**El último episodio de la primera temporada de The Mandalorian (Jon Favreau, desde 2019) ha sido realizado nada menos que por el neozelandés Taika Waititi*, que hasta ahora solamente le había prestado su voz al ex droide cazarrecompensas IG-11. Pero esto entraña todo el sentido del mundo, pues el director se ha vuelto bastante famoso en los últimos años porque, tras las películas Eagle vs Shark (2007), Boy (2010), Lo que hacemos en las sombras (2014) y A la caza de los ñumanos (2016), se puso con Thor: Ragnarok (2017) y el éxito seguro del Universo Cinematográfico de Marvel hizo su magia; y de Jojo Rabbit* (2019) ya todo el mundo habló después.
Como el capítulo más largo hasta el momento, y se permite comenzar con una escena un tanto hilarante, muy propia de Waititi pese a que el guion lo firma Favreau, **en la que los dos scout troopers** (Jason Sudeikis y Adam Pally) que habían derribado a Kuiil (Misty Rosas y Nick Nolte) para quitarle a Baby Yoda en “The Reckoning” (1x07) charlan varios minutos a la espera de las órdenes de Moff Gideon (Giancarlo Esposito); y puede que se trate de la primera de toda la saga de *Star Wars* en la que vemos algo así, de rutina y conversación, con este tipo de personajes clónicos. Hasta que IG-11 irrumpe con su nueva programación protectora y destruye la tranquilidad de un modo que nos satisface bastante.
El cliffhanger en el que nos habían dejado, típico del *western con los protagonistas bajo asedio en el saloon*, se resuelve con una absorbente y larga secuencia de acción. Pero no antes de que por la boca de Gideon —y con la dicción estupenda de quien ha encarnado a Gus Fring en *Breaking Bad (Vince Gilligan, 2008-2013) y Better Call Saul* (Gilligan y Peter Gould, desde 2015)— salga el nombre completo de Carasynthia Dune (Gina Carano), nacida en Alderaan, y el de nuestro cazarrecompensas, Din Djarin (Pedro Pascal), y de que nos enseñen por fin el flashback íntegro del asesinato de sus padres cuando era niño y su rescate posterior a cuenta de los mandalorianos.
Y no es lo único: como colofón imprevisto, el pequeño Baby Yoda demuestra que lo de su poder al utilizar la Fuerza no sirve precisamente para ridículos trucos de salón, sino que puede resultar mortífero; y contemplamos el rostro del protagonista, cosa que no había ocurrido hasta ese preciso instante. A continuación, un cúmulo de armaduras en el subsuelo de Nevarro nos habla de la masacre inmisericorde de muchos colegas de Djarin por parte del cliente imperial, golpe duro e inesperado para él y para nosotros, los espectadores; una escena que contrasta abiertamente con la gloria de los mandalorianos al rescatar al Mando niño, y a eso juegan Favreau y Waititi.
Y una superviviente menciona a los Jedi cuando Mando le dice que Baby Yoda es capaz de mover objetos con la mente: la armera (Emily Swallow), que no solo forja armaduras sino que también parece guardar la memoria de Mandalore. Insta al cazarrecompensas a que lleve al pequeño orejudo con los de su raza, que se supone que son enemigos, pero no sabemos si se refiere a su biología o a los Jedi. En cualquier caso, lo que debemos celebrar es que la trama de The Mandalorian tal vez vaya decididamente de camino hacia los caballeros del Lado Luminoso de la Fuerza, y esa posibilidad sugiere apariciones de personajes clásicos que nos harían aplaudir del gusto.
Pero la traca del episodio aún no ha terminado, y el sacrificio de IG-11 y su lógica aplastante nos sacuden en el tramo final. Y tampoco es lo último, pues la temporada no podía acabarse sin el enfrentamiento de rigor entre Djarin y Gideon; y para que sea más espectacular todavía, ¿por qué no añadir un ataque aéreo del villano con polizón a lo Iron Man (Robert Downey Jr.) incluido para estrenar en nuevo juguete propulsor que le han regalado a nuestro cazarrecompensas? Y no es el único que tiene juguetes: Gideon blande algún tipo de espada láser, señoras y señores. Menudo carrusel aventurero nos habían reservado para el capítulo de cierre.