La foto carnet sigue siendo hoy en día la mejor forma de identificarnos; esos pequeños horrores de 4 x 5 que tienen la habilidad de mostrar nuestra peor cara. En una época tecnológica esta es la forma más efectiva de demostrar quiénes somos. En estas fotografías siempre salimos mal, estamos recién despertados, enfermos o con una mala noche encima, y esa imagen nos acompañará unos 5 años hasta que cambiemos el documento, o eso es algo que queremos creer.

¿Qué tiene que ver esto con la fotografía que acompaña este artículo?. La fotografía se llama “Dead Communards” del fotógrafo francés Andre-Adolphe Eugene Disderi. Esta fotografía retrata a un grupo de comunarios, arrestados por las tropas regulares y fusilados sumariamente. La comuna de Paris fue un corto y violento tiempo que trajo más muertos que la revolución francesa. Tres meses de esperanzas e ideales en una época donde formas de gobierno ya obsoletas seguían dominando. También significó un cambio para la fotografía, llevándola al campo de batalla, a documentar la destrucción.

Estos comunarios fueron fotografiados pocos instantes antes de ser enterrados en ataúdes de basta madera seguramente sin lápida ni marca. A quién le habría interesado la fotografía de estos hombres, quién podría haberlos reconocido. Sobre ellos, números en papel dudosamente los identifican, cifras sin ningún orden ni lógica en una época caótica. Algunos dicen que la policía encomendó las fotografías, otros que no fue Disderi el autor. Ahora solo nos queda la fotografía y lo que los historiadores narran de esta época.

El fotógrafo, Andre-Adolphe Eugene Disderi recorrió las calles de Francia retratando la comuna, la destrucción de Paris y la violencia de sus calles, pero también lo hizo dentro los salones y en su propio estudio donde colaboraría a desarrollar la técnica del dagerrotipo y la fotografía. Fue su invento el del positivado en la misma hoja de diez fotografías de 6 x 9, antepasadas de nuestras fotografías de carnet. Estas fotografías se convirtieron en cartas de presentación de la época.

La fotografía de los Comunarios Muertos pareciera encontrarse en el extremo opuesto del espectro de las que están impresas en nuestros documentos. Unas nos identifican, mientras las otras retratan seres anónimos, unas nos muestran vivos mientras la otra son fotografías de cadáveres. Unas tienen un uso práctico, mientras que la otra no va más allá que el reportaje histórico. Pero al mismo tiempo hay algo que las une, algo más que lo anecdótico: El rostro humano a ser identificado u olvidado. El instante capturado que se desliga de su contexto, pero hay algo más.

En el recuadro que llena nuestro rostro y que llevamos siempre con nosotros también está capturada la muerte. La luz fuerte, la seriedad forzada, la inmovilidad poco natural. Son pequeñas muertes de 4x5 que nos acompañan siempre, recordándonos nuestra mortalidad. Esa es la razón del escalofrío que sentíamos al observarla por primera vez, casi sin reconocernos, o reconociendo nuestra peor cara sin poder explicar la razón de vernos deformes.

Recibe cada mañana nuestra newsletter. Una guía para entender lo que importa en relación con la tecnología, la ciencia y la cultura digital.

Procesando...
¡Listo! Ya estás suscrito

También en Hipertextual: