualización de la estrategia de salud mental, porque cada semana que pasa hay miles de españoles que sufren". "Hay que doblar el número de psicólogos en la salud pública porque que alguien te eche una mano cuando estás solo y lo pasas fatal no puede ser un lujo para quien se lo puede pagar".
Según la Organización Mundial de la Salud, la salud mental es un componente fundamental de la salud, entendida ésta como "el estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades". Sólo una persona sana mentalmente es capaz de hacer frente al estrés cotidiano, trabajar de forma productiva y contribuir con el resto de la ciudadanía.
"Los datos de urgencias no bajan. Antes de la pandemia teníamos tres o cuatro intentos de suicidio semanales. Hace unas semanas estábamos a más de 20 y la semana pasada alcanzamos los 35 casos", aseguró el gerente del hospital infantil de Sant Joan de Déu, Manel del Castillo.
Según el CIS, desde el inicio de la pandemia, un 6,4% de los españoles han recurrido a un profesional por síntomas relacionados con la ansiedad y la depresión. Los escasos recursos destinados a la salud mental en el sistema de sanidad público español y el colapso de éste indican que sólo alcanzamos a contemplar la punta del iceberg de un grave problema para la sociedad que se ha de tratar con urgencia. Mas, ¿cómo podrían las grandes tecnológicas ayudar?
¿Qué pueden hacer tecnológicas como Apple al respecto?
Biogen, una multinacional biotecnológica estadounidense, anunció en enero una colaboración con Apple para emprender a finales de año un estudio destinado a investigar el papel que podrían desempeñar el iPhone y el Apple Watch en el seguimiento del rendimiento cognitivo de las personas y detectar su deterioro, incluido el deterioro cognitivo leve (DCL).
Se prevé que dure varios años y contará con tanto con participantes jóvenes como con adultos de avanzada edad con diferentes rangos de rendimiento cognitivo. El objetivo principal es elaborar un patrón que permita tanto la monitorización del rendimiento cognitivo como la identificación de los primeros signos de su deterioro.
El envejecimiento afecta a la agilidad y la precisión de las facultades cognitivas de las personas. Memorizar información, mantener la atención durante periodos largos de tiempo o evocar un nombre se vuelven tareas cada vez más complicadas. Éstas son parte del envejecimiento, pero es importante saber detectar y diferenciar las señales que sugieran que se trata de una persona que presenta los primeros síntomas de DCL o Alzheimer.
Algunos pacientes afectados por DCL acaban evolucionando hacia la demencia. Los síntomas se presentan cuando el proceso patológico ya está avanzado, por lo que la progresión de la enfermedad sigue acelerándose pese a que se comience con el tratamiento paliativo.
Uno de los grandes objetivos del estudio consiste en identificar marcadores genéticos que permitan un diagnóstico de Alzheimer en etapas iniciales o incluso antes del desarrollo de la propia enfermedad. Es aquí donde Apple pretende ayudar mediante algoritmos de inteligencia artificial. Éstos utilizarán los datos recopilados a través del iPhone y el Apple Watch para detectar el DCL de forma temprana para recomendar al usuario que busque atención médica.
Biogen está muy interesada en que este estudio llegue a buen puerto. Su nuevo fármaco para tratar el Alzheimer, Aduhelm, fue aprobado por la Administración de Medicamentos y Alimentos estadounidense en junio. Además de ser el primero aprobado desde el 2003, es también el primero que se basa en combatir la causa subyacente al reducir la acumulación de la proteína beta-amiloide del cerebro.
Junto a la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), Apple está realizando otro estudio en paralelo para detectar síntomas de estrés, ansiedad o depresión. Comenzó a finales de 2020, y la siguiente fase ha comenzado esta semana con la ayuda de 3.000 voluntarios.
Se empleará la cámara de vídeo, el teclado y el micrófono del iPhone y los sensores cardiacos, de movimiento y de sueño del Apple Watch para analizar mediante algoritmos de aprendizaje automático las expresiones faciales, la actividad física o la velocidad a la que teclean personas que padezcan algún tipo de trastorno mental transitorio. Según los documentos a los que ha tenido acceso el diario estadounidense, incluso se medirá la cantidad de cortisol a través de los folículos capilares de los participantes.
El objetivo es encontrar datos peculiares y cuantificables que sirvan para identificar con cierta fiabilidad estos síntomas a gran escala. Cualquier pista puede ser útil para que se puedan establecer comparaciones con el nivel de energía, capacidad de concentración o emociones que muestren los pacientes. Todos estos datos serán comparados con cuestionarios y seguimientos realizados por profesionales. Dentro de la colaboración con Biogen, éstos se contrastarán y compararán con pruebas psicológicas estándar destinadas a detectar DCL y pruebas de escáner cerebral.
