El pasado 20 de octubre el Departamento de Justicia de Estados Unidos impulsaba una demanda contra Alphabet (Google) por supuesto abuso de posición dominante. El juicio que vendrá tras ella es visto como el gran movimiento contra las tecnológicas en el país de las barras y estrellas tras los casos contra Microsoft en los 90, cuando la compañía entonces liderada por Bill Gates fue puesta frente a los tribunales por distintas causas, todas relacionadas también con el uso de su ecosistema para impulsar productos: la imposición por defecto de Internet Explorer como navegador, o la ligazón entre Office y Windows.

En los últimos meses se ha hablado mucho de cómo Estados Unidos ha puesto la lupa sobre el monopolio o duopolio que las Big-Tech tienen sobre sus principales negocios, pero aunque hemos visto a los líderes de las principales GAFA comparecer ante el Congreso, ahora es cuando toca tierra una jugada en el plano judicial de forma consistente. En Europa, Google ya ha recibido dos multas por una suma de más de 6.000 millones de euros por situaciones parecidas: su aprovechamiento de Android para amplificar aún más las búsquedas con Google, y sus prácticas en el terreno de la publicidad.

La posición de Google como dominador mundial de las búsquedas en internet es clara, pero más que un juicio directamente que aclare este monopolio en todos los sectores en los que tiene intereses la gran G, la demanda actual está más enfocada, según documentos oficiales a los que pudo acceder Ars Technica, por abuso de posición dominante a la hora de potenciar la presencia de su buscador.

La demanda se centra principalmente en lo que hace la empresa para lograr el dominio y lo que logra con esa posición dominante una vez que está en la cima. Y de acuerdo con la queja del Departamento de Justicia, Google de hecho abusó de su enorme poder de mercado para inclinar el tablero a su favor y mantener fuera a sus rivales potenciales.

En pocas palabras, al menos por ahora, no se pone tanto el foco en prácticas por las que también se ha acusado a Google como potenciar sus sistemas de compra frente a Amazon, o su sistema de reseñas frente a Yelp bajo la sospecha de alterar los resultados de búsqueda a su favor, sino en cómo, una vez que ya tiene ese monopolio, lo está manteniendo reduciendo las vías de entrada de la competencia para conseguir que su buscador sea la punta de su gran negocio en lo monetario: los datos de usuarios y la publicidad.

¿Y cómo consigue Google esto? Pues según ya sabíamos, y ahora nos confirma las investigaciones que están saliendo a raíz de la demanda, muchas veces pagando a otras empresas para que coloquen a Google.com como buscador predeterminado.

El trato con Apple

Desde hace tiempo es conocido el acuerdo que mantienen Apple y Google para que el buscador de Alphabet sea el predeterminado en Safari, el navegador de iOS, una vía de entrada directa a los usuarios de estos dispositivos y, de facto, el cierre del círculo para que la búsqueda en móvil sea sinónimo de pasar por Google, dada su propiedad del otro gran sistema operativo en smartphone, Android.

El acuerdo entre Google y Apple se renovó en 2017, aunque sin dar cifras concretas de los pagos. Todo lo que sabíamos hasta ahora era por una investigación en Reino Unido que puso sobre la mesa la cifra de que el buscador pagaba a la compañía de Cupertino 1.200 millones de libras al año solo por el acuerdo en el mercado británico. Ahora, una investigación en The New York Times amparada en las filtraciones de la demanda, eleva esa cantidad entre 9.000 y 12.000 millones de dólares al año a nivel mundial.

Google Photos Android
Imagen: Luis Miranda | Hipertextual

De ser ciertas estas cifras, la ingente cantidad de dinero sería equivalente a lo que Apple ingresa en un trimestre en toda su división de servicios, según sus últimos resultados. ¿Qué logra Google con esto? Pues directamente eliminar capas de decisión en los millones de usuarios de dispositivos Apple, y en la práctica, cerrar esa enorme ventana a que otro competidor pueda acceder a ella.

