El síndrome del intestino irritable (SII) es una enfermedad bastante frecuente, a la par que misteriosa. Se calcula que aproximadamente el 10% de las personas la padecen. Sin embargo, los motivos no están claros. Es bastante común que converja con problemas de salud mental, como la ansiedad o la depresión, de ahí que se piense que pueda tener cierta relación con el sistema nervioso. Incluso se ha pensado que podría tener relación con un desajuste en los niveles de serotonina. Además, se consideran otros factores, no necesariamente excluyentes, como desequilibrios en la microbiota intestinal. Son muchas las opciones, por lo que la investigación sigue en marcha. Y ahora, precisamente gracias a esos científicos que investigan las causas, se ha arrojado otra hipótesis muy curiosa: que sea una especie de intolerancia a la gravedad.

Según explica un equipo de científicos del Centro Médico Cedars-Sinai en un estudio publicado en The American Journal of Gastroenterology, podría ser que esa fuerza que nos atrae hacia la superficie de la Tierra esté presionando el intestino, provocando los síntomas típicos del SII.

No ocurriría en todas las personas, sino solo en aquellas más propensas por distintos motivos. Es solo una hipótesis más, pero podría explicar muchos de los factores asociados a esta enfermedad. Factores para los que, hasta ahora, cuesta mucho encontrar una asociación.

¿Qué es el síndrome del intestino irritable (SII)?

El SII es un trastorno crónico que afecta al intestino grueso y causa síntomas como cólicos, dolor abdominal, hinchazón abdominal, gases y diarrea o estreñimiento (o ambos), según explican desde Clínica Mayo.

No hay una forma única de diagnóstico, por lo que generalmente se evalúan los síntomas y el historial clínico del paciente. Además, se pueden realizar pruebas para descartar otras patologías con síntomas similares. Una vez que se realiza el diagnóstico, se decide cuál será el tratamiento.

No hay una cura para la enfermedad, pero sí que se pueden tratar individualmente síntomas como la diarrea o el dolor abdominal. Además, se suelen realizar cambios en la dieta o eliminar ingredientes que favorezcan los síntomas. También es beneficioso aumentar el ejercicio físico y someterse a fisioterapia. Por todo esto, la hipótesis de la gravedad toma mucho sentido, pero veamos por qué.

montaña rusa piedras en el riñon

La gravedad como desencadenante

Cuando experimentamos una caída brusca, como la de una montaña rusa o un avión sometido a turbulencias, nuestro sistema nervioso lo interpreta como una situación de riesgo, generando síntomas a diversos niveles. Entre otros, notamos ese característico vuelco en el estómago, que resulta especialmente intenso en algunas personas.

Está clara la vinculación entre el sistema nervioso y el digestivo. Y también cómo puede relacionarse esto con la gravedad. Pero, además, hay otro factor muy relevante en este sentido, y es que se ha visto que las personas con SII, suelen tener niveles muy elevados de serotonina. Este es un neurotransmisor o, lo que es lo mismo, una sustancia implicada en el paso de información entre unas neuronas y otras. Su desajuste se relaciona con multitud de afecciones mentales, desde la esquizofrenia hasta la depresión. Pero, además, está relacionada con fenómenos fisiológicos como la motilidad intestinal o la regulación de la presión arterial como respuesta a la gravedad. Por ejemplo, puede tener relación con esa sensación de mareo y vértigo que tienen algunas personas cuando se levantan.

Todos estos son factores que no influyen a todas las personas por igual. Por eso podría ser que en algunas la gravedad desencadene el SII y en otras no. Pero, en realidad, los síntomas no se derivarían solo de desajustes de sustancias como la serotonina. También podría ser que, por efecto de la gravedad, el diafragma cayera, presionando los intestinos y dificultando su movimiento. Además, todo esto provocaría un crecimiento anormal de microbios intestinales, de modo que todos los posibles factores convergerían para provocar los síntomas.

En definitiva, no se trata de una nueva hipótesis que explique por sí sola la enfermedad. Más bien, sería un factor más que se uniría al resto que se han estudiado hasta el momento. Poco a poco, el SII empieza a estar mejor definido y eso podría ser esencial para mejorar su diagnóstico y buscar tratamientos más eficaces. 

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