El tercer estudio que se está llevando a cabo es junto a la Universidad de Duke. Se centra en la detección del autismo infantil. La multinacional espera crear junto al equipo de investigadores de la universidad un algoritmo capaz de detectar síntomas propios de un cuadro de autismo empleando la cámara frontal para analizar el foco de atención de los niños. El objetivo es, como en el resto de estudios, detectar posibles patologías cuanto antes y recomendar al usuario —o padre o tutor en este caso— acudir a un profesional para realizar un diagnóstico apropiado y comenzar un tratamiento lo antes posible en caso de que fuera pertinente.
Google por su parte, aunque todavía no ha presentado un estudio o colaboración clara a emplear en el futuro dentro de sus smartphones, es otra de las multinacionales tecnológicas interesadas en la salud con iniciativas destinadas diseñar algoritmos que puedan ayudar a los patólogos a clasificar el cáncer de próstata con más objetividad y facilidad o asistan al usuario en la detección prematura de posibles enfermedades de la piel mediante la cámara del smartphone.
¿A qué precio ayudarán las tecnológicas como Apple o Google?
Las ambiciones de las tecnológicas junto a diferentes laboratorios y universidades en el campo de la salud no sólo dependen de sus ingenieros e investigadores. Los usuarios tienen que confiar en que el fabricante de su smartphone haga un buen uso de la información que extrae de ellos y cómo será empleada. Las investigaciones más arriba mencionadas están llevándose a cabo mientras la compañía enfrenta múltiples críticas por su planeado sistema automático de detección de contenido de abuso sexual infantil.
Esta función, que iba a ser integrada en iOS 15, escanea los datos matemáticos de las fotografías que sus usuarios suben a iCloud Photos en busca de posibles delitos. La principal crítica es que, pese al loable fin, la multinacional ha implementado una puerta trasera que rompe con el cifrado de las fotografías y que podría ser en el futuro empleada para rastrear otro tipo de contenido en países como China o Rusia.
Apple se defendió argumentando que la privacidad sigue siendo uno de sus pilares, pero que hay que atacar este grave problema a la vez. Sin embargo, el lanzamiento de esta función se ha demorado por las preocupaciones y críticas que ha mostrado la opinión pública tras conocer la iniciativa y su delicada implementación.
En cuanto a las funciones específicas relacionadas con la salud que ya incluye la compañía en su reloj, tanto la recopilación de datos biométricos como su tratamiento es realizado a través de chips y algoritmos dedicados en el propio iPhone. Por lo tanto, la información nunca sale de éste y Apple puede ofrecer estas ventajas sin comprometer la privacidad de sus usuarios.
No obstante, en cuanto a la salud mental, los datos no estarían limitados al nivel de oxígeno en sangre o ritmo cardíaco, sino que se analizarían expresiones faciales, qué se escribe e, incluso, qué se siente. Es información aún más delicada e íntima cuya recopilación y análisis puede generar cierto recelo en el consumidor.
La clave para proteger al usuario es que la información nunca salga del dispositivo personal y vaya a parar a un servidor. Algo en lo que Apple ha hecho siempre hincapié, hasta que ciertos gobiernos les obligan a realizar concesiones, como ocurre en China.
Una ayuda, no una solución
"Como todo el mundo, durante el último año y medio he estado encerrada y aislada y es chocante estar de vuelta en un sitio que se sentía como mi segundo hogar. Pero ya no lo es, y éste es un cambio muy drástico", reconoció Miley Cyrus en medio de un concierto celebrado hace unos días tras sufrir un ataque de pánico al entrar al escenario. Hizo público y normalizo lo que sentía al igual que hizo Simone Biles en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 renunciando a competir en gran parte de las finales en las que optaba a medalla.
La presión a la que están sometidos cantantes y deportistas se toma demasiado a la ligera. Lo mismo ocurre con el resto de personas a las que su entorno les ha obligado desde la infancia a no poder tener el derecho de estar tristes, sufrir ataques de ansiedad o contarlo y buscar ayuda.
De poco sirve que la tecnología nos recomiende buscar atención profesional si la sociedad sigue mirando a otro lado o si los recursos de la sanidad pública son claramente insuficientes para atender de forma rápida y eficaz a los millones de personas que padecen de problemas de salud mental.
Que las tecnológicas se interesen en colaborar en su pronta detección y que celebridades reconozcan que como toda persona se sienten presas ocasionalmente de la ansiedad y el pánico son pasos de gran importancia para empezar a intentar subsanar el gran problema de la salud mental.
La salud mental es una pandemia silenciosa que debemos combatir como sociedad, en primera instancia, sintiéndonos con el derecho para hablar de ello con normalidad.