Si algo ha distinguido a The Bear desde su estreno, es su aparente sencillez. La historia de un cocinero renombrado que vuelve al restaurante familiar en medio de un duelo mayor, no parece tener gran profundidad. Pero el guionista Christopher Storer no solo logra que se convierta en una reflexión acerca del dolor, el luto y las dimensiones de la naturaleza humana. También, en un recorrido a través de la forma en que la cocina — y el arte de cocinar — puede convertirse en una metáfora elaboradísima acerca del crecimiento interior.
El resultado es una serie que comenzó siendo una curiosidad de la pantalla pequeña para hacerse un fenómeno. The Bear es mucho más que una producción en tendencia, favorita de la temporada de premios y de la crítica especializada. A la vez, es una visión elegante de una forma de narrar historias que se sale de lo común, para sorprender por cada uno de sus giros. En especial, en la manera de profundizar en sus personajes y situaciones. Lo que hace que la tercera temporada sea en particular valiosa.
Pero al mismo tiempo, tenga un reto. La de renovar la producción para nuevas audiencias. A la vez, preservar la identidad que le ha llevado a convertirse en un triunfo a todos los niveles. Para analizar todo lo anterior, te dejamos lo bueno, lo malo y lo feo de la tercera temporada de The Bear. De la experimentación a la necesidad de conectar con lo esencial que le identifica. Se trata de un recorrido a través de sus puntos altos y bajos. Y por supuesto, las expectativas con respecto a la serie a futuro.
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Lo bueno de la tercera temporada de ‘The Bear’
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La experimentación en el formato
The Bear ha mantenido su estilo visual y narrativo durante todas sus temporadas con éxito. A saber: captar a través de las sutilezas del trabajo duro, la sensibilidad de los diferentes personajes. Pero a pesar de que es una fórmula brillante que se hace más interesante de temporada en temporada, de no renovarse podría resultar tediosa. Algo que parece saber el escritor y creador Christopher Storer. El primer capítulo de la tercera temporada, no es solo una interesante exploración en la mente de Carmy (Jeremy Allen White).
A la vez, es un riesgo calculado acerca de cómo integrar al guion una forma más introspectiva y menos evidente de comprender sus conflictos. En el episodio, uno de los mejores de la temporada, una sucesión de imágenes, flashbacks y secuencias simbólicas se suceden unas a otras. Eso, con apenas diálogo y recorriendo la vida profesional de Carmy, a medida que añade información acerca de sus sentimientos, convicciones y esperanzas.
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Se trata de una decisión que permite a The Bear, crecer y hacerse más adulta. Mucho más, al dejar claro que aunque parezca que la formula se reinventa para hacerse un poco más compleja, lo que en realidad ocurre es que el guion explora en sus conflictos de manera nueva. Un elemento necesario para la madurez de la producción y el argumento en su nueva temporada.
Dedicar interés a los conflictos de sus personajes
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The Bear siempre ha sido una serie de personajes y la tercera temporada eleva la puesta para explorar en cada uno desde una perspectiva honesta. De Carmy y su necesidad de perfección, control y triunfo, que solo parece conducirle a lugares inexplorados de su mente, al crecimiento de Marcus (Lionel Boyce). Este último atravesando la muerte de su madre y sus ambiciones como chef.
Lo cierto es que la tercera de la temporada de la serie, dedica tiempo, interés y mimo al desarrollo de sus protagonistas. El resultado es una serie de magníficos capítulos, en los que cada uno tiene un lugar preponderante. Uno de los mejores: el sexto, titulado Napkins y el debut como directora de Ayo Edibiri.
En medio de una serie de secuencias dolorosas, el episodio explora en Tina (Liza Colón-Zayas) y sus dolores, antes de llegar a la cocina del Original Beef of Chicagoland. Toda una pieza íntima que medita sobre la importancia del propósito y la solidaridad en tiempos confusos.
Lo malo de la tercera temporada de ‘The Bear’
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Señales de cierto agotamiento en el argumento
Aunque The Bear ha logrado mantenerse fresca en su estilo de mostrar el dolor, la madurez y el crecimiento de sus personajes, la fórmula comienza a ser repetitiva en cierto aspecto. Particularmente, en medio del tránsito de restaurante callejero a un local de primera línea, lo que obliga al guion a repasar viejos aspectos desde ópticas nuevas.
De modo que el renovar rutinas, mostrar la dinámica dentro de la cocina y las agotadoras jornadas de trabajo, parecen conocidas. Después de todo, el relato se encamina ahora a mostrar la madurez de tanto sus rostros más conocidos, como de los conflictos que plantea. Lo que obliga al guion a replantearse cómo contar ambas cosas, sin perder la identidad ni tampoco, volverse tedioso.
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En una serie como The Bear — que depende íntegramente de su contexto — el equilibrio entre lo más reciente y lo viejo, debe mantenerse en un punto muy concreto. Este es: como mostrar la evolución de todo lo familiar, hacia nuevos terrenos. La temporada tres lo logra la mayoría de las veces, pero cuando no, hace que los capítulos tengan un aire repetitivo o en el peor de los casos, predecible.
La pérdida de la esencia de ‘The Bear’
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Uno de los elementos más reconocible de la serie, fue, de hecho, el ambiente vertiginoso que logró su guion. Eso, dentro de la cocina del Original Beef of Chicagoland. Había mucho de una urgencia desordenada, angustiada y física, en los largos días de ir y venir entre platos sucios, cubiertos y platillos. Eso, mientras la tensión emocional aumentaba y se volvía insoportable.
Pero en su tercera temporada, The Bear se volvió un poco más limpio, elaborado y ordenado. Lo que dejó atrás al fenómeno de su primera temporada y a la muy querida segunda entrega. Claro está, toda serie debe evolucionar, crecer y volverse distinta. Pero en el caso de The Bear, el paso ha sido más rápido y menos meditado de lo necesario, lo que se convirtió en uno de los puntos bajos de temporada.
Lo feo de la tercera temporada de ‘The Bear’
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¿Y ahora qué viene?
Es casi la misma pregunta que se formuló chef Terry (Olivia Colman), al final de la temporada tres, en la que cerró Ever por una vida fuera de la cocina. La misma, además, que se formula Carmy, con la crítica — todavía desconocida — a su restaurante entre las manos. Uno de los grandes problemas de la temporada tres es que planteó la necesidad que la serie debe reinventarse. Pero a la vez, que necesita encontrar la manera de mantener lo esencial. Eso, mientras ya utilizó todo lo mejor de su fórmula.
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¿Más cameos, más discusiones en la cocina, más lucha por sobrevivir día a día? The Bear mostró todo eso y más en tres temporadas, por lo que el futuro de la serie depende de qué tan hábil sea su creador y guionista, para encontrar un filón novedoso para explorar en sus temas preferidos. ¿Lo encontrará?
Algunos de los mejores capítulos de la tercera temporada demuestran que es posible. Mientras que los menos sólidos, que se necesita una reinvención bien pensada acerca de cómo avanzar. El mayor reto que The Bear debe enfrentar en los años siguientes.