El confinamiento de los primeros meses de la pandemia de coronavirus supuso un duro golpe para la salud mental de millones de personas. Marcos (nombre ficticio) fue una de ellas. La inseguridad por lo ocurrido y el agobio de pasar tantas horas entre cuatro paredes le generó una gran ansiedad por la que finalmente tuvo que pedir ayuda a una psicóloga. Marta (nombre ficticio) es sanitaria, por lo que su caso también fue complicado. Aunque ella ya había buscado ayuda tres años antes por una depresión impulsada por una ruptura sentimental y una situación de acoso laboral. Ambas son historias diferentes, pero con algo en común: el psicoanálisis. Esta es solo una de las corrientes de la psicología que se basa en pseudociencias, pero desgraciadamente hay muchas más. A veces no sabemos bien cómo elegir psicólogo para no caer en charlatanes, por lo que hay muchos casos como los suyos.
Daniel comenzó a ir a terapia en 2017, por problemas familiares y de ansiedad. Su psicóloga no era psicoanalista, pero basaba las sesiones en meditaciones guiadas, charlas sobre buenas y malas energías y todo tipo de mantras. Tampoco era psicoanalista el psicólogo que atendió durante años a la madre de Elena (nombre ficticio). Sin embargo, sus terapias rezumaban pseudociencia por todas partes. La convenció de que era algo conocido como una “niña índigo”, un ser especial, casi sobrehumano y superior al resto de personas que la rodeaban. Como tal, en vez de ayudarla con sus problemas, le validaba conductas dañinas tanto para su salud mental como para la de sus seres queridos.
Todas estas personas acudieron a un psicólogo buscando ayuda. Se acude a este tipo de profesionales en momentos extremadamente vulnerables. Por eso, resulta complicado discernir si la terapia que llevan a cabo es realmente útil. Sin formación relacionada es difícil, más aún en un momento de vulnerabilidad. Y es que desgraciadamente las pseudociencias se han colado en todo tipo de disciplinas. La osteopatía se entrelaza con la fisioterapia y la homeopatía con la medicina, a veces complicando mucho saber qué se basa en la ciencia y qué no. Con la psicología ocurre algo parecido. Si queremos saber cómo elegir un psicólogo es importante contar con algunas herramientas para distinguir lo que nos va a ayudar de lo que no. Porque la psicología puede ser extremadamente útil, pero solo si se practica adecuadamente.
Empieza por las corrientes
En psicología existen multitud de corrientes, que rigen el enfoque a través del cual se lleva a cabo la terapia.
Algunas de las más conocidas son el conductismo, el cognitivismo, el humanismo, el psicoanálisis y la Gestalt. Estas tres últimas, junto a la parapsicología, la hipnosis regresiva, la programación neurolingüística, la grafología, la psicología transpersonal, la terapia posracionalista, el análisis transaccional y la terapia de conversión se encuentran entre la lista de corrientes de la psicología consideradas como pseudociencias.
En su día tuvieron mayor o menor fama, pero con el paso de los tiempos no han podido sostenerse bajo el paraguas del método científico, ya que se erigieron sobre evidencias anecdóticas. Es decir, puntualmente le fueron bien a alguien, pero no se han podido reproducir ni explicar.
Muchas de ellas siguen siendo anecdóticas en el sentido de que apenas se llevan a cabo. En cambio, otras como el psicoanálisis o la Gestalt siguen colándose en las clínicas de psicología como una corriente más.
Por eso, si queremos saber cómo elegir un psicólogo, hay que empezar por saber qué corriente sigue. La terapia cognitivo-conductual, basada en las dos primeras corrientes mencionadas, es la que a día de hoy se considera que goza de una mayor evidencia científica. Cualquiera de las de la lista de pseudociencias debería verse como una red flag a la hora de ponernos en manos de un psicólogo.
Esto es algo en lo que coinciden tanto Noelia Vargas como Carlos Sanz, los dos psicólogos consultados por Hipertextual para este artículo. Además, ambos consideran muy necesario asegurarse de que el profesional está colegiado. E incluso aconsejan saber a qué colegio pertenece, por si fuese necesario recurrir a él más adelante.
