Si la primera temporada de La casa del Dragón demostró que era una digna sucesora de Juego de Tronos, la segunda eleva la puesta en desarrollo y crueldad. En el primer capítulo, mostró las consecuencias inmediatas de la aparente usurpación del Trono de Hierro y finalizó con la muerte brutal del pequeño Jaehaerys Targaryen. Ahora, el siguiente, explora en cómo Aegon II (Tom Glynn-Carney), reacciona no solamente a la violenta muerte de su heredero. A la vez, al hecho que su posición se encuentra debilitada por la jugada estratégica y brutal de Daemon Targaryen (Matt Smith).

Por supuesto, más allá del dolor de la pérdida de un hijo, se trata del hecho que Aegon, que todavía debe tratar de plantar cara a las acusaciones de usurpación, se enfrenta a una crisis sucesoral. Lo que implica, que ahora, tanto Rhaenyra (Emma D’Arcy) como él, han perdido a su sucesor inmediato. Pero en el caso de la Reina negra, hay una línea de herencia directa. No obstante, el hijo del difunto Viserys (Paddy Considine), solo tiene una descendiente, al menos en la adaptación para la pantalla pequeña. Lo que lo pone en, paradójicamente, la misma situación de su padre. A saber: encontrar un sucesor varón y Targaryen que pueda preservar la herencia al trono. 

Pero mientras eso ocurre, Aegon II demuestra que el Trono de Hierro le viene grande. Su juventud, falta de experiencia e impulsividad lo convierten en un peligro para sí mismo y el resto de los que apoyan su causa. Algo es evidente: este rey, títere de su abuelo y su madre, quiere gobernar. Y lo hará incluso en las peores condiciones. El argumento, que se vuelve escalofriante en la búsqueda de venganza — que será el elemento predominante en el episodio — deja algo claro. Nadie ganará en esta contienda brutal. Mucho menos, a medida que la situación se hace insostenible para cualquiera de las dos partes.

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La casa del Dragón: la corona a punto de caer 

Por lo que el capítulo dedica sus primeros minutos a analizar la crisis que Daemon provocó y que sacude los cimientos de Los Verdes. En Desembarco del Rey ya nadie está seguro. Al menos, es la percepción del pueblo — esta vez, más protagónico que en la primera temporada y más parecido al escenario de Juego de Tronos — que comienza a comprender que su nuevo rey, no las tiene todas consigo. 

Se trata de un punto interesante que empuja al monarca recién coronado a una serie de decisiones. La mayoría, malas. Lo que comienza por resistirse todo lo que puede, a los consejos de la Mano del Rey. Otto Hightower (Rhys Ifans), está convencido que la muerte del pequeño príncipe, permitirá afianzar su punto. Aegon II solo quiere ser resarcido. Finalmente, el intrigante miembro de la corte logra la batalla dialéctica. Sin embargo, a un precio altísimo. Alicent (Olivia Cook) y Helaena Targaryen (Phia Saban), atravesarán las calles de Desembarco del Rey con el cuerpo del príncipe muerto, en busca de la solidaridad del pueblo. 

Aun así, ya sea por falta de sutileza o porque Aegon probó las mieles del poder y no desea renunciar a ellas, incluso en la miseria, los planes de la Mano del Rey, terminarán en desastre. O mejor dicho, su necesidad de aglutinar una derrota estratégica y convertirla en un éxito en un movimiento político preciso. 

Un panorama turbio entre dos casas debilitadas

A pesar de aceptar el consejo de su abuelo, Aegon por ahora está más interesado en demostrar que es fuerte. Lo que abarca permitir a Ser Criston Cole (Fabien Frankel), tome decisiones impulsadas por la vergüenza y la culpabilidad. En un movimiento más desesperado que con criterio, este último termina por enviar a Ser Arryk Cargyll (Luke Tittensor), a Rocadragón. Eso, con el peregrino plan de hacerse pasar por su hermano gemelo Erryk Cargyll (Elliott Tittensor) y asesinar a Rhaenyra en sus propios dominios. 

La trama de La Casa del Dragón dedica esfuerzo en demostrar que los Verdes están no solo peor momento — que ya sería bastante grave — sino en una situación que podría al caos al reino. Mucho más, cuando Aegon tomó la resolución de enfrentar el dolor, la pena y la vergüenza del hijo perdido, a través de demostraciones públicas de fuerza. Para horror de Otto y Alicent, eso incluye tomar justicia por sus manos y hacer de todo a su alrededor, un reflejo de su sufrimiento. Desoyendo, de forma muy directa, los consejos de la Mano del Rey. 

Un rey frágil en una situación volátil

La decisión de Aegon no puede llegar en peor momento. En medio de la crisis que supone el asesinato de un miembro de la familia real, Otto fue, hasta ahora, un muro de contención en las peores decisiones de su nieto. Lo que incluyó, culpar a hombres inocentes por la muerte del príncipe y también, no tener medidas para contrarrestar la escasez alimenticia debido al bloqueo del puerto.

