En los últimos diez años, los dramas históricos se han vuelto — de nuevo — parte esencial del cine. En especial, los que rinden tributo a una época y exploran en ella, a través de un relato complejo. Es lo que ocurre con la adaptación de Shogun, que toma la novela de James Clavell en que está basada y la lleva a su máximo esplendor para detallar el contexto del Japón medieval. Pero, al contrario de la serie y película que le precedió, estrenada en 1980, la adaptación de Disney+ está más interesada en el apartado político de la trama, que en el trágico romance que le atraviesa. 

Por lo que la producción, dedica una mayor atención y tiempo a construir un entorno político y de influencia del poder creíble. Ambientada en el Período Edo, que suele denominarse a la vez como Tokugawa y Shogunato Tokugawa, el guion explora en un momento específico de la cultura nipona.

La época, que abarca entre aproximadamente los años 1603 a 1868, profundiza en la transformación de estos a un modelo de gobierno imperial. Todo, entre una reestructuración de clanes y grupos de guerreros, que debieron decidir si apoyar la evolución o luchar contra ella. 

Shogun es la nueva serie de Disney+ que te traslada al Japón feudal

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El resultado es siglos de inestabilidad, que, a su vez, se sostienen sobre las historias entrecruzadas de diversos territorios poderosos. La novela Shogun y su primera adaptación, estrenada en 1980, analizan lo ocurrido inmediatamente antes del período Edo, por lo que tienen mayor interés en la formación de los feudos. Pero en el caso de la versión de Disney+, la historia avanza un poco más allá, para narrar, puntualmente, lo acontecido después de la llegada al poder del primer shogun Tokugawa, Tokugawa Ieyasu. 

El mundo que rodea a la historia de ‘Shogun’

En la nueva serie de Disney+, el argumento explora las complicadas relaciones de poder entre los shōgun y los daimyō. Ambos señores feudales que dependen uno de otro, hay una exploración de la forma en que el equilibrio de poder se mantiene a duras penas. Con tono majestuoso, el argumento se centra también en la noción de la cortesía, educación y las atribuciones ancestrales de los cargos. Por lo que la reconstrucción del Japón medieval que muestra, tiene mayor relación con la percepción del lugar que cada hombre y mujer ocupa dentro del shogunato. También, de la importancia que tienen los conceptos honor y la lealtad en la forma de mostrar el mal político y el cultural. 

“SHŌGUN” -- Pictured: Shinnosuke Abe as Buntaro. CR: Kurt Iswarienko/FX

Pero en esencia, Shogun, está más interesada en mostrar cómo se comprendía el hecho de la batalla sutil por ocupar un cargo de relevancia, en un territorio peligroso. La trama, narra, con un estupendo apartado visual y de atención al detalle histórico, la geopolítica de Japón durante el siglo XVII. De la misma manera que la novela, el Taikō — cabeza visible de todos los señores feudales en un momento especialmente crítico — muere dejando un único heredero. El problema radica en que se trata de un niño sin la edad que se considera honorable para gobernar. Por lo que se crea un consejo de regencia. En otras palabras, un grupo de hombres poderosos para regir en su nombre y bajo sus ideales de mandato. 

En el Japón medieval, la circunstancia se repitió más de una vez. Mucho más, a medida que las batallas entre diversos ejércitos, convirtió al tema del legado político, en un punto pocas veces claro. Durante más de dos siglos y en plena efervescencia política, la muerte de diversos líderes, convirtió a la sucesión en un problema de estado. Por lo que los cargos evolucionaron en importancia. Los shōgun y los daimyō, tuvieron que enfrentar esa transformación. Eso, dentro de la habilidad de los grupos de influencia por proteger al heredero de muerte o daño alguno.

El reflejo político de Shogun

Por el otro lado, parte del poder se adjudicó a la capacidad de los grandes de tanto proteger al heredero posible. Como en los casos más extremos, asesinarlo por un bien mayor. Algo que Shogun muestra con cuidado mientras narra un mapa político que va haciéndose más complicado, a medida que avanza el guion. En diez capítulos, la serie logra contar la evolución entre un suceso violento a una toma de poder concreta. Todo, en medio de la mirada de un occidental — interpretado por Cosmo Jarvis — e incluso, la llegada de la iglesia Católica al territorio japonés. 

CR: Kurt Iswarienko/FX

Pero más allá, Shogun analiza la forma en que los grandes feudos intentaban sobrevivir a un período de cambios. En la trama, el consejo de regencia está formado por la representación social del país. A un extremo, por un hijo de una influyente familia samurái (Toshi Toda), un guerrero con un pasado turbulento (Takeshi Kurokawa) y un recién converso con ambiciones (Hiromoto Ida). Completan el cuadro, el velador de los grandes castillos de Osaka, Ishido Kazunari (Takehiro Hira), y el hombre más fuerte del territorio, Yoshii Toranaga (Hiroyuki Sanada). Este último, con una considerable influencia, siendo que sus antepasados fueron shoguns. 

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Cada uno, tiene sus propios intereses. Por lo que lucharán entre sí para imponer su punto de vista y en especial, el peso de las distintas facciones que representan. El elemento de mayor interés de la serie y que demuestra hasta qué punto el Japón medieval podía ser un hervidero de trampas y traiciones temibles. 

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