Otros datos necesarios para elegir psicólogo
Por otro lado, el usuario tiene derecho a saber las técnicas que se usarán en la terapia. “La persona usuaria del servicio tiene derecho a estar informada de la intervención que está recibiendo, qué objetivos persigue, cómo son las técnicas y también sobre aspectos básicos de confidencialidad”, señala Vargas. “Es importante conocer qué derechos tiene como cliente/paciente, así como importante es sentir que es un espacio seguro donde se respeta y se asegura la integridad de la persona”.
Esta, de hecho, fue una de las primeras alarmas para Marcos, quien observó que su psicóloga no guardaba la confidencialidad con el resto de sus clientes. “Muchas veces me hablaba de los pacientes que acababan de venir”, recuerda el joven. “Está bien que se quiera desahogar, pero yo entiendo que el otro paciente se merece una confidencialidad que no le estaba dando, porque yo me los encontraba al salir. Además, me llevó a la pregunta de a quién le habría hablado de mí”.
De hecho, Marcos llegó a esta psicóloga a través del psicólogo de su entonces pareja. Ambos eran psicoanalistas y tenían un grupo en el que ponían en común los casos que estaban tratando. “Aquí me surge también la duda de si el de mi ex pareja le hablaría de mí”.
Esto es algo que Daniel sufrió con su terapeuta. “Una de las veces me convenció de que me vendría bien hacer terapia con mi pareja presente para tratar problemas que teníamos”, evoca. “En la sesión de pareja se dedicó a explicar delante de mi pareja confesiones que yo había tenido con ella y que obviamente yo no le había autorizado ni esperaba que compartiese”. Además, nos cuenta que tomaba partido por él en la disputa con su pareja.
Este es otro dato que también debe hacernos darnos cuenta de que algo va mal. El trabajo de un psicólogo no es enfrentar a sus pacientes, como por ejemplo hizo el que trató durante años a la madre de Elena. “Lo que este señor le decía a mi madre es que era normal que la convivencia con personas de su entorno y especialmente sus hijos fuera difícil porque al fin y al cabo ella era una persona especial, casi una elegida, y nosotros no”, nos cuenta. “Así que los demás estaban celosos de ella por sus éxitos y su sabiduría aunque no se dieran cuenta”. Incluso Marta vivió algo así con su psicoanalista. “Enfocaba todo en culpar a mi padre sin ofrecer alternativas ni pautas de actuación y eso me resultaba doloroso”.
Palabras que indican que puede haber pseudociencias en la terapia
Para elegir psicólogo hay que estar tranquilo, pero a la vez seguir mirando más allá de la primera sesión. Puede que en la presentación no notemos nada raro. Esa es una buena señal. No obstante, de ahí en adelante también hay que prestar atención al posible uso de términos que distan mucho de una psicología basada en evidencias científicas.
Para empezar, Noelia Vargas recomienda tener cuidado con cualquier referencia al término “holístico” o a asuntos espirituales. “A menudo, esto va ligado al uso de psicotrópicos y sustancias como la ayahuasca, actualmente en auge en retiros espirituales que prometen curarte problemas psicológicos como la depresión”, añade. “Un psicólogo a día de hoy en este país no puede recetar ni suministrar ningún fármaco, menos aún drogas ilegales”.
La madre de Elena fue una de las personas que cayeron en ese tipo de falsos profesionales. Y lo peor es que este, además, la alentaba al uso de otras pseudociencias. “Ella, que es una persona muy espiritual, se sintió justificada en todos sus rollos de pseudociencias como el reiki”, explica Elena. “Imagínate estar con una gastroenteritis de morirte, sólo querer dormir y que tu madre te esté dando la murga con que te quiere imponer las manos y que no mejoras porque no la escuchas y no dejas que te cure”.
Por otro lado, la psicóloga aconseja desconfiar de inicio de alguien que insista en el uso de prefijos como “neuro-” o “bio-” “para darle un cariz científico o naturalista a la terapia”. Es el caso de técnicas como la biodescodificación, que son pseudociencias y pueden llegar a ser muy peligrosas.
Carlos Sanz coincide con Vargas respecto a la importancia de recordar que los psicólogos no pueden pautar fármacos. Además, señala otras palabras que para él podrían ser red flags a la hora de elegir psicólogos. “Los puntos que deben hacernos sospechar son referencias a creencias subconscientes, reprogramación, energías, estados transpersonales, etc.”.
Esto es algo que vivió muy de cerca Daniel con su psicóloga. “Hablaba constantemente de energía o aura, y de cómo librarse o modificarlas”. Además, recuerda que una vez que consiguió hablarle de algo que le preocupaba mucho su solución fue en la misma línea. “Su solución fue una meditación de una hora, en la que tenía que concentrar mi trauma, convertirlo en una bola de energía con la mente y después expulsarla”.
¿Qué pasa con el 'coaching'?
Como bien recuerda Noelia Vargas, para que un psicólogo pueda atendernos debería contar con la acreditación como psicólogo sanitario (vía máster o acreditación de 2014) o ser psicólogo clínico (vía PIR). Si un psicólogo se nos presenta únicamente como coach en un inicio deberíamos desconfiar, pues puede que ni siquiera sea psicólogo. Y eso supone muchas carencias, más allá de que realiza intrusismo laboral:
“Un buen ejercicio terapéutico se sustenta con una mínima filosofía científica y un corpus teórico: ¿Cómo surgen estos problemas? ¿Por qué se mantienen? ¿Por qué una técnica es mejor que la otra? Esto es una formación que no suele estar de base en los cursos de coaching”.
Noelia Vargas, psicóloga
Además, Carlos Sanz añade que “los procesos de coaching como tales dentro de un contexto determinado, como por ejemplo el deportivo o empresarial, no son una herramienta ilegítima pero sí resultan potencialmente nocivos cuando pretenden sustituir una psicoterapia, o bien cuando su práctica viene anexa a grupos coercitivos o pseudoterapias”.
De hecho, hay un tipo concreto de coaching, conocido como coaching transformacional, que está catalogado como pseudoterapia en la lista de la campaña coNprueba de los Ministerios de Ciencia y Sanidad del Gobierno de España.
Por todo esto, si queremos elegir un psicólogo jamás deberíamos contratar a un coach. Sería diferente que se trate de un psicólogo clínico con formación en coaching, de ahí que sea tan importante conocer las especialidades del profesional en cuestión.
¿Y con la meditación y el mindfulness?
La meditación y el mindfulness se han convertido en herramientas empleadas por multitud de psicólogos. Además, están muy de moda en el ámbito empresarial para camuflar en cierto modo la explotación. ¿Pero son realmente eficaces o de nuevo estamos hablando de pseudociencias? ¿Debemos evitarlos cuando estamos tratando de elegir psicólogo?
En realidad, en este caso no se trata de blancos o negros, sino de un gris con el que hay que tener cuidado. Y es que pueden tener cierta eficacia si se usan como herramienta dentro de un plan de actuación más complejo. Pero no cuando toda la terapia se basa en ellas.
Es algo en lo que coinciden los dos psicólogos consultados por Hipertextual. Además, según señala Carlos Sanz, se trata de herramientas que se están explotando hasta la saciedad, a veces con un enfoque equivocado sobre sus posibles efectos. “El mindfulness no busca la relajación, ya que conlleva una vivencia mucho más intensificada de la situación”, aclara. “Lo que ocurre es que debido a sus conexiones con prácticas de meditación, ha sido corrompida una y otra vez de forma saturante, convirtiéndose en una especie de panacea que se ha usado como reclamo o de parche para problemas que son estructurales”.
Respecto a la meditación, Noelia Vargas recuerda que “lo que se busca en terapia es el cambio de aquellas conductas y/o contextos que están generando el malestar y la interferencia de la persona”. Es aquí donde entran en juego terapias basadas en evidencias científicas, como las que siguen una línea conductual-cognitiva. Ahora bien, “a veces se utilizan para relajar algunas técnicas que rebajan el nivel de activación fisiológica, aumentando la probabilidad de un buen afrontamiento”. Pero “dichas técnicas se tienen que establecer en función del problema y del por qué (y para qué) se está manteniendo”.
Por eso, ni la meditación ni el mindfulness valen para todo el mundo. Vargas, por ejemplo, recuerda que el mindfulness no es aconsejable para personas con trastornos de la conducta alimentaria. Esto es así porque “generan una exposición en la persona a estímulos fisiológicos temidos o a una propia exposición corporal”. Puede que esa fuera la intención y el terapeuta sepa manejar la situación. Sin embargo, si no es así, “puede llevar a un proceso de incubación de la ansiedad en esa persona y complicar el problema”.
