Desde su estreno, Shogun ha sorprendido por ser algo más que una detallada adaptación de la obra de 1975 de James Clavell, que también lo es. Pero, en realidad, la producción de Rachel Kondo y Justin Marks, aspira a ser no solo respetuosa con la obra de origen. A la vez, intenta ser una historia que profundiza en un escenario político complejo con un elegante detalle histórico. Eso, sin olvidar la sensibilidad del romance que atraviesa su trama, además de la interesante exploración al Japón feudal, desde el punto de vista de un hombre occidental.
Todo lo anterior se conjuga en la serie, para sostener una producción que podría ser considerada uno de los mejores de los últimos años. Shogun, a su estilo sobrio, elegante y minucioso, reflexiona sobre el poder, la influencia y el privilegio a partir de una dimensión poco común. La de llevar un país entero a una nueva etapa cultural. Esto es: de ser un territorio en que el emperador tenía un poder divino, a otro en los samuráis tenían un mayor control. Eso, mientras la trama avanza por el complicado camino de la lealtad y los valores de Japón, en pleno mapa político que desembocaría en la Dinastía Edo.
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Shogun, tiene la inteligencia para convertir lo que podría ser una narración interminable sobre detalles históricos y locales, en una gran aventura universal. Una que, además, combina el drama humano — con mayor peso que su versión de 1980 — con la sensibilidad de profundizar en personajes complejos. La serie mezcla violencia, sexo, deseo, amor y esperanza, a medida que la lucha por el mayor shogunato del país, se vuelve una batalla entre poderes. Lord Yoshii Toranaga (Hiroyuki Sanada, en un papel formidable), debe jugar sus piezas como regente del hijo del Taiko local para alcanzar el triunfo. Lo que incluirá, utilizar al recién llegado John Blackthorne (Cosmo Jarvis) y a Lady Mariko (Anna Sawai) como piezas de interés.
Dos extremos de una misma trama
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Pero a pesar de que su interés no era el amor ni tampoco un cuadro romántico, Shogun encontró la manera de brindar un desarrollo excepcional a dos personajes. Ambos, unidos por un inevitable romance. Por un lado, John Blackthorne, encarna la ambición occidental en un territorio desconocido. Asimismo, el choque entre dos culturas antagónicas que se sostienen en un precario equilibrio. A diferencia de la versión de 1980, Cosmo Jarvis logra brindar a su personaje una profundidad pesarosa. No es únicamente un sobreviviente. A la vez, debe encontrar su lugar en un nuevo escalafón de poder.
Y lo logra, al volverse indispensable para Lord Toranaga y también, forjar una alianza si se quiere complicada con Lady Mariko. Es esta decisión del guion lo que permite que ella sea la encarnación de todos los aspectos de lo femenino en la serie. Es tanto una mujer brillante, con su propia agenda y un amplio conocimiento político, como una esposa desdichada y maltratada. Entre ambas cosas, su decisión de amar a John y a la vez, de no traicionar a su país y Señor, la convierten en un personaje lleno de matices y un peso particular en la trama.
Para cuando ambos se enamoran, Japón se enfrenta a una situación violenta y complicada en la que los dos tendrán que mediar. Lo que les obligará, además, a tomar decisiones personajes, sensibles y duras, que marcarán su vida. De modo que el romance entre dos personajes distintos, forma parte de esta versión de Shogun, solo que modulado de una forma mucho más intuitiva y orgánica.
Guerra, violencia y amor, en un argumento equilibrado
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A primera vista, una nueva versión de Shogun, podía parecer cuando menos innecesaria. La primera, que se convirtió en un éxito de la televisión en la década de los 1980, fue producida por el propio autor. También, su versión editada terminó por convertirse en una película que hizo a la adaptación incluso más conocida. Con el actor Richard Chamberlain a la cabeza, la trama tenía menos interés en el terreno político que en el amor. Por lo que el resultado fue un romance trágico y prohibido, en mitad de un mapa político confuso. Grabada en Japón, la producción tenía un aire exótico que parecía insuperable.
