De nuevo, la reina Rhaenyra (Emma D’Arcy), está frente a una fosa mortuoria abierta. Esta vez, la de los gemelos Erryk y Aaryk (Elliott y Luke Tittensor), muertos en medio de un ataque disparatado enviado por los Verdes. El nuevo capítulo de la tercera temporada de La casa del Dragón, comienza por dejar claro que el conflicto entre las dos facciones Targaryen, es inevitable. Y no solo eso, que lo que narrará en el episodio, demuestra que esta batalla de intereses está basada en equívocos. 

El más reciente, el de la orden desordenada de La Mano del Rey, Ser Criston Cole (Fabien Frankel), al enviar a un guerrero a solas para matar a la reina. Otra prueba que la guerra no es solo una colección de malas decisiones — las peores, aun por llegar — sino por mentiras que no se sostienen de ninguna parte. Esa, al menos, es la opinión de Rhaenys (Eve Best), al pie de la tumba de dos nuevas víctimas de las torpezas del poder. A Rocadragón ya llegó la información que Otto Hightower (Rhys Ifans), ha perdido su influencia en el Trono de Hierro, un golpe que a la Reina que Nunca Fue, le preocupa. En especial, porque supone que el futuro conflicto quedará en manos de sangre más joven y que está dispuesta a lo que sea por venganza y el castigo. 

Para Rhaenyra, el comentario resulta incómodo, porque tal y como le recuerda a Rhaenys, la guerra no comenzó por la inexperiencia del rey, sino por la usurpación. Pero en realidad, y tal y como apunta el personaje de Best en La casa del Dragón, pronto no estará claro cuál fue el primer acto que desató los horrores que vendrán. El guion, de forma oportuna y brillante, recuerda que esta es una guerra en la que la ambición, la codicia y el poder detrás del trono lo es todo. Pero mucho más, que las atrocidades que se cometerán, serán en nombre de un hecho difuso que nadie recordará en adelante. 

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La cercana batalla que devastará Poniente

Todas las obras de George R.R. Martin, coinciden en un punto: el desacralizar el poder. Por lo que el tercer capítulo de la nueva temporada de La casa del Dragón, se dedica precisamente a eso. De hecho, el libro Fuego y sangre (2018), se distingue por ser una crónica aproximada de los sucesos que desencadenaron una violencia atroz. La adaptación recuerda el tema a través de una fina visión de futuro. Por ahora, la futura Danza de Dragones, está dejando a su paso víctimas inocentes entre los pobres, soldados y los que dependen de la corona. Cualquiera de ella. Pero pronto, el horror se volverá una oleada que se extenderá a todas partes. 

Las primeras señales están por todas partes en La casa del Dragón. La Casa Bracken, que decidió apoyar a los Verdes y la Blackwood, partidario de Rhaenyra, tienen su primer encuentro. Más que escaramuza, se trata de una venganza que se va a consumar a la sombra de las nuevas lealtades a la corona. La serie utiliza una sutil percepción acerca de la cercanía del caos, para narrar varias de sus partes más crudas. Entre ellas, que pronto en Poniente, la guerra será la excusa para enfrentamientos largamente aplazados. Por todo el continente se extiende la idea que el precario orden que pareció lograr la coronación de Aegon II (Tom Glynn-Carney), se desploma con igual rapidez. Por lo que es el momento de arrasar y tomar ventaja de lo que se pueda. 

En Desembarco del Rey, todo se hace turbio

En la Fortaleza Roja, las cosas se vuelven cada vez más confusas en este capítulo de La casa del Dragón. Sobre todo, ahora que Aegon y Ser Cole, tienen todo el dominio de la situación. Con Otto fuera del escenario, las decisiones son tomadas en medio del desorden y sin ningún sentido estratégico. El concejo del rey, es un debate que trata de solo apuntalar las decisiones del monarca inexperto. Lo que incluye, ignorar siempre que pueden — y de manera obvia — a la reina madre Alicent (Olivia Cook). 

En medio de una situación semejante, Criston Cole toma otra de sus decisiones encaminadas a probarse a sí mismo. ESta vez, la de tomar un grupo de soldados para viajar a Tierras de los Ríos para revertir todos los apoyos a la Reina Negra. Pero en realidad, el principal objetivo es tomar Harrenhal, un punto clave para ganar la guerra. De nuevo, Cole magnifica sus capacidades y subestima sus errores. Un símbolo de lo que ocurrirá en adelante. ¿El único punto de aparente de equilibrio en la camarilla de Aegon? La llagada de su tío Ser Gwayne Hightower (Freddie Fox). Con todo, termina por claudicar en favor del plan de Ser Cole. 

