Tras una intensa, y algo bochornosa, jornada (relatada casi minuto a minuto por los compañeros de ALT1040) en el Congreso de los Diputados salpicada de cambios en el horario de las votaciones y negociaciones entre los grupos parlamentarios que ha desembocado en un resultado algo esperanzador para la ciudadanía: la disposición adicional segunda de la Ley de Economía Sostenible (la infame Ley Sinde) no ha sido aprobada. Pues sí, contra todo pronóstico, al menos yo era pesimista con el asunto, y con un margen ajustado (18 votos en contra de la supresión y 20 a favor), la Ley Sinde ha terminado encallando en la comisión de economía del Congreso.

Y si ayer pensábamos que este despropósito se iba a aprobar, ¿qué ha cambiado?, me alegra pensar que toda la movilización ciudadana, que esa voz del pueblo que se ha visto reflejada en los medios de comunicación, en las redes sociales o en los blogs; ha servido para abrir los ojos a algunos de nuestros representantes para darse cuenta que el escaño que ocupan no les pertenece y que, por el contrario, le pertenece al pueblo, ese que lo eligió a través de las urnas y lo puso allí como representante de nuestros intereses.

Sin embargo, las crónicas de la votación, y lo que hemos podido ver en la retransmisión de la comisión, me golpean con una bofetada de realidad. En esta votación, el grupo parlamentario de CiU ejerció la función de partido bisagra, es decir, el que hace decantar una votación en un sentido u otro, algo que hemos podido ver en su indefinición inicial, el retraso en la votación para dar pie a negociaciones (y hacerse querer por los interesados en que esta aberración saliese adelante) y el no final cuando, tras la negociación, no era posible sacar beneficio político.

¿Y hemos llegado al final de este episodio que podría estar sacado de una película del genial Berlanga?, pues tristemente no. Aunque se ha ganado el primer round del combate, la Ley Sinde pasará a debatirse en el senado, esa será la auténtica batalla final.

Bueno, y tras esta pequeña, y esperanzadora victoria, ¿qué opina la ciudadanía?, pues la ciudadanía, lógicamente, se encuentra dividida (afortunadamente no en idéntica proporción) entre los que estamos dando saltos de alegría y una industria enojada que sigue sin saber (o sin querer) adaptarse a nuevos modelos de negocio.

Podemos leer en El País diez opiniones sobre este hecho, de uno y otro sector. Me ha llamado poderosamente la opinión del presidente de Promusicae, una entidad gestora de derechos de autor:

> El Parlamento está lanzando un mensaje muy claro: la industria cultural en España debe plantearse cerrar y su modelo productivo es el del robo. La ley Sinde ya no era gran cosa, nos alejaba del modelo europeo, pero es que ahora nos expulsa completamente y nos envía al tercer mundo cultural

Un poco desmesurada la respuesta, ¿no?. Es curioso que afirme eso y ayer, cuando la ciudadanía hablaba de la censura y pérdida de libertad, se afirmase desde los sectores oficiales que se estaba exagerando.

En fin, hasta el próximo febrero que será el siguiente round, nos queda aún mucho por hacer. Esto no ha hecho más que empezar y esa ciudadanía que ha despertado, no puede volver a dormirse. Hoy suena una canción en mi cabeza: Power to the People de John Lennon.

Vía: ALT1040 | Imagen: Moncloa

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