Cuando en el 2016 Netflix estrenó la serie Stranger Things no se esperaba el éxito inmediato que logró. Se trató de una confluencia de circunstancias afortunadas. Desde la química de su elenco, hasta el ingenioso uso de la fórmula de la nostalgia para dialogar con el público. Pero en especial, la serie de Netflix fue un triunfo de imaginación, un riesgo calculado y la posibilidad de un nuevo discurso en el mundo de las series. Todo en el atractivo paquete de la posibilidad de consumir el contenido un mismo día y disfrutar de la experiencia completa de la historia sin interrupciones.
¿Nació el conocido maratón streaming con Stranger Things? Ya Netflix tenía algunos éxitos considerables en su catálogo. House of Cards y Orange is the New Black eran favoritas del público y sin duda fenómenos notorios. Con la posibilidad de crear fórmulas audaces que se alejaran de la televisión por cable, Netflix ya había probado un nuevo tipo de programación. Una en especial basada en historias complicadas y extravagantes, con un toque particular. También en el fenómeno del estreno simultáneo y por bloques, lo que permitía a la audiencia decidir su ritmo de consumo.
Pero fue Stranger Things, con su capacidad para convertirse en un éxito inmediato, fue la que cambió la historia del servicio por suscripción. La serie se convirtió en emblema del contenido original de Netflix — aún lo es — y en parte de su identidad. Con su aire inclasificable, su argumento ingenioso y su peso como elemento de nostalgia bien construida, la serie deslumbró. A la vez, hizo algo más: allanar el camino para la idea de un público cautivo para productos de largo alcance en plataformas streaming. En 2016 todavía no estaba del todo claro cuál podría ser el futuro de los servicios de suscripción online. Pero fue Stranger Things la que estableció el éxito, la resonancia y la influencia de producciones originales online a futuro.
Con su salto inmediato a la cultura popular, la serie se convirtió en un símbolo de todo lo que las plataformas podrían ser. Al mismo tiempo, en una propuesta fresca e innovadora que dejó claro que el streaming era algo más que un experimento. La gran pregunta era si el contenido original online podía dar el salto inmediato a las grandes audiencias, quedó respondida. El éxito de Stranger Things dejó claro la influencia de Netflix. Y después, la capacidad del programa para crear una tendencia propia que todavía, es reconocible y apreciada.
Stranger Things abre las puertas a una nueva era de las series
Para los hermanos Matt y Ross Duffer, Stranger Things fue una forma de profundizar en sus temas favoritos. Hacerlo, además, desde la libertad de un tipo de contenido que por entonces no respondía a especificaciones concretas. El dúo ya había obtenido cierto reconocimiento gracias a los memorables capítulos que dirigieron en la serie Wayward Pines, convertida también en serie de culto. Pero sobre todo, por ese extraordinario experimento como lo fue Hidden con el debutante Bill Skarsgard y Andrea Riseborough.
No obstante, con Stranger Things lograron algo por completo nuevo que cautivó a espectadores de todas partes del mundo. No solo se trató de un ejercicio de nostalgia. También de una brillante concepción sobre la ciencia ficción, la fantasía y el terror envuelta en la inofensiva pátina de un clásico inmediato. Con un pulso que asombra por su precisión, los Duffer dotaron a Stranger Things con el perfecto equilibrio entre la referencia básica y un universo propio. Con una interminable batería de detalles visuales y guiños pop, la serie de Netflix rendía homenaje al cine. Pero a la vez al público que creció con cierto tipo de producciones cinematográficas.
Las temporadas de Stranger Things son una mirada a una generación que creció entre las bicicletas, cine en salas, televisores enormes y radios de onda corta. Por otro lado, a los miedos y terrores casi inofensivos de leyendas urbanas y mitos infantiles. La serie es capaz de enlazar todo lo anterior con una tensión interior que enlaza con un tipo de argumento más maduro. En específico, en su tercera temporada, en la que la serie comenzó a dejar atrás su rostro ingenuo y comenzó su tránsito hacia lo adulto. Un lugar por completo nuevo, que alcanza en la cuarta temporada, un nuevo nivel y profundidad.
La celebración de una década para el recuerdo
Por supuesto, la serie es también un homenaje al imaginario de los míticos años ochenta. El dúo de directores no disimula su evidente influencia en el cine de Spielberg, Dante, Carpenter o en las narraciones de nítida estructura de un joven Stephen King. Stranger Things sortea con habilidad las trampas melancólicas y elabora una propuesta sólida que se sostiene a pesar de las múltiples referencias, de la noción sobre lo visto y añorado.
En todos sus capítulos, la serie cumple con el requisito de autonomía visual y lo hace, siendo original a pesar de la estructura referencial que lo sostiene. Stranger Things se toma muy en serio la idea de estructurar un mundo propio cada vez más amplio. Si en la primera temporada las referencias a Alien, La ventana Indiscreta y Doble de cuerpo sorprendieron. La segunda y la tercera jugaron con los primeros slasher y también la concepción de lo fatídico. Para la cuarta, la serie se toma el tiempo de meditar sobre su origen y a la vez, cerrar con cuidado su arco argumental principal.
Y lo hace desde la naturaleza de la serie como espectáculo que contiene a muchos otros. Si la primera temporada de la serie fue una celebración a gran escala de la cultura pop, la más reciente es al cine en su ADN más poderoso. Y quizás, esa es su mayor fortaleza. La que más se agradece y en particular, la más importante de todas.
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