Un rey sin poder verdadero

Convencido de su triunfo, Criston y Gwayne parten en lo que suponen, será su momento de mayor éxito esta temporada de La casa del Dragón. El único que permanece en Desembarco del Rey, es, por extraño que parezca, Aegon. Se trata de una de las ocasiones en que será más obvio que a pesar de tener todo el poder — o que, representa el poder — en realidad no las tiene todas consigo. Algo que quedará más que claro, cuando Larys Strong (Matthew Needham), en otras de sus apariciones venenosas, le convenza de quedarse en el Trono y dejar que sus hombres lucen por él. Pareciera ser una especie de consejo bien intencionado, hasta que es obvio que el maquiavélico Larys planea otra cosa.

La Casa del Dragón

Esta es: asegurarse que Aegon, mucho más manipulable que Aemond (Ewan Mitchell), siga siendo el rey y recibiendo sus indicaciones. Para apuntalar sus intenciones, Larys intriga contra la familia del rey y termina por ganarse su confianza. Lo que lleva a obtener, además, el título de Maestro de los Susurros. Un cargo de importancia que le permitirá extender su red de influencias aún más de lo que podría suponerse. Todo lo anterior, quizás será el escenario ideal para el primer gran encontronazo entre Aegon y Aemond en el burdel de Lecho de Pulgas. Es ahí, en donde el monarca de La casa del Dragón demostrará hasta qué punto Larys le envenenó contra su familia. Aún peor, las rencillas que provocará en adelante. 

Lealtad por lealtad en el hogar de los dragones

En Rocadragón, Rhaenyra agradece a Mysaria (Sonoya Mizuno), el haber salvado su vida. A su vez, esta última, le pide un lugar en la Corte, como muestra implícita de respeto y además, de dejar claro, su considerable utilidad en cuanto a información, que puede resultar. Es evidente, que la serie hace paralelismos entre el nombramiento fraudulento de Larys y el mucho más honorable de la otrora Gusano Blanco. Sin embargo, el punto de mayor interés es que mientras el primero trabaja solo para su conveniencia, la segunda está más consciente de su responsabilidad para con la Reina Negra.

Al otro extremo de las lealtades controvertidas, Daemon (Matt Smith), llega a las ruinas de la destruida Harrenhal para reclamarlas en favor de Rhaenrya. No solo no encuentra resistencia, sino que los Strong sobrevivientes rápidamente le ofrecen su sumisión. Eso, a pesar de que el verdadero dueño del territorio — por herencia — es Larys. Pero como descubre rápidamente el rey consorte, todo el territorio se encuentra en ruinas y ha perdido su influencia inmediata. A no ser, claro, la simbólica que muestran. 

Todo lo anterior ocurre, mientras el concejo de los Negros, parece asumir que la causa para lograr recuperar el trono, parece perder solidez. No solo por la guerra pseudo civil entre los Bracken y los Blackwood, sino por el hecho que Daemon abandonó su lugar en el castillo. El argumento tiene la inteligencia de mostrar, las grietas alrededor de Rhaenyra siente que su control sobre Poniente está disminuyendo. Mucho más, cuando la información que una comitiva de la Fortaleza Roja hacia Harrenhal, presiona para un enfrentamiento entre dragones. 

El momento de aceptar el crucial equívoco

Pero la reina se resiste. Sobre sus hombros, pesa la responsabilidad de una batalla que podría destruir por completo al continente. Tal vez por eso, Rhaenyra encuentra las notas que declaran la intención de Alicent de reunirse o al menos, plantear un puente entre ambos bandos. En medio de la situación confusa en que vive, acepta hacerlo. Un plan que Mysaria, ahora muy cerca de la Reina Negra, logra organizar de la mejor manera posible. En el Gran Septo, en las que ambas tuvieron una importante conversación en la primera temporada. 

Es en medio de este encuentro providencial, que Alicent explica a Rhaenyra, la última conversación con Viserys I (Paddy Considine). Y esta última, descubre que todo se ha tratado de un malentendido. Pero, como ya dejó claro el capítulo, no importa lo que ocurra a continuación, la guerra está a punto de desatar toda su crueldad. Incluso cuando su aparente origen quede establecido sin lugar a dudas.