Las historias de detectives, suelen tener un conflicto muy parecido entre sí. En especial, cuando enfocan su interés en un personaje con un pasado turbulento, en busca de la redención, mientras intenta resolver un crimen especialmente tortuoso. Por lo que Sugar, no innova en la forma de narrar, sino más bien, en cómo profundizar en su premisa, sin mostrar cómo esta se transformará, después, en una trama más interesante de lo que parece.

La serie de Apple TV+, protagonizada por Colin Farrell, es un experimento bien hecho, de cómo mezclar géneros entre sí. Pero a la vez, explorar en los habituales procedimentales desde un punto de vista interesante. Este es: cómo su personaje principal, puede ser varias cosas a la vez y todas ellas sorprendentes.

¿Parece complejo? No lo es tanto. De hecho, la serie comienza dejando las cosas en claro. En medio de una serie de secuencias en blanco y negro, que muestran un lúgubre Tokio (Japón), el personaje titular profundiza en sus dilemas. La acostumbrada voz en off, explica el quién, cómo y el cuándo de lo que rodea al John Sugar (Farrell), en su lucha contra el crimen. Por lo que puntualiza que además de amar al cine, tiene un instinto muy refinado para seguir pistas. Eso, en contraposición a un rechazo casi instintivo a toda violencia física. Claro está, la premisa queda en el aire por el mero hecho de tratarse de un narrador poco confiable. ¿Dice la verdad esta figura sonriente y la mayoría de las veces amable?

Sugar

Sugar puede parecer, en sus primeros capítulos, la típica historia de un detective en busca de redención. Solo que no lo es. El argumento juega con inteligencia con los clichés del género, para narrar una historia que se hace más compleja e impredecible a medida que avanza. Sobre todo, gracias a Colin Farrell y su actuación como el personaje titular, llena de matices y de una extraña ambigüedad.

Puntuación: 4 de 5.

La trama no lo dice de inmediato. Incluso, cuando la historia avanza — y atraviesa el color — para llegar a Los Ángeles, todo parece confuso. Eso, debido a cierta sensación que el guion evita responder algunas preguntas deliberadamente. Mientras, dedica esfuerzo y detalles a otras, que al parecer no importan tanto. A saber: la bondad de Sugar, que se traduce en un temperamento apacible, amable y en la búsqueda del bien común. La serie resalta todas esas características y para su tercer capítulo ya es evidente que conduce a una trampa. La pregunta es, ¿cuál? 

Amor al cine y un relato de detectives

Gradualmente, la serie va a responder las preguntas. Pero mientras tanto, prefiere ir de un lado a otro, dejando pistas sueltas. Lo que abarca, el amor del detective por el séptimo arte (que podría justificarse, aunque no del todo, por la ciudad en que vive) y su salud. De hecho, su amiga, Ruby (Kirby Howell-Baptiste), dedica tiempo e interés a dejar claro que Sugar tiene problemas neurológicos. Tampoco explica con detalle cuáles, pero el dato no queda en el aire, sino que se une a otros tanto, que hacen sospechar de la percepción de la realidad de su protagonista.

Uno de los puntos más interesantes de Sugar, es su capacidad para jugar con las expectativas sin volverse una caja de pistas desordenadas. En realidad, el guion está tan bien construido, como para convertir a la audiencia en una especie de investigador privado de lo que sea que John oculto. Un truco que sostiene con insinuaciones sobre el bien, el mal y las capacidades de su personaje. Lo intrigante en la producción de Apple TV+ es la sensación constante que la respuesta está muy cercana o ya fue planteada. Pero que nada es tan claro para ser una sola. 

Todo se vuelve más complejo, cuando el productor Jonathan Siegel (James Cromwell) contrata a Sugar para tratar de encontrar a su nieta, desaparecida en extrañas circunstancias. Pero antes de caer en la trampa de mezclar todo lo planteado en un escenario ambiguo, la serie toma una inteligente decisión. La de contar el pasado turbulento — extraño e inexplicable — del detective, a través de esta pesquisa que le llevará a profundizar en los turbios escenarios del poder en la meca del cine. Es entonces cuando la trama avanza con cuidado para unir lo que contó al principio, con otras nuevas revelaciones acerca de su personaje. Y construir su gran revelación — que no encontrarás aquí — en mitad de la temporada. 

Collin Farrell, en un papel a su medida

La serie cambia tan rápido de tono y de estilo, que es probable que su gran problema es que no las tiene todas consigo para seguir adelante, una vez que mostró sus secretos. Con todo, el actor Collin Farrell transforma a su camaleónico personaje, en el punto más sólido de toda la premisa. Mucho más, cuando el intérprete tiene la capacidad de brindar al largo recorrido de Sugar en busca de su pasado — y recuerdos — en una colección de secuencias extrañas acerca de la moral y lo que es en realidad el mal en nuestra época. 

Brillante en sus puntos más altos y un poco confusa en ocasiones, Sugar puede resultar extraña en sus primeros capítulos. No obstante, una vez que toma ritmo y muestra todas sus posibilidades, es ideal para los amantes de las historias policiacas y también, del suspense más ingenioso. La combinación resulta apasionante, mucho más, cuando la serie no deja de insinuar que lo esconde es infinitamente más entretenido que lo que muestra. Un punto que cumple en uno de los giros argumentales más curiosos del mundo de la serie en los últimos tiempos. 

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