El día del estreno de Friends, jueves, no era un buen día. No, al menos, para una serie que necesitaba sorprender al primer episodio y encontrar con rapidez a su público. Y no lo era, porque fue el día de una tormenta de otoño en Nueva York. De modo que no parecía el mejor momento para estrenar una serie esencialmente optimista. Ya por entonces, la producción encabezada por Marta Kauffman y David Crane, había dado algunos problemas.
Una de las tramas del piloto involucraba a Mónica (Courteney Cox), que despertaba preocupación. En el guion, se contaba que el personaje había tenido un amorío de una noche que había resultado mal. La sala de guionistas, se preguntaba si eso haría ver a la destinada ser una de las chicas más queridas de la televisión, como “fácil”. Una pregunta incómoda que, a la distancia, parece anacrónica. Pero lo cierto es que Friends tendría que triunfar en medio del mundo de las sitcom para público adulto en medio de un terreno movedizo.
NBC ya tenía dos experimentos exitosos en el aire. Por un lado, se encontraba Loco por ti (Mad About You), una comedia ligera estrenada en 1992 que contaba el día a día de un matrimonio. Y que basaba su éxito, precisamente, en su tono urbano, entrañable y cercano. Al otro extremo, estaba Seinfeld y su corrosivo humor. Para 1994, la comedia, que aparentemente trataba de nada, había sorprendido por emplear la ironía y el sarcasmo a un nuevo nivel. El resultado, era una producción que ya se consideraba icónica y en especial, una destinada a marcar el ritmo y el tono de la televisión en adelante.
Por lo que la apuesta de la NBC con Friends, era alta. La serie era un híbrido entre ambas cosas — o intentaba serlo — y para ese 22 de septiembre de 1994, además, atravesaría la prueba de fuego de un público en estudio. Como si eso no fuera suficiente, era la historia de seis solteros en Nueva York. Seis personas sin hijos o matrimonios con los cuales luchar — la base de la comedia norteamericana — y cuyo único punto en común era una cafetería. De modo que el piloto, con Mónica enamorándose del “chico del vino” era una propuesta novedosa, aunque no totalmente original. También, un salto al vacío para la cadena, que necesitaba refrescar su oferta de prime time con una historia que cautivara al público de inmediato.
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No solo lo logró, sino para que para mitad de su primera temporada ya era obvio que los seis asiduos clientes del Central Perk protagonizaban un éxito sin precedentes. Las anécdotas de Mónica, Rachel (Jennifer Aniston), Phoebe (Lisa Kudrow), Joey (Matt LeBlanc), Chandler (Matthew Perry) y Ross (David Schwimmer), eran entrañables. No solo por divertidas — eso, por descontado — sino por ser parte de un juego de burla sincera y un sentido del humor con rastro sensible, que se volvió casi adictivo. Los capítulos — que jamás llegaron a tener nombre más allá de una descripción— eran una combinación de sátira con genuina emoción. Y a la vez, una colección de anécdotas con las que, fácilmente, el mundo podía identificarse.
El éxito llegó casi de inmediato. Y NBC supo aprovecharlo. Para el final de la primera temporada, la serie comenzó a transmitirse a las 9:30 p.m. ET del jueves, desde su original horario de las 7:30 pm. El cambio, que la ubicaba entre Seinfeld y el drama médico ER Emergencias, le brindó el lugar ideal para convertirse en una favorita del público. Pero fue mucho más, la química entre su elenco y la sencillez de su pequeño mundo de situaciones, lo que cautivaron al público. Friends no era corrosiva como la producción encabezada por Jerry Seinfeld ni tampoco, un drama que requiera considerable dedicación. Solo era las vivencias de seis jóvenes, que, en su trivialidad, permitían al público identificarse.
Friends demostró que la vida cotidiana era una fuente inagotable de risas. Pero a la vez, que podía tener el equilibrio perfecto entre la sátira y un subtexto más cercano al drama de lo que nadie quería admitir. Poco a poco, la historia de amor entre Rachel y Ross, cautivó la imaginación del público. Pero también, el sarcasmo pesimista de Chandler, la amabilidad torpe de Joey, la rareza de Phoebe y las obsesiones. La serie aprovechó, mucho mejor que ninguna otra, la capacidad de su elenco para brindar al guion un aire doméstico y entretenido que podía hacer reír a carcajadas. Pero también conmover. Una combinación que haría historia en la televisión.
