El mercado tecnológico de la última semana ha estado marcado por las enormes pérdidas en bolsa que han tenido varias de las grandes tecnológica chinas.
Las medidas regulatorias impuestas por el propio gobierno han limitado opciones de su salida a bolsa, recortado sus beneficios y frenado su expansión internacional, en un movimiento que parece un autosabotaje en el objetivo que durante los últimos 40 años parecía tener el gigante asiático: crecer sin parar.
Sin embargo, esta tirantez entre sus propias empresas tech y el gobierno viene de bastante más atrás, y en cierto modo se puede entender como una lucha de poder entre el poderío digital y el asentado que, a menor escala, se está viviendo en todo el mundo con demandas e investigaciones anti-monopolio. Con la salvedad, eso sí, de que China no es una democracia.
Qué ha cambiado en China
Haciendo un repaso rápido por alguno de los últimos acontecimientos, podemos encontrar varias señales que marcan este cambio de rumbo en China con respecto a sus grandes empresas.
Durante décadas, aunque mantuvieron un estricto control sobre sectores estratégicos como la banca y el petróleo, los dirigentes chinos dieron libertad a empresarios e inversores para impulsar la adopción de nuevas tecnologías y abrir nuevas oportunidades de crecimiento. Deng Xiaoping marcó la pauta a mediados de la década de 1980 cuando dijo que estaba bien que algunos se enriquecieran antes que otros. Ahora, con la ralentización del crecimiento y la creciente hostilidad de las relaciones con Estados Unidos que viene desde la era Trump y el pulso por Huawei, el Partido Comunista Chino ha cambiado de tesis y está haciendo hincapié en objetivos diferentes: la prosperidad común y la seguridad nacional por encima del rendimiento económico.
Esa es, al menos, la tesis que se tiene desde occidente y que defienden analistas como Tom Hancock, de Bloomberg. No obstante, esta idea no se separa un ápice de lo dicho por el propio Partido Comunista Chino en su última gran asamblea, donde se acordó iniciar “nueva fase de desarrollo”. En ella se anteponen tres prioridades al crecimiento ilimitado:
- La seguridad nacional, que incluye el control de los datos y una mayor autosuficiencia tecnológica
- La prosperidad común, que pretende frenar las desigualdades que se han disparado en las últimas décadas
- Estabilidad, que significa frenar el descontento de la clase media china.
Los cambios no solo han afectado a los grandes poderes tecnológicos, en junio, el presidente Xi Jinping anunciaba el cese de las escuelas extraescolares para dar prioridad exclusiva a la enseñanza reglada y pública. ¿Está volviendo China a ser más Comunista y cerrada? Eso parece.
Qué ha pasado con las tecnológicas
A raíz de todo este cambio de rumbo, las tecnológicas chinas y sus principales poseedores han comenzado a situarse en el ojo del huracán. Una tensión al alza que acabó generando en enero hasta dudas sobre el paradero de Jack Ma, fundador de Alibaba y que ha realizado varias declaraciones poniendo en cuestión el planteamiento económico estatal.
Estos son algunos de los acontecimientos ocurridos en los últimos meses:
- En noviembre de 2020, Ant Financials, matriz de AliPay y también propiedad de Jack Ma, pretende salir a bolsa pero es vetada por el Gobierno.
- Desde marzo a junio, China multa a varias empresas de envío de comida y después regula de forma fuerte las condiciones laborales de sus repartidores (un caso similar al de la Ley Rider en España, pero en las formas chinas). El movimiento les hace caer en bolsa.
- En abril el Gobierno impone a Alibaba una multa de 2.800 millones antimonipolio.
- En mayo el organismo regulador investiga a empresas como Baidu, Tencent o ByteDance, propietaria de TikTok, por sus prácticas anticompetitivas.
- En julio, Didi, un homólogo de Uber en China, es expulsado de las tiendas de aplicaciones de China por supuestamente recopilar datos de forma irregular.
Nada quizá muy distinto a lo que hemos visto en las sanciones en Europa, con la diferencia de que China hasta ahora había dejado hacer (y crecer) a estas empresas.
Una historia que en realidad se remonta mucho más
El resultado ha sido claro. Empresas como Tencent Holdings, un conglomerado de entretenimiento y tecnología, se desplomaron casi un 8%. Por otro lado, los valores de tecnología electrónica se desplomaron casi un 50% en Hong Kong.
Pero las raíces de estos cambios vienen desde mucho más lejos que el año pasado. Análisis como el de Yashi Gupta de la CNBC lo ligan a la salida al NASDAQ de Alibaba en 2014, cuando entonces Ma y el Gobierno Chino parecían llevarse mejor, y se inició una rueda de favores que acabó sin completarse.
Pero ¿cómo y cuándo el Partido Comunista dio un giro de 360 grados?
Todo parece indicar que la gota que colmó el vaso fue el intento de salida a bolsa el año pasado de Ant Financials, momento que siguió a la ‘desaparición’ de Ma y a la oleada de medidas antimonopolio recopiladas antes.
Después, el objetivo se centró en Didi, que recibió el mazazo de la retirada de sus apps dos días después de su salida a bolsa en Nueva York.
Pero, ¿por qué China ataca a sus propias empresas?
Seguramente sea una pregunta difícil de responder sin tener de fondo el cambio de rumbo marcado por el Partido Comunista este año. China, en cualquier caso, parece haber iniciado una campaña antimonopolio como lo han hecho casi todas las grandes economías del mundo contra las tecnológicas.
Otra tendencia específica a tener en cuenta en esto es que no están atacando a todas sus empresas tecnológicas, como escribe Noah Smith, columnista de Bloomberg, sino que se centran en las “empresas de internet orientadas al consumidor”.
Por ejemplo, Huawei, una empresa “tecnológica”, sigue contando con el respaldo del gobierno por su importancia en el despliegue 5G y con una fuerte ligazón con el gobierno
Otro argumento es que China se está poniendo al día en cuanto a leyes y regulaciones para alcanzar la paridad con Occidente. Las leyes antimonopolio de China se aprobaron en 2007, después de que buena parte de estas empresas se fundaran. Alibaba se fundó en 1999, Tencent en 1998 y Baidu, su Google, en el año 2000.
Lillian Li, economista con base en China, habla en su newsletter también de la idea de “Dejar que las balas vuelen un rato”, una analogía que aplicada a la macroeconomía se entiende como que los reguladores dejen ver su poder ante otros actores en crecimiento.
Lo que parece evidente, en cualquier caso, es que la postura interna de China ha cambiado en muchas cosas, y eso también ha afectado a sus tecnológicas justo en el momento en el que estaban intentando trascender de su enorme mercado interno.