Typewriter, la nueva serie de Netflix, tiene un cierto parecido con el clásico instantáneo Stranger Things. O, al menos, ambas producciones manejan ingredientes de terror y el suspenso de manera muy semejante. Tanto una como la otra tienen a un grupo de niños por testigos de un hecho sobrenatural, y también son los niños los que deberán hacerle frente. Pero en esta extrañísima reinvención de la tradicional casa embrujada también hay una buena dosis de humor absurdo, gore e incluso unas muy cuidadas referencias al cine de clase B que han convertido al show en un inesperado éxito.

Dirigida por Sujoy Ghosh —director de la recomendable Kahaani de 2012— y escrita por Suresh Nair, Typewriter no oculta su homenaje al cine de terror a pesar que su encanto no reside únicamente en eso. En su —hasta ahora— única temporada de cinco capítulos narra una vieja leyenda urbana relacionada con una casa de pasado trágico. Lo hace a través de los elementos básicos de toda historia juvenil de terror que se precie: hay un enorme caserón de aspecto inquietante con rejas oxidadas, un libro fantasmagórico y tres niños curiosos que miran con recelo y curiosidad. Pero también, una inteligente atmósfera que recuerda en ritmo y forma a ese clásico inolvidable como Scooby Doo. Nuestros protagonistas quieren atrapar un fantasma y aunque la premisa parece del todo inverosímil —lo es y la serie no lo oculta— el guion se las arregla para elaborar una narración rápida, frenética e intuitiva con personalidad propia, a pesar de las evidentes referencias de las que se sostiene.

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De modo que Typewriter no ofrece nada novedoso, pero sí utiliza sus escasos recursos para crear un ingenioso ritmo en pantalla. En conjunto, parece más una película larga dividida en pequeñas partes que una serie, pero incluso la pérdida del elemento episódico favorece la forma de contar las vicisitudes de sus protagonistas. La clásica aventura familiar se convierte en algo más retorcido y adulto cuando profundiza en sus personajes y en el pasado sangriento de la casa desde una óptica casi burlona.

Una máquina de escribir y un fantasma malhumorado

La serie cuenta la historia de Bardez Villa, una casa siniestra de Goa (India) en la que vivió el popular escritor de misterio Madhav Mathews (Kanwaljit Singh) junto nieta Jenny hasta que el anciano murió de un infarto. Una vez vacía, la mansión se convirtió en centro de todo tipo de habladurías, incluyendo el rumor de que Matthews había muerto por algo más siniestro que un simple problema cardíaco. O al menos, eso es lo que creen la pandilla de jovencísimos cazadores de fantasmas obsesionados con Bardez Villa.

El autoproclamado “Ghost Club” mantiene una estrecha vigilancia en todo lo que se relaciona a la casa y la leyenda que pesa sobre el último libro que Matthews escribió de morir, titulado de manera muy pomposa El fantasma de Sultanpur y que parece sugerir que la propiedad está habitada por algún tipo de entidad sobrenatural que cambia de forma. De modo que cuando la nieta del escritor regresa después de muchos años a ocupar el viejo hogar familiar, los niños encuentran la oportunidad idónea no solo para investigar y comprobar algunas de sus macabras teorías sobre el escritor, los sucesos enigmáticos que rodean a su muerte y en especial, al último libro, que nadie sabe muy bien cómo fue completado luego del fallecimiento de Mathews.

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Pero en Typewriter no todo se limita al ámbito infantil: una vez que Bardez Villa vuelve a ser ocupada comienzan a ocurrir una serie de muertes misteriosas en el pequeño pueblo aledaño. Es entonces cuando la historia alcanza su punto más interesante: el guion logra combinar las intrépidas y torpes investigaciones del Ghost Club con los sucesos realmente misteriosos que ocurren más allá de Bardez Villa. Ambas cosas terminan por coincidir en una única línea argumental que recorre dos períodos de tiempo distinto y además incluye a todo tipo de personajes secundarios.

La trama va de un lado a otro entre 1950 y 1980 y a pesar de que Typewriter no cuenta con los recursos argumentales y visuales de la alemana Dark para crear semejante paralelo temporal, sí logra al menos hacerlo creíble y lo suficientemente verídico como para no desentonar. Además, la serie disfruta de su elemento prefabricado y artificioso: de la misma manera que en cualquier producción de Bollywood está llena de excesos, momentos ridículos y otros muy exagerados. Pero los utiliza como una forma de construir una extraña atmósfera onírica que brinda a la serie una singular personalidad.

Lo más interesante en **Typewriter es el hecho de usar todo tipo de referencias cinematográficas**, ensambladas entre sí con cuidado y con el suficiente buen gusto para no desentonar. Desde el guiño a las heist movies que dedica durante el memorable segundo episodio, el alivio cómico lleno de humor absurdo al mejor estilo de los clásicos juveniles como Scooby Doo, hasta la aventura pura y dura que recuerda casi por accidente a *Raiders of the Lost Ark* (Steven Spielberg — 1984), este modesto experimento de argumento logra triunfar a pesar de tenerlo todo en contra. Y quizás ese es el secreto de su improbable éxito.

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