Hace años, ser vegetariano por razones no religiosas se veía prácticamente como una excentricidad. Sin embargo, con el tiempo se ha ido normalizando mucho más. El activismo de los que ya lo eran, la concienciación sobre los beneficios para el medio ambiente y los nuevos datos descubiertos sobre cómo mejora la salud han llevado a que muchas personas quieran ser vegetarianas. Sin embargo, hay quien lo intenta y no lo consigue. De hecho, esto es algo tan común que ha dado lugar a un nuevo concepto: el flexitarianismo. Casi siempre eres vegetariano, pero no te importa hacer excepciones. Ahora bien, ¿a qué se debe todo esto?

Un equipo de científicos de la Universidad Northwestern se hizo recientemente esa pregunta y se planteó la posibilidad de que hubiese algo en los genes que impide a ciertas personas hacerse vegetarianas. Es una hipótesis con la que ya se había coqueteado, pero nunca se había investigado con la profundidad de este estudio.

Ahora se ha comprobado que, efectivamente, parece haber una asociación entre ciertos genes y la tendencia a una alimentación vegetariana. No obstante, lo que han encontrado estos científicos es simplemente la correlación. Les falta la causalidad y para eso tendrán que seguir investigando, aunque ya tienen una hipótesis. 

Ser vegetariano no es fácil

Cada vez hay más personas vegetarianas en el mundo, aunque siguen siendo porcentajes bajos. Por ejemplo, en España se calcula que en 2021 había alrededor de 5 millones de personas vegetarianas, veganas o flexitarianas.

Es una cifra que está en aumento, pues supone un 13% de la población, con respecto al 9,9% de 2019 y el 7,9% de 2017. 

Si nos centramos solo en los vegetarianos, la cifra es lógicamente algo más baja, similar al 4% de Estados Unidos. En Reino Unido, en cambio, parece que hay menos, alrededor del 2,3%.

Pero hay personas a las que les cuesta mucho. De hecho, según el estudio que se acaba de publicar, cuando encuestaron a estadounidenses sobre su alimentación, entre un 48% y un 64% de los que se autodenominaron vegetarianos reconocieron que en algún momento después de comenzar con esta alimentación habían comido pescado, aves de corral o carne roja.

Esto puede deberse a muchos motivos, desde la falta de voluntad hasta la dificultad para acceder a sustitutos de la carne o platos vegetarianos en establecimientos de restauración. Ahora bien, según el estudio que se acaba de publicar, los genes también tienen mucho que decir al respecto.

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Se encontraron tres genes significativamente asociados al vegetarianismo. Crédito: Brano (Unsplash)

Genes veggies

Para la realización de este estudio, sus autores recurrieron a datos del Biobanco de Reino Unido. Esta es una colección de muestras biológicas, acompañadas de datos sobre los individuos a los que se les tomaron, que se pueden usar tanto con fines diagnósticos como de investigación.

En este caso, compararon el ADN de 5.324 individuos vegetarianos con el de 329.455 personas con una alimentación omnívora. Todos los participantes eran blancos caucásicos para que la muestra fuese homogénea y no hubiese diferencias derivadas de la etnia.

Al comparar la secuencia genética de unos y otros, se vio que hay 3 genes significativamente asociados a la dieta vegetariana y otros 31 potencialmente asociados. Es decir, los 3 primeros se encontraban en una buena parte de los vegetarianos, pero no en el resto. Para los otros 31 no había una correlación tan clara, pero sí suficientemente alta para llamar la atención de los investigadores.

Al analizar el papel de esos genes, encontraron algo interesante. Y es que 2 de los 3 genes más asociados y varios de los otros 31 estaban relacionados con el metabolismo de los lípidos. Es decir, que intervienen en cómo el organismo utiliza las grasas.

Se sabe que los lípidos complejos de la carne son muy diferentes de los que se pueden obtener con alimentos vegetales. Por eso, según ha explicado en un comunicado uno de los autores del estudio, Nabeel Yaseen, podría ser que las personas con propensión genética al vegetarianismo sean capaces de sintetizar de forma endógena algunos lípidos necesarios para el organismo que, de otro modo, tendrían que obtenerse a través de la carne.

Dicho muy grosso modo, quienes intentan hacerse vegetarianos y no lo logran podrían tener a su cuerpo pidiendo a gritos ciertas grasas que no pueden obtener con una alimentación vegetal.

¿Para qué sirve esta información?

Esto no deja de ser una especulación. Habrá que estudiar más para saber si el motivo es el que sospechan sus autores. Pero, si se confirma, podríamos estar ante el truco definitivo para obtener sustitutos de la carne mejor tolerados por quienes tienen ciertas dificultades para hacerse vegetarianos.

De cualquier modo, lo que está claro es que una dieta basada mayormente en alimentos vegetales y con muy poca carne será suficiente para contentar a nuestros genes no veggies y aportará muchos de los beneficios conocidos para el medio ambiente y nuestra salud. Además, si todos lo hiciéramos, ayudaría a reducir las explotaciones ganaderas. Puede que nuestros genes nos obliguen a buscar el término medio, pero no es un término tan malo. 

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