En Roar, nueva serie de Apple TV+, hay una visión singular sobre el género, la identidad y la soledad moderna. También hay un trasfondo cínico, doloroso y levemente inquietante sobre la percepción de la mujer. Entre ambas cosas, la serie es un recorrido por todo tipo de experiencias extravagantes que definen un cierto sentido del individuo contemporáneo. Basada en la colección de relatos de la escritora Cecelia Ahern, los capítulos van desde el dolor emocional profundo hasta preguntas sobre la sexualidad de la mujer actual.

¿Lo hace con toda la habilidad que podría suponerse de semejante ambición? Sí y no. Y en en especial, el problema de la versión de la serie acerca de la emoción contemporánea es intentar estratificar la idea bajo dos premisa. ¿Quienes somos cuando nadie nos mira? ¿Qué ocurre en el ámbito doméstico con nuestros temores y traumas? Se trata de preguntas complicadas que la serie plantea en durísimas escenas y varias de las historias más angustiosas del año en cualquier producción streaming. Pero no solo no logra responderlas, sino que además varios de los capítulos parecen flotar en cierta desconexión argumental. Eso a pesar que cada uno crea un mundo lo suficientemente sólido para funcionar por separado y a la vez, plantear su propio escenario.

Este ha sido el año en que Apple TV+ se planteó la idea de las emociones y la vida contemporánea desde sus estratos más duros. Separación, el otro éxito de temporada de la plataforma, profundizó sobre el miedo a la pérdida de la identidad y el control del sistema. WeCrashed con el panorama del fraude en una época en la que la codicia es una forma de éxito. De modo que Roar parece profundizar en ese otro lugar de la vida del milenio. La destrucción de la personalidad, la deshumanización y el derecho ser escuchado. O en todo caso, contemplado desde cierta generosidad e incluso, amabilidad.

Todo además, desde el particular punto de vista de lo femenino. Hay un trayecto doloroso en Roar a partir de la idea de la exclusión. Casi todos sus personajes están heridos por la soledad, apartados, excluidos, desterrados. Y Roar construye el escenario de esa fragmentación de la vida cotidiana en la perspectiva del sufrimiento invisible. Todos llevamos de alguna forma, el miedo de ser rechazados bajo la piel. La deshumanización como emblema. Y Roar intenta analizar la idea con una potente mirada argumental, que se queda a medias la mayoría de las veces. 

La soledad de Roar en Apple TV+

Roar plantea la idea de la vida de la mujer actual, pero en realidad es mucho más amplia que esa específica visión sobre el mundo contemporáneo. Y lo es porque explora lo universal a través de pequeños fragmentos de historias construidas como un rompecabezas astuto. Se trata, sin duda, de un riesgo complicado mucho más cuando la serie pareciera estar enfocada en la experiencia femenina. Pero en realidad, el argumento tiene el cuidado de asumir que la emoción es parte de un estrato más flexible y humano de lo evidente. 

La primera historia The Woman Who Disappeared protagonizada por Issa Rae es un paisaje casi tétrico acerca de cómo la cultura crea la exclusión. Rae sostiene un personaje que va desde la percepción del éxito al fracaso, todo en medio de símbolos narrativos sutiles. Pero el capítulo decae cuando intenta combinar el miedo y la derrota en aspectos menos cuidadosos que el fracaso espiritual.

Roar no es una serie sencilla de definir y a medida que sus capítulos avanzan es más evidente la osadía argumental y visual

Lo mismo ocurre en el cuarto episodio titulado The Woman Who Found Bite Marks on her Skin, enfocado en el dolor emocional invisible. La brillante Cynthia Erivo analiza la idea del miedo, la furia y el desconsuelo con una crudeza abrumadora. El guion, escrito por Liz Flahive y Carly Mensch, muestra la vulnerabilidad de la soledad contemporánea. Pero a la vez reflexiona y abre espacio hacia la conexión del desarraigo — lo que arrebata el éxito y el triunfo — con escenas de fría honestidad. Erivo, crea un personaje con dos rostros, dos espacios, dos lugares, que analiza el tiempo personal desde la ruptura. 

Pero es el capítulo titulado The Woman Who Ate Photographs, en que la universalidad de Roar es mucho más obvia que en el resto de la antología. Protagonizado por una Nicole Kidman tensa y abrumada, la relación entre el recuerdo y el amor se manifiestan como nostalgia. El personaje, que cuida la vejez atormentada de su madre, termina por encontrar en la soledad de la demencia, una excusa reflexionar sobre su vida. Y es entonces cuando la serie toma decisiones visuales asombrosas, para mostrar el escaño de dolor que guarda el argumento. El capítulo entero — con un tono visual y narrativo asombroso — define la belleza y la oscuridad de la serie. Y a pesar de ser el tercer episodio es el que mejor resume la intención de la serie de abarcar los misterios de las emociones. 

Una mujer para cada horror y belleza

Roar no es una serie sencilla de definir y a medida que sus capítulos avanzan es más evidente la osadía argumental y visual. Desde la inclasificable rebelión al romance de The Woman Who Was Fed by a Duck hasta la belleza dolorosa en The Girl Who Loved Horses. Cada historia se enlaza entre sí y se convierte en aristas de un mismo mundo. O al menos, es la sensación que brinda tanto el apartado visual como el argumental. También, el hecho de la duración de apenas treinta minutos de cada episodios. 

¿Qué es ser mujer en esta época? Es la pregunta que prometió responder Roar. Pero en realidad, termina por abarcar — y no siempre de manera hábil — tantos estratos que al final, resulta casi confusa. No obstante, con más puntos altos que bajos, la serie es una mirada de considerable interés sobre temas abstractos. Varios, que pocas veces se profundizan en historias mainstream. Y es quizás, esa innovación, la que brinda a la antología su curiosa y perdurable belleza. 

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