En una época con el humor bajo asedio y la lupa inquisitiva de los que no lo tienen, muy inclinados a poner el grito en el cielo si un chiste les daña su finísima piel y en cuyas entendederas no cabe que los estereotipos también son vehículos razonables de la hilaridad, y con el buque insignia de la incorrección que fue Los Simpson (James L. Brooks, Matt Groening y Sam Simon, desde 1989) convertido en cesión inmediata ante la última polémica pueril, qué gusto da revisar las comedias televisivas a las que no les preocupaba nada de esto, desde Friends (David Crane y Marta Kauffman, 1994-2004) hasta la resistente The Big Bang Theory (Chuck Lorre y Bill Prady, 2007-2019). Y recordar, tal vez, el giro más bestia de una sitcom en Seinfeld (Jerry ídem y Larry David, 1989-1998).
Resulta imposible que el episodio “The Invitations” (7x22), con el que acabó la antepenúltima temporada, no permanezca en la memoria de cuantos espectadores pudieron verlo. Porque su remate es absolutamente brutal, un fabuloso atrevimiento cómico. Comienza con George Costanza (Jason Alexander) y Susan Ross (Heidi Swedberg) yendo a comprar las invitaciones de su boda, para las que él elige las más baratas. Pero no desea casarse en absoluto, de modo que consulta a sus amigos, Jerry Seinfeld, Elaine Benes (Julia Louis-Dreyfus) y Cosmo Kramer (Michael Richards) e intenta disuadir a su prometida según sus consejos para que lo rechace y rompa el compromiso, haciéndole creer que fuma o que quiere que firmen un acuerdo prenunpcial, sin resultado.
Y, mientras Jerry se enamora de sí mismo encarnado como la desconocida Jeannie Steinman (Janeane Garofalo) y acaba odiándose, al tiempo que Elaine se disgusta porque no le asignan ningún papel en la boda de George y Kramer se propone que los gestores incautos de una oficina bancaria, que ha prometido cien machacantes si no saludan a los clientes con un “hola”, aflojen la pasta, la solución para las tribulaciones solteriles de George llegan de una forma del todo imprevista: Susan se termina envenenando por lamer el pegamento de los sobres baratísimos para las 200 invitaciones de la boda y muere intoxicada. Y es glorioso asistir al desconcierto del doctor que se lo notifica y de los tres amigos para darle el pésame al satisfecho ex prometido de la difunta. Qué maravilla.