A muchas personas, los días oscuros y lluviosos del invierno les dan bastante bajón. Eso es algo totalmente normal. Sin embargo, hay otras que llevan esto mucho más al extremo y durante el otoño y el invierno llegan a experimentar los síntomas típicos de una depresión. Aunque esto no es tan habitual, es algo que se considera que le pasa a un 1-10% de la población, por lo que tampoco es una nimiedad. Se conoce como trastorno afectivo estacional y es importante saber detectarlo, pues existen medidas para que quienes lo sufren lo lleven mucho mejor.

Algunas personas requieren terapia psicológica, otros fármacos y otras tantas un tipo de terapia con luz que está dando muy buenos resultados. De hecho, precisamente por la eficacia de esta terapia se sospecha que la disminución de horas de luz y su efecto sobre los ritmos circadianos debe ser una de las causas principales del trastorno afectivo estacional.

El problema es que se ha visto que se da tanto en los países más oscuros como en los que sí tienen una mayor cantidad de horas de luz, incluso en invierno. Por eso, se sospecha que, si bien la luz es un factor determinante, puede haber otros factores que aún no se han descubierto. Sea como sea, los criterios diagnósticos sí están bastante claros y eso es lo más importante para poder tratarlo.

¿En qué consiste el trastorno afectivo estacional?

El trastorno afectivo estacional, convenientemente conocido también como SAD por sus siglas en inglés, se caracteriza por síntomas como sentirse deprimido la mayor parte del día, perder interés por las tareas que normalmente se disfrutan, insomnio, pérdida de apetito y falta de concentración y energía. Todos estos síntomas se experimentan únicamente en una época del año, siempre la misma. Normalmente en otoño e invierno.

Está reconocido como tal en el Manual Diagnóstico y Clínico de Trastornos Mentales (DSM-V), con algunas incorporaciones con respecto a las ediciones anteriores, por lo que es aquí donde se encuentran los criterios para su diagnóstico. Estos son muy específicos, pues se podría confundir con otros trastornos.

Para empezar, estos síntomas deben experimentarse siempre en el mismo periodo y finalizar aproximadamente en la misma época, a la que seguiría otro largo periodo asintomático. Este patrón debe observarse durante varios años. Y, por supuesto, se deben descartar causas físicas.

De hecho, cuando una personas acude con estos síntomas a su médico puede ser necesario realizarle una analítica para descartar, por ejemplo, problemas con la hormona tiroidea o un déficit de vitamina D.

¿A qué se debe?

Las causas del trastorno afectivo estacional no están del todo claras. No obstante, se cree que el descenso en las horas de luz puede tener relación con el inicio de síntomas.

Esto se debe a cómo afecta la luz a los ritmos circadianos. Estos son aquellos que rigen muchas de nuestras funciones fisiológicas en ciclos de 24 horas. Por ejemplo, una de dichas funciones es el sueño. Cada día, en condiciones normales, dormimos y despertamos más o menos a la misma hora, siguiendo estos ciclos, en los que la luz es su principal impulsor. Cuando llega luz a nuestras retinas, se inhibe la secreción de melatonina, que es la hormona que nos impulsa al sueño. En cambio, cuando la luz escasea, se produce más de esta hormona y nuestro cuerpo interpreta que llega la hora de dormir. Otras hormonas asociadas al estado de ánimo, como la serotonina, también se rigen en parte por estos ritmos.

Por eso, si las horas de luz se ven alteradas, puede que nuestros ritmos también se vean afectados. En algunas personas, esto podría provocarles mucho cansancio y un estado de ánimo muy alterado. No obstante, como ya hemos visto, posiblemente haya más causas para el trastorno afectivo estacional que aún estén sin describir.

trastorno afectivo estacional
El trastorno afectivo estacional no es solo un bajón por le mal tiempo. Crédito: Toa Heftiba (Unsplash)

Tratamientos para el trastorno afectivo estacional

Una vez que una persona se diagnostica con trastorno afectivo estacional puede recibir tres tipos de tratamientos.

El primero es la terapia lumínica, en la que se emplean lámparas que imitan la luz del Sol para que el paciente se exponga a ellas durante las primeras horas de oscuridad. Lógicamente, no debe hacerlo con la noche ya muy avanzada, pues eso también sería muy contraproducente.

Este tipo de terapias dan muy buenos resultados en pacientes con trastornos depresivos estacionales leves y con trastorno afectivo estacional. Pero no es la única opción.

También se puede recurrir a la terapia psicológica, que resulta muy efectiva si se sigue la corriente cognitivo conductual. Y, finalmente, en personas a las que la terapia psicológica no les da resultado, se les puede complementar con psicofármacos, como algunos antidepresivos, que se tomarían en los periodos en los que se producen los síntomas depresivos.

Dependerá mucho de cada persona cuál sea el mejor tratamiento. Por eso, en caso de sospecha de tener este trastorno, se debe acudir a un profesional cuanto antes para que valore el caso. Solo así se le pondrá el tratamiento idóneo para su situación. 

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