Casi todos los directores de cine con verdadero talento pinchan en alguna aventura de entre en la que se embarcan; no digamos ya los que ni lo huelen o a cuya filmografía se suman títulos sin pena ni gloria. Para el londinense Joe Wright, su primer descarrilamiento ha llegado con La mujer en la ventana (2021), una de las más recientes películas de Netflix.
Su parentesco con La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954) es tan evidente que resulta abrumador, y remarcarlo desde el mismo comienzo, bastante excesivo. Procede de la novela homónima que adapta del neoyorkino Daniel Mallory (2018). Y, no obstante, se aleja de la estupenda intriga del maestro británico, que merece su culto, con varias vueltas de tuerca y por su aroma indiscutible al género giallo de Mario Bava, Lucio Fulci o Dario Argento.
Tampoco se entiende muy bien qué pinta Joe Wright firmando este thriller psicológico. Quizá quisiese darse el gusto de experimentar; y no sería un deseo nuevo si consideramos que, tras dramas como Orgullo y prejuicio (2005), el virtuoso Expiación, más allá de la pasión (2007) y El solista (2009), tuvo el cuerpo para la acción habilidosa de Hanna (2011).
Y, después de regresar por sus fueros con Anna Karenina (2012), probó con un proyecto fílmico que a punto estuvo de hacerle patinar antes de La mujer en la ventana, la fantasía de Pan: Viaje a Nunca Jamás (2015); mientras que la histórica El instante más oscuro (2017) no abandona sus cauces habituales. En todos estos precedentes le hemos visto más claramente inspirado que en la desangelada película de Netflix.
‘La mujer en la ventana’ apesta a viejo
Buena parte del problema se debe a que la historia de Daniel Mallory, que publica con el seudónimo inútil de A. J. Finn, nació ya vieja y, por lo tanto, su traslación cinematográfica también. En mayor medida esta última si cabe porque los referentes que la relegan como propuesta caduca son de la gran pantalla. Máxime cuando el propio escritor ha reconocido que debería haber mencionado Copycat (Jon Amiel, 1995) como una gran fuente de inspiración.
Así las cosas, los ecos de lo que cuenta La mujer en la ventana resultan tan ensordecedores que arruinan la función. Incluso con los giros que mezclan diferentes resoluciones posibles, pues tampoco hay novedad en ellos. Y uno diría que no importa si el formato que Joe Wright nos ofrece aquí es auténticamente distinguible y valioso. Pero no.
Encontramos rasgos del cineasta inglés en la la planificación visual y la puesta en escena, por supuesto. Pero la decisión, puede que acertada, de reducir su manierismo de costumbre casi a la mínima expresión no viene acompañada de aportaciones que lo sustituyan por algo vigoroso y defendible en La mujer de la ventana.
Un reparto que merecía un material mejor
Y mirad que Joe Wright lo intenta: con los planos torcidos, el montaje dinámico, la banda sonora lógica del nunca suficientemente valorado Danny Elfman (Pesadilla antes de Navidad) y un elenco impagable que no se luce, sea Amy Adams (La llegada) como Anna Fox, Wyatt Russell (Overlord) en la piel de David o Fred Hechinger (Noticias del gran mundo) como Ethan Russell.
Ni alguien de la altura de Gary Oldman (Hannibal) puede estar memorable encarnando a Alistair Russell, ni Julianne Moore (Las horas) y Jennifer Jason Leigh (Eclipse total) como sus respectivos personajes, ni Brian Tyree Henry (Joker) en los zapatos del detective Little o Anthony Mackie (Million Dollar Baby) como Ed Fox.
Y menos Tracy Letts (Homeland), autor del guion adaptado como ya lo fue del de Insectos, Killer Joe (William Friedkin, 2006, 2011) y Agosto (John Wells, 2013), interpretando al doctor Landy. Él habría tenido que dejar irreconocible la novela de Daniel Mallory para que La mujer de la ventana no apestase a viejo; y Joe Wright, haber tomado otras determinaciones para que tal película de Netflix no se convirtiese en la peor de las que ha dirigido hasta la fecha.