No pocos analistas de cine desprecian al director británico Ridley Scott, afirmando que no nos ha ofrecido ninguna otra película relevante después de Alien, el octavo pasajero (1979) y, como mucho, Blade Runner (1982) y burlándose por su breve pasado publicitario y videoclipero, cuyo estilo insustancialmente pomposo aseguran ver en su obra posterior. Aunque no sabemos dónde encontrarán algo así en La casa Gucci (2021), su último filme de estreno.
Pese a que la realidad es que empezó en el mundillo televisivo; con series como Z Cars (Troy Kennedy Martin y Allan Prior, 1962-1978), fenómeno de culto, The Troubleshooters (John Elliot, 1965-1972) o The Informer (Geoffrey Bellman y John Whitney, 1966-1967).
Hay quienes aman a su vez Los duelistas (1977), Thelma y Louise (1991) o Marte (2015). Pero otros diríamos, sin embargo, que Gladiator (2000), la exquisita Hannibal sobre todo, Black Hawk derribado (2001), Los impostores (2003) y American Gangster (2007) son también, cada una en su ámbito específico, aportaciones bastante interesantes de Ridley Scott.
El inglés es uno de esos cineastas incombustibles que, pese a su avanzada edad, continúan al pie del cañón, rodando un largometraje tras otro; como Clint Eastwood, autor de Mystic River (2003) o Million Dollar Baby (2004), o el asediado Woody Allen, a quien debemos agradecerle, por ejemplo, Annie Hall (1977) o Match Point (2005). Y La casa Gucci, adaptación del libro escrito por Sara Gay Forden y titulado The House of Gucci: A Sensational Story of Murder, Madness, Glamour and Greed (2001), es la última muestra de que está en buena forma.
Una larga película con la que nunca perdemos el interés
Como obra que solamente se inspira en los hechos protagonizados por la célebre familia italiana, sigue la estela de Todo el dinero del mundo (2017); por sus elementos, estilo e interés dramático. Las luchas por el poder, la guita, la ambición y los enfrentamientos entre parientes los encontramos en ambas. Con una mujer como motor de lo que ocurre en gran medida; la Gail Harris de Michelle Williams en la una y la Patrizia Reggiani de Stefani Germanotta, más conocida como Lady Gaga, en La casa Gucci.
Pero la gran diferencia que podemos señalar fácilmente en la realización de estas dos películas de Ridley Scott es una mayor sobriedad al elegir los recursos audiovisuales y un tono menos oscuro en la mayoría de las secuencias de la segunda, que fluye con una ligereza agradable, un planteamiento in extremis y un larguísimo flashback que no nos aburre, ni nos hace perder la paciencia pese a los muchos minutos que nos exige permanecer sentados ante la pantalla ni, así, nos empuja a mirar el reloj en ningún momento.
El británico ha sabido jugar bien sus cartas para que salgamos satisfechos del cine. No obstante, dos eficaces contribuciones le han ayudado sin duda en esta tarea. Una de las mismas es el incisivo guion de La casa Gucci, firmado por el novato Roberto Bentivegna (The Mirakle) y la poco prodigada Becky Johnston, responsable de los de Under the Cherry Moon (Prince, 1986), las bastante conocidas El príncipe de la mareas (Barbra Streisand, 1991) y Siete años en el Tíbet (Jean-Jacques Annaud, 1997) y Arthur Newman (Dante Ariola, 2012).
‘La casa Gucci’ no brilla, pero convence
A las conversaciones con las que avanza la trama familiar no les sobra un signo de puntuación, lejos de la palabrería del Quentin Tarantino pelmazo; y la sencilla elocuencia que transmiten y el grato sentido del humor que surge en ocasiones, no exento de cierto patetismo particular, nos mantienen complacidos en el asiento. Como las interpretaciones de su lujoso reparto, la otra bendición evidente para Ridley Scott en La casa Gucci.
Con una esforzada Lady Gaga (American Horror Story: Hotel) a la cabeza, en la adecuada compañía de un intachable Adam Driver (Girls), de un Al Pacino (Esencia de mujer) que se encuentra más allá de toda expectativa siempre. De un Jeremy Irons (La misión) al que poco le falta para lo mismo y un delicioso e irreconocible Jared Leto (Las vidas posibles de Mr. Nobody) en la piel de Maurizio, Aldo, Rodolfo y Paolo Gucci, o unos correctos Jack Huston (La gran estafa americana) y Salma Hayek (Traffic) como Domenico De Sole y Pina Auriemma.
La decisiva conjunción de estos talentos a las órdenes de Ridley Scott en La casa Gucci, sin olvidar la precisa fotografía del habitual Dariusz Wolski (Piratas del Caribe). El limpio montaje que nos brinda Claire Simpson (El jardinero fiel) y la labor discreta de Harry Gregson-Williams (Shrek) en el apartado de la banda sonora, nos garantiza una narración que nunca nos parece fulgurante pero nos deja, en definitiva, un buen sabor de boca.