Hablar de vegetarianismo siempre es sinónimo de conflicto, más aún en la época de crispación que vivimos. Muchas personas son incapaces de aceptarlo: la exclusión de animales en la dieta no tiene por qué ir de la mano con problemas de salud ni déficits nutricionales. Es la información que las últimas evidencias científicas en nutrición nos ofrecen. Siempre y cuando ingiramos todos los nutrientes que nuestro cuerpo necesita, es perfectamente posible vivir sin incluir alimentos de origen animal en nuestra alimentación.
Por desgracia, esto va mucho más allá de la nutrición: algunas personas no son capaces de empatizar con los animales a niveles suficientes como para rechazar su consumo. Y no pasa nada. La moral y la ética no pueden imponerse. Nuestra cultura ha girado tradicionalmente en torno al consumo de animales. Sin embargo, cada vez existe una mayor concienciación sobre el bienestar y sufrimiento animal.
Para un consumidor promedio amante de la carne no suena demasiado realista erradicar por completo de un día para otro el jamón o el entrecot de la dieta. Sin embargo, reducir paulatinamente el consumo de estos alimentos también ayuda a mejorar nuestra salud y la sostenibilidad del planeta donde vivimos. Como decía el tío Ben: “un gran poder conlleva una gran responsabilidad”, y nosotros como consumidores vaya que si lo tenemos.
¿Ser vegetariano desde la infancia es peligroso?
Si ya es complicado comunicar sobre estas temáticas en el público promedio, imagina hacerlo en relación a la infancia: uno de los grupos poblacionales que despierta más sensibilidades. Esto es jugársela a otro nivel. Y normal que así sea: la niñez es una de las épocas más importantes donde el desarrollo del organismo se gesta a todos los niveles gracias a la nutrición como factor destacado.
Entonces, ¿qué pasa si un niño o una niña siguen una dieta vegetariana desde bien jóvenes? ¿Acaso no será un riesgo para su salud? Es algo que preocupa a muchas personas. Por suerte, recientemente un estudio científico ha querido arrojar algo de luz sobre esta cuestión levantadora de muchas ampollas. ¿Pueden los niños estar saludables sin incluir alimentos como carne y pescado dentro de su alimentación?
El estudio en cuestión ha sido publicado en la revista Pediatrics, analizando en 8907 niños canadienses el impacto de la dieta vegetariana en el crecimiento, así como las reservas de micronutrientes y otros componentes en sangre como los lípidos o grasas. De forma paralela, también se comparó si el consumo de leche de vaca podía cambiar estas variables.
A partir de la información dietética recibida por los padres, los investigadores clasificaron a los niños como vegetarianos y no vegetarianos y compararon su crecimiento físico a lo largo del tiempo. Para ello se midieron variables como el IMC (Índice de Masa Corporal) y el peso. ¿Y qué resultados se encontraron? Pues, sorprendentemente, los niños que seguían una dieta vegetariana tenían los mismos niveles nutricionales que los niños no vegetarianos. Es decir, no hubo diferencias estadísticamente significativas entre los dos grupos analizados. Sin embargo, los niños vegetarianos mostraron un riesgo mayor de permanecer con bajo peso en comparación con los consumidores de carne de su misma edad. Datos interesantes, cuanto menos. ¿Acaso no son contradictorios?
Las limitaciones del estudio sobre dieta vegetariana
A pesar de que las conclusiones del estudio analizado son interesantes, lo cierto es que sus resultados plantean varias incógnitas que merece la pena destacar. La más flagrante viene referida a los cabos nutricionales sueltos que esta investigación deja abiertos. Una lástima, ya que podría haber sido mucho más completa.
Por ejemplo, no sabemos qué tipo de comida vegetariana se analizó en el estudio, por lo que las variables de calidad asociadas a la dieta vegetariana no se tuvieron en cuenta. Si a esto sumamos las diferentes tipologías de dietas vegetarianas existentes, nos encontramos con un panorama difuso en el que no queda nada claro el ámbito nutricional. Vegetarianismo flexible, ovolacto-vegetariano, ovo-vegetariano, lacto-vegetariano, vegetariano estricto… las posibilidades son demasiado amplias. Una pena no haber incluido al menos una comparativa entre veganismo y ovolactovegetarianismo: la modalidad estándar de “vegetarianismo” donde no se consumen alimentos que impliquen la muerte del animal, como carne o pescado, pero sí algunos derivados como huevos y lácteos.
Sí, una alimentación exclusivamente vegetal puede ser saludable
Una alimentación vegetariana estricta o vegana a base de legumbres, frutos secos, semillas y cereales integrales puede ser perfectamente saludable siempre que esté bien planificada. Es posible obtener todos los aminoácidos esenciales a partir de fuentes exclusivas vegetales, aunque a muchas personas les sorprenda. Alimentos como la soja y los garbanzos contienen aminograma completo: es decir, todos los aminoácidos esenciales que nuestro cuerpo necesita.
Sin embargo, no pasa nada por consumir alimentos con aminograma incompleto. Recuerda que una dieta saludable se basa en el mayor número de alimentos saludables posible, por lo que si sigues esta premisa acabarás consumiendo todos los aminoácidos que necesitas sin problemas. Y eso es lo importante. Aunque sea más difícil cuadrar las ingestas mínimas recomendadas: poder, se puede.
Si hablamos de una dieta vegetariana que, además, incluya alimentos lácteos y huevo, será más sencillo obtener proteínas de calidad, así como grasas saludables y vitaminas como la D y B12. Esta última es de especial relevancia en dietas veganas: la vitamina B12 debe ser suplementada ya que su obtención se encuentra exclusivamente en alimentos de origen animal —aunque tiene un origen bacteriano. El huevo y los lácteos también contienen vitamina B12, pero no en cantidades suficientes. Por ello, las últimas recomendaciones actualizadas sobre vitamina B12 recomiendan también la suplementación regular de forma genérica en personas vegetarianas —aunque tomen leche y huevos—, y no solo veganas.