Por cuestiones laborales o simple interés, uno puede estar pendiente de lo que cinéfilos y colegas de la prensa cinematográfica opinan sobre las plataformas de streaming. Y es habitual encontrarse a internautas que ponen el catálogo de películas y series de Netflix a caer de un burro. Sí, hay mucha porquería entre sus títulos, pero probablemente no más que lo que uno ve en sus competidores y, desde luego, tampoco en mayor medida que lo estrenado en cartelera. Además, que nos busquen en otros sitios proyectos tan arriesgados como Dark (Baran bo Odar y Jantje Friese, 2017-2020), Estoy pensando en dejarlo (Charlie Kaufman, 2020) o Nuevo sabor a cereza (2021).

Esta última es la reciente miniserie creada por los estadounidenses Nick Antosca y Lenore Zion para adaptar la novela homónima de Todd Grimson (2011) y, como mínimo, hay que decir que ofrece momentos muy desconcertantes.

‘Nuevo sabor a cereza’, de lo más rarito de Netflix

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Netflix

No es que los dos cineastas hayan basado su aún breve carrera como guionistas en el desconcierto, pero sí en algo que tiende a meter un gol en esa portería. Y, desde el mismo nombre de este thriller delirante con trazas de terror, su disparo ya está en la red. Nick Antosca ha escrito libretos para tres episodios de la hipnótica Hannibal (Bryan Fuller, 2013-2015) y el de la desangelada película El bosque de los suicidios (Jason Zada, 2016) con Sarah Cornwell y Ben Ketai, y ha creado las antologías Channel Zero (2016-2018) y The Act (2019) con Michelle Dean.

Lenore Zion, por su parte, ha colaborado en la redacción de doce guiones de Ray Donovan (Ann Biderman, 2013-2020), nueve de Buena conducta (Blake Crouch y Chad Hodge, 2016-2017), uno de la mencionada Channel Zero y tres de Billions (Brian Koppelman, David Levien y Andrew Ross Sorkin, desde 2016).

De lo que no cabe duda es que Nuevo sabor a cereza se desmarca como una de las series de Netflix más raritas que podemos ver. Su base es la metacinematografía, el cine que habla del cine, como excusa para ir desarrollando una extrañeza que se establece en lo sobrenatural. Los elementos de la misma son de fantasía brujeril, alucinatoria, fúnebre o incluso de tránsitos imposibles que se convierte en un surrealismo más o menos sutil y llega hasta lo bizarro en su acepción contemporánea.

Un sueño febril salido de la mente de un loco

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Hay aquí cierto espíritu del David Lynch de Mulholland Drive (2001) y, en ocasiones, nos recuerda hasta a Bliss (Joe Begos, 2019), solo que resulta mucho menos desagradable que tal filme, para lo cual tampoco se requiere un esfuerzo demasiado grande. Por otro lado, genera preguntas muy pronto con apariciones e imágenes extrañas, y se van sumando conforme se suceden sus ocho únicos capítulos.

Los planos de Nuevo sabor a cereza se muestran detallistas cuando el equipo de realizadores de Nick Antosca y Lenore Zion lo estima oportuno en una composición, al comienzo, muy serena, que cambia de una forma brusca pero no chocante al enrarecerse los acontecimientos; y se diversifica y acelera un tanto porque se adecúa a lo que vive Lisa Nova, la protagonista exasperada a la que Rosa Salazar (Alita: Ángel de combate) interpreta con mucho tino.

No menor que el de sus compañeros para sus respectivos personajes, casi siempre ambiguos. El Lou Burke de Eric Lange (Lost) no puede ser más creíble, da gusto la confianza que Catherine Keener (Capitán Phillips) le insufla a la enigmática Boro y nada malo podemos señalar del Roy Hardaway, el Code, la Christine Woods o la Mary Gray de Jeff Ward (Agentes de SHIELD), Manny Jacinto (Malos tiempos en El Royale), Hannah Levien (The Magicians) y la novata Siena Werber; ni de las demás construcciones dramáticas.

En definitiva, uno continúa viendo un capítulo tras otro de Nuevo sabor a cereza en Netflix por el buen trabajo de su elenco y porque, pese a que no se trata de ninguna maravilla, su excentricidad, su retorcido sentido del humor y su cualidad imprevisible hacen que le seduzca y desee saber a dónde demonios se dirige este sueño febril salido de la mente de un loco.