En 2011, los obispos católicos de Inglaterra y Gales pidieron a sus feligreses que volviesen a la ya abandonada tradición de no comer carne los viernes. El objetivo, como en el inicio de esta costumbre religiosa, era honrar a Jesucristo por el día de su crucifixión. Pero hubo un resultado mucho más beneficioso que este homenaje: las emisiones de carbono en esta zona del planeta se redujeron de una forma tan positiva como inesperada. Contribuyendo así a luchar contra el cambio climático, por supuesto.

Es la conclusión de un estudio recién publicado por científicos de la Universidad de Cambridge. En él, no solo ponen cifras a lo ocurrido tras la decisión de estos obispos católicos. También señalan que, si el Papa Francisco pidiera algo similar para toda la población católica, los beneficios sobre el medio ambiente serían inmensos.

En realidad no es algo tan descabellado, pues el sumo pontífice ya hizo en su día un llamamiento a tomar medidas contra el cambio climático. Ahora podría estar en su mano materializar esas medidas. Y todo sin salirse de las tradiciones de la religión católica. Ese uso de la religión desde luego que no nos lo esperábamos.

¿De dónde procede la tradición católica de no comer carne los viernes?

La tradición católica de no comer carne los viernes fue instaurada en el siglo IX por el Papa Nicolás I. 

Según esta, los católicos no debían comer carne, aunque sí podían ingerir pescado, cangrejos o ranas. Es curioso lo que se consideraba carne y lo que no. Sobre todo si tenemos en cuenta que en el siglo XVII los castores pasaron a considerarse pescado para poder comerlos en Cuaresma, cuando la tradición de los viernes se alargaba durante muchos más días. Pero ese es otro asunto. 

De cualquier modo, con el tiempo la costumbre de no comer carne los viernes se fue desechando. Incluso la propia Iglesia Católica dejó de aconsejarlo a sus feligreses. Solo unos pocos altos mandos de la jerarquía eclesiástica han intentado mantener una tradición que ha ido cayendo por su propio peso. Hasta ahora. Y es que, gracias a esos obispos de Inglaterra y Gales, contamos con un arma de lo más curiosa contra el cambio climático.

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Foto por José Ignacio Pompé en Unsplash

El consumo de carne y la huella de carbono

La ganadería es uno de los grandes impulsores de la emisión de gases de efecto invernadero. No solo por las emisiones de metano de los propios animales. También por el gran consumo de energía que requiere y lo que eso supone en emisiones de CO₂.

Por ese motivo, se intenta concienciar a la población mundial de la importancia de reducir el consumo de carne para velar por el futuro del planeta. Y posiblemente no fuese esa la intención de estos obispos, pero sus peticiones fueron muy efectivas. Incluso sin haber sido obedecidos por todos sus feligreses.

De hecho, según entrevistas realizadas durante el estudio a los católicos cuyas parroquias forman parte de estos obispados, solo el 28% de ellos ajustaron su dieta para no tomar carne los viernes. De ellos, el 41% dejó de tomar carne por completo el quinto día de la semana, mientras que el 55% redujo muchísimo su consumo en esta jornada. Solo con eso, se comprobó que en ese periodo las emisiones de carbono a la atmósfera se redujeron en 55.000 toneladas al año. Esto es equivalente a 82.000 personas menos viajando de Londres a Nueva York en un año. Es una cifra nada despreciable, que podría aumentar si otros eclesiásticos se subieran al carro.

Al fin y al cabo, como bien señala uno de los autores del estudio en un comunicado, la Iglesia Católica “cuenta con más de mil millones de seguidores en todo el mundo”. Si solo un 28% de ellos volviese a evitar el consumo de carne los viernes, se estarían poniendo muchos palos en las ruedas del cambio climático. Solo sería necesario que el Papa Francisco decidiera tomarlo como una medida generalizada dentro de su religión. 

Otras religiones también pueden combatir el cambio climático

Los autores del estudio reconocen como limitación que solo se hayan centrado en la religión católica. No obstante, recuerdan que otras religiones cuentan con tradiciones en las que se restringe el consumo de carne. Por eso, quizás podría seguir combatiéndose el cambio climático con estas medidas.

No sería necesario disfrazar las medidas de activismo climático. Los practicantes de cada religión podrían reducir su consumo de carne simplemente en pos de su fe. Lo que está claro es que la religión no sirve de nada si no hay un planeta en el que practicarla. Más allá de crucifixiones, ese es otro buen motivo para no comer carne los viernes. 

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