Este especie de círculo monopolístico podría parecer una tontería cuando sabemos que Google domina más del 90% de las búsquedas mundiales, pero es el centro del juicio que está por venir: saber cómo Google, tras crear un producto que funciona y convence, usa esa posición de dominancia para frenar desde la base cualquier posible competencia.

Todo lo que han hecho Amazon, Google, Facebook y Apple para ser investigadas por monopolio

El acuerdo de Apple y Google ha traído en los últimos años debates diversos, y esta misma semana nuevas informaciones traían a escena el rumor de que Apple podría estar trabajando en su propio buscador, lo que sería dar por sentado el cese de esta colaboración.

El pago a Mozilla

Una buena paradoja que nos ha dejado el mercado tecnológico actual es cómo Google, desarrollador de Chrome, ha conseguido bajar del trono de los navegadores a Firefox y a la vez pagarle -cada vez menos eso sí, debido justo a su tasa de mercado decreciente- para que su buscador también fuera el predefinido en su producto.

Mozilla siempre ha tenido este acuerdo como una de sus principales vías de financiación, y no siempre ha sido con Google. En 2015 y 2016, cuando Yahoo! pagó más de 470 millones anuales a la fundación para que su buscador fuera el predefinido. No hace falta recordar cómo acabó Yahoo! poco tiempos después.

La lenta decadencia de Mozilla y Firefox

Desde entonces, ha sido Google quien ha acometido este pago, aunque con cifras más modestas. Se sabe que el buscador de la ‘gran G’ ya ha acordado con Mozilla el mantenimiento de su cuota, con unas cifras que se rumorean que podrían rondar entre los 410 y los 450 millones por año hasta 2023, y que no obstante solo se harán públicas cuando la organización emita sus cuentas al cierre del curso fiscal.

El cobro a otros buscadores

Con Google como buscador por defecto en iOS y MacOS y en Mozilla, la otra mitad de la tarta mobile controlada por Android fue la que motivó la sanción de la Unión Europea en 2018 al entender que Alphabet aprovechaba su posición dominante con este sistema operativo para también marcar como predefinido su servicio.

Aquello, además de la multa, acabó resultando en una solución que incluso ha beneficiado al propio Google, y es que la Unión Europea le obligó a presentar ante los usuarios distintas opciones, y Google, que siempre sabe buscar algo positivo incluso de sanciones como esta, subastó por distintos países la opción para que otras empresas aparecieran como posibles buscadores por defecto.

Para España, DuckDuckGO, Info.com, y el francés Qwant fueron los que más pujaron, y a partir de ahora aparecerán como una opción además de Google para que los usuarios lo activen como buscador predefinido al iniciar un terminal nuevo. Google además se ha asegurado de que este sistema de subastas se repita cada 4 meses, para así conseguir beneficios -no se ha revelado las cifras de las pujas- cada cierto tiempo.

A ello se suman también algunos movimientos que Google ha querido adoptar para desquitarse de esta posición dominante y que podríamos definir bajo el dicho de que "aprieta pero no ahoga". Por ejemplo, el año pasado permitió que Duck Duck Go, uno de los buscadores más en alza por su política de privacidad, pudiera ponerse como predefinido en Chrome (previa configuración) y le cedió a su empresa matriz el dominio duck.com, el cual Google había registrado años atrás.

Google sigue dominando las búsquedas, pero DuckDuckGO puede ser su rival del futuro

Desde Google, al conocer la demanda, se emitió un comunicado en el que decía lo siguiente:

"Esta demanda no haría nada para ayudar a los consumidores. Por el contrario, beneficiaría artificialmente a las alternativas de búsqueda de menor calidad, aumentaría los precios de los teléfonos y dificultaría que las personas obtengan los servicios de búsqueda que desean utilizar".

Y puede que esa sea la gran duda de fondo, hasta qué punto usamos Google porque es el mejor respuesta de usuario ofrece o si han sido sus prácticas las que han hecho que su competencia no pudiera ganar relevancia y por lo tanto mejorar su producto. Quizá la gran pregunta aquí sea qué fue antes y, sobre todo, que solución ve la Justicia norteamericana.

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