Por lo que la decisión de la serie de FX de brindar prioridad a la batalla por el poder, parecía una decisión arriesgada. Una que se hacía más complicada al momento de analizar las costumbres y tradiciones de la época con un cuidado detalle. El también productor, Hiroyuki Sanada, ha insistido, en varias oportunidades, que Shogun es mucho más compleja en lo cultural y político de lo que fue su antecesora. En especial, al otorgar una importancia considerable a las intrigas, manipulaciones y planes detrás del trono.
Lo que quedó claro en su primer y segundo capítulo, que exploró con cuidado a un Japón feudal, cerca de un estallido social. A la vez, en una peligrosa posición, cuando el shogunato más importante se encontraba acéfalo. Con una impactante introducción a su mundo, Shōgun avanzó luego para profundizar en sus personajes y escenarios. Lo que incluyó la influencia portuguesa en el país, la mirada de John Blackthorne en un país desconocido y el precio de la traición.
Un romance en medio de una situación compleja
Pero fue el vínculo que rápidamente se forjó entre Lady Mariko y John, el que brindó a la serie la necesaria capacidad para mostrar dos puntos de vista a la vez. De la perspectiva exclusivamente política y maquiavélica de Lord Toranaga, al lazo de complicidad que se forjó entre el inglés y la dama de la corte. Lo cierto es que Shogun encontró la manera de profundizar en el mundo interior de sus personajes, sin necesidad de perder un ápice de su denso escenario de luchas.
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Lo que dio como resultado, su sexto capítulo, una mirada al deseo, la frustración del amor y la desesperación que sorprendió al público. Con Mariko traduciendo las palabras de una cortesana en primera persona mientras se encontraba junto a John, la serie jugo con sus propios límites. A la vez, que finalmente elevó a un primer plano, todo el anhelo contenido entre la atípica pareja. Titulado Las damas del mundo del Sauce, el episodio brindó al romance central del argumento, una belleza trágica y crepuscular.
Mucho más, cuando dejó claro que antes o después, los amantes tendrían que separarse. Ya fuera por las presiones a su alrededor o por la naturaleza prohibida de su relación. El hecho es que Lady Mariko y John, encarnaron un lado de la historia profundamente sentido y que demostró que Shogun era mucho más que un drama histórico. La combinación llevó a la producción a su punto más alto y quizás, el más doloroso en todo su largo trayecto.
La muerte de una servidora y un final de temporada brillante
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Uno de los elementos más interesantes de Shogun, ha sido su capacidad para narrar visualmente, todo lo que el argumento no puede a través de sus personajes. El equipo encargado de la producción visual y fotografía, encabezado por Sam McCurdy, Marc Laliberte Else, Christopher Ross, Aril Wretblad, lograron brindar a Japón una belleza melancólica.
Todo con tomas desde el país nipón y también, desde Vancouver (Canadá). El resultado es una travesía que usó las lujosas habitaciones de palacios y salas reales, además de valles y campos, para mostrar sus puntos más sutiles. Entre ellos, la evolución de sus protagonistas y la forma en que alcanzaron, en cierta medida, la redención en medio de una batalla de poder.
Quizás por eso, el capítulo nueve, titulado Cielo Carmesí, haya sido el más emotivo, sin ser el final. No solo por profundizar en el sentido de la muerte, el dolor y la esperanza a través de Lady Mariko y John Blackthorne. A la vez, por analizar la forma en que el abrupto final entre ambos, contribuyó a dar un sentido más trágico y sentido a un argumento con pocas concesiones a la emoción.
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Para su capítulo final, Shogun logró concluir su historia sin dejar un cabo suelto. Con Lord Toranaga dando un paso hacia la eternidad de la historia de su país en compañía de John, la serie alcanzó un nuevo nivel de elegancia y sofisticación. Mucho más, al dejar claro, que el streaming puede ser el lugar perfecto para historia que requieran mayor profundidad, tiempo y exploración. El mayor triunfo que la serie puede celebrar.