En lo referente al paladar, El menú y The Bear, tienen mucho que decir. De hecho, ambas producciones comparten importantes aspectos que giran en torno a la comida como punto de encuentro.
En la película El menú, de Mark Mylod, disponible en Disney+ y Star+, comer es una forma de ejercer un tipo poder déspota. El guion convierte a la alimentación en una alegoría de la decadencia y la arrogancia. El Chef Slowik (Ralph Fiennes) usa el placer de la degustación en un símbolo de estatus. El argumento reflexiona sobre el hambre como una retorcida versión de la vanidad a través de un grupo de personajes de paladar sofisticado cuya intención es presumir del lugar en el que se encuentran. También del privilegio de ser parte de una experiencia total que incluye platos culinarios de diseño. Una perspectiva impersonal acerca de un acto íntimo.
Por el contrario, la serie The Bear, de Disney+, reinterpreta el arte de cocinar como consuelo. La mayoría de sus escenas suceden en un espacio gastronómico, pero poco tienen que ver con la comida. En medio de la frenética actividad del restaurante, la trama se hace preguntas acerca del duelo y el suicidio. Incluso de temas tan abstractos como el impulso de complacer. La producción basa su efectividad en hacer creíble que preparar alimentos es una forma de expresar ideas intelectuales.
The Bear, el amor en forma de sándwich
No obstante, no crea un escenario complicado. Al contrario que en El menú, los comensales son transeúntes de la calle y el equipo puertas adentro, amigos durante largos años. El escenario del argumento permite reflexionar sobre la naturaleza del amor, la soledad y el duelo de manera realista y sensible. En la cocina destartalada del viejo local italiano, el acto mismo de comer se convierte en un símbolo de humanidad.
Por curioso que parezca, los puntos de vista de The Bear y El menú se unen en un único escenario. La comida como una manera de entender al ser humano y su contexto. También de hacer comentarios simbólicos sobre los apremios urgentes, los espacios intelectuales oscuros e, incluso, la esperanza.
Todo mientras un grupo de cocineros — en el caso de The Bear — o los invitados a una cena opulenta — en El menú — se vinculan a través del paladar. ¿Cómo de acertada es esa mirada sobre un impulso primitivo que abarca la identidad de los que comen?
The Bear y El menú, dos premisas unidas por las mismas preocupaciones
No se trata de un concepto fácil. Tanto El menú como The Bear están obsesionadas con la urgencia del placer. Pero mientras el restaurante callejero de Boston en la serie de Disney+ analiza el planteamiento desde un aire utilitario y franco, la película se desliza por espacios tenebrosos. El largometraje establece, casi de inmediato, que el restaurante Hawthorn es un lugar insular, aislado e inalcanzable. Que lo que se servirá en las mesas es único y que debe ser consumido con esa reverencia.
Mientras tanto, The Bear sopesa la posibilidad de comer como un vínculo que puede unir a los personajes a partir de la sencillez. Para Carmy (Jeremy Allen White), un chef de primera línea que intenta salvar el restaurante familiar, cocinar es un reto. Al mismo tiempo, su única forma de homenajear al hermano fallecido, cuyo suicidio le hizo volver a sus orígenes. El tratamiento de la serie acerca de la alimentación como un tránsito hacia perspectivas sensibles del ser humano es emocionante. Comer es una pulsión, un hecho orgánico capaz de consolar.
El Menú y sus platos como una forma de lujo perverso
En El menú, la idea se pondera a través de una burla cínica. Alimentar no es un acto amable, sino agresivo. El Chef Slowik está al frente de un grupo de cocineros que le obedecen a ciegas. Incluso dispuestos a matar o dejarse asesinar para cumplir sus órdenes. La cocina del restaurante es una caja de resonancia de defectos, rencillas y mezquindades. Una traducción a través de los alimentos de los actos miserables y secretos turbios de los que comerán.
Lo interesante es que ambas producciones, El menú y The Bear, abordan los apetitos primarios del ser humano. Para la producción de Disney+, la comida es un nivel de comunicación. En la película de Mylod, un ataque, una forma de señalamiento y un castigo.
Cuando combinamos las perspectivas de El menú y The Bear, una cosa queda clara: comer exacerba los instintos irracionales. Mucho más, muestra hasta qué punto el apremio por un acto básico expone elementos retorcidos de la sociedad.
El hambre y la avaricia, El menú y The Bear
El menú se burla frontalmente de la cultura gastronómica que convierte a la comida en una puesta en escena. Lo logra al convertir al comensal en un individuo cuya relación con la comida se aleja de lo natural. El elegante argumento transforma el suspense en una sátira maligna acerca de la postura snob en el acto de comer. Los doce invitados a esta cena mortal son parte de un concepto elevado, que poco o nada tiene que ver con el placer.
The Bear, con su ambiente claustrofóbico, tomas coloridas y uso de la cámara subjetiva para narrar lo que pasa en un restaurante pequeño, es un homenaje. Tanto el cocinar — que Carmy convierte en una expiación del luto familiar — como la forma de hacerlo son una expresión de amor.
Lo intrigante es que El menú y The Bear vinculan la misma idea, pero la primera lo hace en sus estratos más pérfidos y venenosos. La invitación es “a probar”, no para alimentarse. A entregar la voluntad, no a disfrutar del simple acto de una satisfacción primaria.
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Tanto una como otra propuesta dejan claro que comer puede convertirse en una comprensión del ser humano en su totalidad. En sus puntos más duros y los más emotivos. Un experimento narrativo en el que El menú y The Bear llevan a nuevas dimensiones un hecho sencillo como lo es comer.