En otro orden de cosas, Sanz recuerda que el mindfulness está rodeado de cierta generalización y dogmatismo que puede ser muy contraproducente. “Por ejemplo, su prédica de observar sin juzgar puede resultar terriblemente nociva en los casos en que la persona está siendo víctima de manipulaciones que debe tratar de solventar urgentemente”.
En contra de todas estas posturas están las de quienes mantienen que el mindfulness puede ser tan eficaz como la terapia cognitivo-conductual. Incluso señalan que es capaz de generar cambios en el cerebro. No obstante, no hay estudios consistentes que apoyen esta postura. En el lado opuesto se están empezando a publicar algunos que demuestran que no hay cambios estructurales cerebrales a corto plazo. Ahora bien, aquí también sería recomendable repetirlos para replicar resultados y, además, comprobar si existen esos efectos tan deseados a largo plazo.
Para elegir psicólogo, deja en paz los sueños
Si buscas cómo elegir psicólogo debes tener claro que el psicoanálisis es a la psicología lo que la osteopatía a la fisioterapia. Estos supuestos profesionales se cuelan en las clínicas, disfrazando de evidencia científica lo que está muy lejos de tenerla.
Una de las formas más sencillas de reconocerlos es que se centran muchísimo en buscar explicación a los sueños. Es algo sin ningún fundamento, que tanto Marcos como Marta pudieron comprobar en más de una ocasión. “Sobre todo intentaba profundizar en el significado de los sueños”, nos cuenta Marcos. “Eso conmigo era un problema, porque no suelo recordar lo que sueño y al final el feedback que me daba era pedirme que soñara más”. Aquí estaba culpabilizando a Marcos, que nos cuenta que se preguntaba qué podía hacer, si no era capaz de recordar sus sueños. Y desgraciadamente el suyo no es un caso aislado cuando hablamos de pseudociencias en psicología.
De hecho, es algo común en pseudociencias en general, ya que se basan en testimonios individuales de personas a las que les fue bien. Las experiencias negativas no se cuentan o, simplemente, se culpabiliza a quien las sufre.
Nos lo ha explicado en sus declaraciones la psicóloga Noelia Vargas. “A veces, si la terapia no funciona, más allá de reconocer sus limitaciones culpan al paciente o al cliente por no curarse”. Es lo que le pasó a Marcos y también a Daniel. “Cuando le dije que no sentía que las meditaciones guiadas me estuviesen funcionando en absoluto y que yo lo que quería era terapia psicológica, su respuesta fue que no estaba poniendo fe ni voluntad de mi parte y por eso no funcionaba”.
Confía en tu terapeuta sin caer en las pseudociencias
Tanto Marcos como Marta y Daniel perdieron la confianza en sus terapeutas. Elena no confió nunca en el de su madre. Todos piensan que, al final, el único resultado de la terapia fue que perdieron mucho dinero en ella.
Y es que antes de elegir psicólogo debemos recordar que confiar en él es esencial. “El terapeuta no juzga, sino que acepta”, advierte Carlos Sanz. “Si surge la desconfianza debido a información difusa o bien el paciente se siente presionado, la terapia puede convertirse en una carga o en una dependencia del profesional. Estos problemas hay que resolverlos prioritariamente, ya que en caso contrario se produce el abandono de la terapia y el consiguiente fracaso de la intervención”.
Además, Noelia Vargas recuerda que es esencial que nos sintamos seguros. “Dado que una buena evaluación y análisis es clave para establecer un plan de tratamiento eficaz, si no hay esta confianza y muchos aspectos se omiten en sesión no se podrá establecer un buen plan de acción”.
Pero ojo, que confiemos en nuestro psicólogo no quiere decir que nos unamos a él como si de una secta de las pseudociencias se tratase. Marcos nos cuenta que el psicoanalista de su ex pareja intentó convencerla para que se introdujese en el psicoanálisis, ya no como paciente, sino practicándolo. Esta, sin duda, es otra red flag del tamaño de un estadio de fútbol. Esto es algo impropio de un psicólogo, aunque puede hacernos desconfiar.
Pero que haya psicólogos que recurran asiduamente a las pseudociencias no quiere decir que esta sea una profesión corrompida. La mayoría de psicólogos son grandísimos profesionales, simplemente hay que saber reconocerlos. Porque si damos con el psicólogo adecuado, posiblemente acudir a esa persona se sitúe en el top 10 de las mejores decisiones de nuestra vida.