En la segunda temporada de The Bear, la cocina ha dejado de ser el centro el argumento. Al menos, de todos los eventos relevantes y de buena parte la trama. En lugar de eso, el guion de Alex O’Keefe, Christopher Storer y Karen Joseph explora el mundo fuera del mítico restaurante de Chicago. Se trata de un recorrido hacia lugares más amplios y singulares, pero siempre profundamente sensibles.

Si algo distinguió al debut de la producción creada por Christopher Storer en 2022 fue su aire mínimo. Todo ocurría entre cuatro paredes, la jerga de la cocina y los debates de ayudantes culinarios en crisis. Pero bajo todo eso se encontraba el duelo. También, ideas profundas sobre el amor, la dedicación familiar y el legado envueltas en la extraña percepción de que el tiempo era escaso al contar todo lo que podía ocurrir frente al fuego de las sartenes. 

El argumento resultó efectivo al equilibrar el ambiente frenético de la cocina con un fondo emocional sofisticado. Carmy Berzatto (Jeremy Allen White) regresaba al restaurante familiar al borde de la quiebra para intentar sacarlo adelante. Algo que no podría hacer sin la colaboración del equipo de su difunto hermano. De modo que, el conflicto se enfocaba en la capacidad de la serie para mostrar cómo la convivencia en medio de la desgracia y el dolor era posible. Para el capítulo final de su primera temporada, The Bear mostró que el éxito es un propósito colectivo. Pero también que es necesario sanar las heridas de una pérdida irreparable.

The Bear

La segunda temporada profundiza en sus personajes desde dimensiones distintas. Lo que supone abandonar los estrechos límites de la cocina. El cambio es gradual, pero permite a la producción brindar una segunda perspectiva a su exitoso argumento. El legado de Carmy (Jeremy Allen White) sigue siendo duro, pero esta vez se trata de un proyecto a largo plazo. Ahora es preciso reformar el menú, especializar a los empleados y volver a empezar el recorrido para convertirse en un local exitoso. Por supuesto, esto es solo la superficie de transformaciones apreciables en sus protagonistas. El guion tiene el buen tiene el buen tino de utilizar el contexto para narrar la madurez de cada uno de ellos. The Bear crece como historia y se vuelve más elegante y menos claustrofóbica.

Puntuación: 4.5 de 5.

Los retos de un nuevo enfoque

Los capítulos de la segunda temporada de The Bear van más allá de los espacios claustrofóbicos y tensos de un solo escenario. La razón es obvia: el antiguo Beef —que comienza la temporada con un cambio de nombre— necesita crecer. Lo que, por supuesto, es una alegoría de la evolución previsible de sus personajes. Después de todo, el argumento, obsesionado con los mundos interiores que se manifiestan de manera sutil, necesita expresar ideas novedosas. Carmy superó la prueba de evitar —a medias— el desplome del legado familiar. Por lo que, el siguiente paso es sostener los pequeños triunfos sobre algo más sólido.

La nueva entrega establece, de inmediato, vínculos con la anterior. Tanto es así que lo primero que señala es que se trata de la parte II —y no la segunda temporada— de The Bear. Puede parecer un matiz irrelevante, hasta que el argumento comienza a avanzar. El restaurante familiar se encuentra en medio de reparaciones y debe lidiar con la burocracia de la ciudad para poder llevar a cabo sus ambiciosos proyectos de futuro.

El escenario de esta segunda temporada de The Bear se mueve entonces por la cocina entre interminables llamadas telefónicas, discusiones en voz alta y gritos de frustración. No obstante, la historia sabe utilizar sus recursos y transforma esa atmósfera en una sensación de evolución. Carmy quiere permanecer en Chicago y traer lo mejor de su vida a su proyecto privado.

La magia de la segunda temporada de The Bear

Lo que incluye una mesa de postres y entrenar al personal para objetivos más grandes. La segunda temporada de The Bear asimila rápidamente toda una nueva colección de retos. Pero, a la vez, profundiza con cuidado en sus personajes. Carmy, arrogante y exigente, ahora conoce los espacios de negociación. Lo que sugiere que su noción sobre el restaurante —y el equipo— ha evolucionado lo suficiente como para apuntalar el gran mensaje en el que insistió la temporada anterior. El poder de un proyecto familiar está no en sus ganancias, sino en cómo vincula a cada uno de sus participantes a un objetivo en común.

Carmy hace el menú en la segunda temporada de The Bear

Lo más interesante es que esa ola expansiva de crecimiento incluye al resto de los personajes. Sugar Berzatto (Abby Elliott) ostenta ahora mayores responsabilidades. Marcus (Lionel Boyce) tiene un hilo narrativo propio que enlaza con la relación con su madre. Gradualmente, el argumento, que hasta ahora solo transcurría en la cocina, encuentra una mayor amplitud para sus protagonistas.

Lo que evita que esta segunda temporada de The Bear sea solo una colección de sucesos culinarios con un trasfondo simbólico. La serie llega a su punto central como propuesta y sorprende que la transformación sea tan sutil como cuidadosa. Lo que hacemos expresa lo que somos o podemos ser. El mundo refleja a sus figuras —nerviosas, cansadas, obsesivas, talentosas— y es esa percepción sobre el triunfo a partir del esfuerzo es lo que sostiene a esta segunda parte del relato.

Manos a la obra para alcanzar el éxito

Sin duda, mover el núcleo de tensión para la segunda temporada de The Bear implica decisiones interesantes con respecto a la química de su elenco. De hecho, varias de sus mejores secuencias transcurren en hilos narrativos únicos. Carmy y Sydney (Ayo Edebiri) comienzan a planear un nuevo menú, lo que implica pasar tiempo juntos. La química —por ahora platónica— entre ambos es tan fuerte que cada una de sus explicaciones culinarias tiene un evidente doble sentido emocional.

Carmy y Sydney en la segunda temporada de The Bear

Por otro lado, Tina (Liza Colón-Zayas) y Ebra (Edwin Lee Gibson) reciben la oportunidad de su vida para formarse como chefs. Lo que implica un cambio de ambiente, expectativas y concepto del éxito. Algo que ocurre también con Marcus, que termina bajo la mano —y supervisión— de un Will Poulter tenso y exigente. Una versión de Carmy menos desesperada por el triunfo, pero igualmente enfurecida por la posibilidad del error humano.

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Para su segunda temporada, The Bear crece en ambición, fuerza narrativa —lo que beneficia a sus escenas más poderosas— e intimidad. El Beef —ahora oficialmente con el nombre titular— ofrece todo tipo de oportunidades a quien quiera aprovecharlas. Lo que incluye un crecimiento a tantos niveles distintos que convierte a la serie en un recorrido bien pensado por la fe y la comprensión del éxito. De un pequeño restaurante a un modo de vida, los nuevos episodios dan un paso adelante en su idea sobre el triunfo y la realización emocional.