Que el director estadounidense Mike Cahill (n. 1979) se ha ganado nuestro interés por cada nueva película que realice es un hecho. Después de la original intensidad de Otra Tierra (2011) e I Origins (2014), en las que se combinan tramas de ciencia ficción y fantasía inusuales con cierta potencia emocional, no podía ser de otra forma. Por otro lado, no hay que confundirle con el realizador de la agradable comedia dramática El rey de California (2007), con el que comparte nombre y profesión. A ambos les ocurre como a los dos colegas y compatriotas que se llaman Andrew Patterson, el uno, autor de la catastrófica Let There Be Zombies (2014), y el otro, de la dignísima The Vast of Night (2019).

Por supuesto, no es que a ninguno de los dos le tuviese que dar vergüenza haber parido lo que su tocayo como sí al realizador de esta última. Pero el asunto es que, ahora, Mike Cahill ha estrenado Felicidad (2021) en Amazon Prime Video. La secuencia con la que se inicia consigue ponernos nerviosos, de un modo más sutil pero quizá al estilo que a veces tienen sus paisanos Joel y Ethan Coen (Un tipo serio) o Alexander Payne (A propósito de Schmidt). Con un tenso tonillo de desventura, justificada o sobrevenida, movimientos de cámara estilizados y misteriosos detalles por los que el espectador frunce el ceño de extrañeza. Pero, a decir verdad, esperables por los intereses narrativos del cineasta.

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'Felicidad' no aprende de 'Matrix'

Viendo a Owen Wilson (El Gran Hotel Budapest) debatirse en las alucinadas circunstancias de Felicidad como el atribulado Greg Wittle, nos acordamos de su Gil Pender de la superior Medianoche en París (Woody Allen, 2011). Y dos de los principales problemas de Felicidad son la falta de química entre Salma Hayek (Traffic) y él y lo inverosímil de su relación. No nos la creemos porque no parece que Mike Cahill, guionista también aquí, se haya preocupado de elaborar ninguna de las dos cosas dedicándoles tiempo y mimo de la manera debida. Hasta el punto de que, tras saber lo que está pasando de verdad, no hay aclaraciones sobre el incoherente comportamiento de ella al principio.

Además se pierde en excesos innecesarios, en jueguecitos propios del cine de superhéroes o incluso de la saga de Matrix (Lily y Lana Wachowski, desde 1999), antes de dirigirse hacia alguna salida del laberinto para ratones. Y hacia una explicación sobre este, con ecos de Origen (Christopher Nolan, 2010) y Black Mirror (Charlie Brooker, desde 2011). Sin proporcionarnos el gusto de nuevos giros esenciales, de mayores sorpresas, por añadidura. Como si la intriga de Felicidad muriese pronto. Pudiera decirse que en las aventuras de Neo (Keanu Reeves) y compañía tampoco encontramos volantazos posteriores sobre la naturaleza de sus dos mundos, pero sí las hay en la de los personajes.

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Haciendo trampas y sin explicaciones

La banda sonora de Will Bates, que ha aportado partituras para los otros dos largometrajes de Mike Cahill, Otra Tierra e I Origins, y para miniseries como The Looming Tower (Dan Futterman, Alex Gibney y Lawrence Wright, 2018) o Creedme (Susannah Grant, Michael Chabon y Ayelet Waldman, 2019), se ciñe a su función sin pena ni gloria. Como las actuaciones de todo el reparto, que cumple sin sobresalir ni un poquito. Desde Owen Wilson y Salma Hayek como el mencionado Greg Wittle e Isabel Clemens hasta Nesta Cooper (See) y Jorge Lendeborg Jr. (Spider-Man: Homecoming) en la piel de Emily y Arthur Wittle. Y los cameos introducidos en Felicidad tampoco nos entusiasman mucho.

A pesar de todo ello, la película tal vez podría sostenerse si no hiciera trampas. Pero las hace, incluyendo alguna escena imposible y sin sentido con el único propósito de confundir al público. Porque no encaja en la estructura general de ninguna forma: no puede suceder si aceptamos las premisas de Felicidad. Y al último viraje brusco del argumento, el de la amalgama caótica donde no debería existir, le pasa como a la incoherencia en la conducta inicial de la protagonista, que Mike Cahill no nos ofrece un razonamiento lo suficientemente aceptable como para que nos lo traguemos sin rechistar. A ver si el cineasta vuelve a enderezarse en su narrativa para los próximos proyectos que, a buen seguro, llevará a cabo.

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