A todos nos encanta viajar. Conocer nuevos lugares, nuevas culturas y nuevos puntos turísticos. El simple hecho de imaginar un viaje da las suficientes ganas de tomar tu cámara y planear todas las fotografías posibles. Pero, ¿que sucede con nuestras propias ciudades? ¿con nuestros propios puntos turísticos? Vemos tan seguido los lugares que extranjeros sueñan con visitar que dejamos de apreciar su belleza, volviéndonos ciegos e inmunes a los paisajes que nos ofrecen.

Quien les habla camina todos los días frente al Obelisco de Buenos Aires. El hecho de verlo todos los días me ha inmunizado y no tengo ni una sola fotografía del icono de mi ciudad. Siendo algo tan accesible y que frecuento tantas veces, ¿porque no me he dignado a retratarlo como se debe?

Les propongo que sean turistas de su propia ciudad. Imaginen que están de viaje y la ciudad que ven todos los días es un lugar desconocido, nuevo y atrapante. Vayan a los centros turísticos y tomen todos los folletos de puedan. Redescubran el lugar donde viven. Vuelvan a ver los alrededores de su casa a través de la cámara.

Muchas veces el hecho de ver diariamente un lugar turístico nos hace perder el poder de apreciar su belleza natural. Si recorren esos lugares como parte del viaje al trabajo, intenten verlos un fin de semana. Tal vez la ausencia de gente (o el aumento de esta) o el hecho de salir de la rutina cambie la forma de ver sus atractivos. Permite que tu ciudad te muestre su belleza, en un día que no estas acostumbrada a verla.

Es el viaje turístico más barato que harán en sus vidas. No utilizaran el pasaporte ni saldrán del país, pero conocerán un poco mejor las calles que transitan todos los días.

Foto: Jesus Alexander Reyes Sánchez

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