El mismo hecho, que los Negros hayan conseguido adjudicarle la culpa — o al menos, la responsabilidad directa — de la falta de alimentos, está convirtiendo a Aegon en una figura impopular. Lo que Otto teme, sea el principio de una rebelión que los Negros puedan utilizar a su favor. Lo cierto, es que La casa del Dragón hace énfasis que haber consumado la usurpación, no es, ni mucho menos, un momento para los Verdes. De hecho, el director, Clare Kilner, utiliza el trasfondo violento y cada vez más inevitable de la ciudad, para demostrar la fragilidad del reinado. 

La reina en una crisis que no controlar

No obstante, dentro de la Fortaleza Roja, la situación no es mejor. La Reina Alicent (Olivia Cook), acaba de comprender que su hijo es incontrolable y un dictador en potencia. Las diferencias con Viserys I son más que obvias y el argumento, juega de manera inteligente con la sensación de mal inevitable que encarna el heredero. Para la soberana viuda, se trata de una situación cada vez más complicada. Debe lidiar tanto con la posibilidad de un ataque de los Negros — impredecible — y a la vez, en la forma en que su hijo afronta todo tipo de situaciones que le sobrepasan.

Es la fragilidad de Alicent, lo que hace que todo en la Corte de Hierro, sea más complejo. Convertida en una sombra, tratando de consolar a su hija, apoyar a su padre y en medio de una relación clandestina cada vez más peligrosa, la reina se encuentra en su peor momento. En uno, además, que la llevará a un choque brutal con Aegon II y todo lo que representa. Una ruptura que los Verdes no necesitan en su peor crisis. 

En Rocadragón arde la desconfianza

Por otro lado, Rhaenyra y Daemon, atraviesan una crisis de confianza que amenaza con quebrantar todo lo que el príncipe intenta hacer. En especial, lo que parecen ser movimientos específicos para mantener el reclamo de su esposa y apuntar la debilidad de los Verdes. Sin embargo, la muerte Jaehaerys Targaryen es, para la reina negra, un gesto de debilidad. Por primera vez, la heredera destronada, acaba de asumir que hay un riesgo verdadero de perder la corona — o su reclamación — no por la fuerza de Desembarco del Rey, sino por su propia debilidad.

Y esa debilidad comienza con el hecho de una carnicería que tiene poco de justicia y mucho de ataque violento, como habitual en La casa del Dragón. Al menos es la visión de la reina. Desconcertada por la decisión de Daemon de enviar asesinos para matar a un niño — un acto que sacude la imagen de reina digna que quiere mostrar — la gran pregunta de Rhaenyra es qué desea, realmente su esposo y tío. ¿Se trata de un apoyo genuino y desinteresado a la reina? ¿Se asegura de tener su propia puerta abierta para una eventual sucesión que lo convierta en rey?

La fragilidad de la solicitud de Rhaenyra se muestra en La casa del Dragón como un conjunto de ideas sobre el poder. La reina quiere cumplir la voluntad de su padre y unificar al reino lo más rápido. Pero Daemon no teme atacar a los Verdes y provocar su caída con jugadas sucias. Entre ambas cosas, es evidente que el guion toma lo mejor del libro — que narra los caóticos días después de la llegada al trono de Aegon en medio de rumores — para sembrar las dudas. ¿Quién triunfará en medio de un combate ciego, violento y brutal? En lo que parece ser otro arrebato, Daemon abandona la residencia ancestral con rumbo desconocido. 

En Desembarco del Rey, ocurre lo peor

la casa del dragón

Más incontrolable con día que pasa, Aegon II termina por desobedecer directamente a la Mano del Rey. Lo que supone un enfrentamiento frontal entre la vieja guardia — todavía bajo la influencia de la memoria de Viserys — y la más reciente. Otto, quizás, dejándose llevar por la arrogancia de la sabiduría y de haber sido hombre de confianza de dos reyes, termina en medio de una pelea a gritos con su nieto.

Lo que conduce a una ruptura, quizás, inevitable. En un arrebato, Aegon sustituye a Otto como Mano del Rey, por Ser Criston Cole. Lo que conduce la disputa por el poder — o puede conducirla — aún peor de lo que había ocurrido hasta entonces. 

La muerte en Rocadragón

En un enfrentamiento que parecía inevitable en este capítulo del La casa del Dragón, Rhaenyra termina por encarar a Lady Mysaria / Gusano blanco (Sonoya Mizuno). Esta, cautiva, no solo rinde explicaciones a la Reina Negra, sino también, obtiene su perdón. Providencialmente, este será el punto que salve la vida de la soberana en disputa. En un gesto de vigilancia, termina por enviar a Erryk Cargyll para que la custodie de cerca a la peligrosa fuente de todos los rumores de Desembarco del Rey. 

Pero es medio del camino a la costa para viajar junto a Mysaria, esta reconoce entre los que llegan a Rocadragón a Ser Arryk Cargyll. Lo que lleva, a que ambos hermanos terminen enfrentándose y muriendo, frente Rhaynera. Todo, debido a la posibilidad de matar a la reina o morir salvando su vida. El trágico desenlace termina en un asesinato y un suicidio. A la vez, el mensaje claro que la guerra por el poder en Poniente, no tiene ganadores. 

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