El fin y el comienzo de una era
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Para el año siguiente, Friends era un éxito rotundo y sin duda, la celebración al formato Sitcom, destinado a morir, pero que en la serie encontró su mejor punto. En mayo de 1995, la portada de Rolling Stone mostró al elenco y confirmó lo que era ya era un secreto a voces. La segunda temporada de la serie, era ya un suceso capital para la NBC, que volvió a cambiar de horario a la producción, esta vez a las 8 p.m (siempre los jueves) para hacerla el punto más fuerte de su programación nocturna.
Para entonces, los seis amigos estaban en todas partes. El corte de cabello de Jennifer Aniston se había hecho un clásico estético, mientras que los estilos de ropa de cada una de las actrices, se volvía un ícono. Por el otro lado, el trío de actores que completaban el elenco, se volvieron varios de los llamados grandes prospectos de Hollywood. Mientras todo ocurría, los rostros de los personajes se hacían los más conocidos de la televisión tradicional y dejaban a su paso una larga sombra de series semejantes.
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De My So-Called Life, protagonizado por Claire Danes a Wigs, pasando por Living Single. Todas intentaban repetir la fórmula de un grupo de solteros en un piso de una gran ciudad. O en el mejor de los casos, historias de adolescentes que aspiraban, también, a utilizar el día a día como temática principal. Solo que Friends, había tocado un elemento esencial a la audiencia que, al cabo, la volvió un producto único. Sus personajes no atravesaban los rigores de la primera juventud ni tampoco de la temprana adultez. Eran un grupo de veinteañeros, lidiando con la independencia, con la familia adquirida y los amores destinados a durar toda la vida. Una premisa en la que la serie profundizó con cuidado a lo largo de sus diez temporadas.
El lado oscuro de la fama
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No parecía haber un motivo único por el cual Friends era un triunfo. Aunque poco a poco, fue evidente que esta sitcom, que bebía de varias de las grandes tradiciones de la comedia norteamericana, se especializaba en un punto concreto. Más allá de la inverosímil y opulenta vida de solteros en una ciudad costosa, lo cierto es que el grupo vivía situaciones con las que cualquiera podía identificarse. Rupturas, mudanzas y despidos, la temprana paternidad, el miedo al futuro. Los tópicos eran cotidianos y tocados con amabilidad. La química entre los actores — que los hizo, también, grandes amigos fuera de la pantalla — era notoria y siempre en evolución. Varios de sus mejores chistes, eran improvisaciones o fruto de un duro trabajo en el ejercicio del humor en grupo.
No obstante, el éxito también un lado problemático. Para la quinta temporada, la serie debió lidiar con las luchas salariales del elenco. Además, de la presión por la popularidad de varios de los intérpretes, en detrimento de otros. Courteney Cox jamás fue nominada al Emmy, mientras Lisa Kudrow obtuvo uno en 1998. Por otro lado, Matthew Perry comenzó su largo trayecto en medio de adicciones y problemas de salud.
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Su personaje, convertido en uno de los más queridos de la serie, bajo y subió de peso, frente a la preocupación de la audiencia. Tanto, como para que durante el final de la tercera temporada, Perry tuviera un aspecto tan frágil y cansado como para despertar comentarios. Después se descubrió, que debido a problemas de salud, tomaba masivas dosis de Vicodin a diario. Lo que terminó por afectar directamente su salud hasta un extremo crítico. Más tarde, en la temporada 7, el actor sufrió una pancreatitis que, de nuevo, le hizo perder peso y volverse el centro de comentarios en el mundo del espectáculo.
Un éxito digno de estudio
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Para 2004 y siendo, todavía, la serie más popular del mundo, Friends llegó a su final. Atrás quedó una historia de muchas primeras veces. Del salario de su elenco, invitados especiales, hasta lograr encarnar a toda una generación que despidieron el programa con pesar. La producción no solo marcó historia, sino que además, demostró los alcances de un tipo de humor que abrió la puerta a ciento de premisas semejantes al futuro.
Con la puerta lila del departamento cerrada para siempre, Friends se despedía de sus seguidores. Pero también, demostraba que irse en el mejor momento de su éxito, era la mejor lección que un programa de su categoría podía dar. Algo que treinta años después se recuerda con alegría e interés, pero sobre todo con nostalgia. El mejor legado que la serie de NBC deja tras de sí.
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