El fin de año o Año Nuevo es una de las fiestas más curiosas del calendario. No se celebra en la misma fecha para todas las culturas, pero, sí simboliza lo mismo para la mayoría de ellas. Lo que hace que el último día del ciclo cronológico, esté dedicado a más o meno ideas parecidas. Desde el repaso de lo sucedido los meses anteriores, hasta los grandes planes para comenzar de nuevo. Lo cierto es que se trata del final de una etapa y el comienzo de otra, con todo lo alegórico que puede conllevar esa idea, no importa el lugar el que se celebre.

El cine no es indiferente a ese punto de vista. Por lo que durante buena parte de su historia, ha convertido la última noche del año, en un elemento esencial al contar relatos entrañables. Ya sea de grandes reencuentros, amores imposibles que terminan por disfrutar de unas horas de pasión, hasta viajes en el tiempo promisorios. Nada falta en la forma en que Hollywood ha imaginado la Nochevieja. Tampoco, la forma en que esa percepción de una clausura y un comienzo afortunado, brindó algunas de las mejores escenas al mundo cinematográfico.

Te dejamos cinco películas con giros que transcurren en Nochevieja o durante el primer día de enero. De un milagro que liberó a una mujer de una condena eterna a un baile que cerró un pacto doloroso entre dos amantes. Nada falta en este trayecto a través de la forma en que el séptimo arte alza su copa para celebrar el fin de un año.

El secreto de Adaline

La historia, que es a la vez un drama romántico y la recreación, en clave de condena, sobre la posibilidad de la vida eterna, comienza y acaba en Nochevieja. Adaline (Blake Lively) luchó toda una noche para llegar a la vida, por la que fue el primer bebé nacido en San Francisco en el Año Nuevo de 1908. Se trata de un punto de partida que llevará al personaje a un recorrido extraordinario por el sentido de la vida, el amor y por supuesto, el tiempo. 

Años más tarde y después de un grave accidente automovilístico, Adaline deja de envejecer. Pero lo que parece ser un prodigio, termina por convertirse en una pesadilla, al comprender que el mundo cambia a su alrededor, mientras ella permanece igual. Gradualmente, el sentido de todo lo que aprecia cambiará y se hará una prueba a su capacidad para profundizar en lo que ama, como único elemento seguro en una vida muy larga. Además, la forma en que el amor, puede ser una reflexión acerca de la identidad del ser humano, al desaparecer cualquier otro límite.

Finalmente, el ciclo para Adaline parece cerrarse cuando casi medio siglo después y a punto de celebrar su cumpleaños y también, Nochevieja, comienza a envejecer. Lo que la libera de la soledad de una eternidad que jamás pidió y que se había convertido en una condena. La cinta de Lee Toland Krieger, no termina como un mensaje precisamente alentador. Sí, con la certeza, que el final del año, es un símbolo de esperanza. Incluso de un final (cualquiera que ese sea) para un gran sufrimiento. 

El diario de Bridget Jones

Nadie lo pone en duda: la cinta de Sharon Maguire, basada en el libro del mismo nombre de Helen Fielding, no envejeció del todo bien. Pero a pesar de las críticas de los mensajes al subtexto acerca de las presiones estéticas que debe sufrir una mujer, hay algo más. Bridget (Renee Zellweger), podría decir que el amor llegó a su vida durante el Año Nuevo. Después de todo, su primer encuentro con Darcy (Colin Firth) ocurrió en una fiesta de Nocheviejas y su gran reconciliación, en la misma fecha, un año después. 

El argumento usa de manera ingeniosa el transcurrir de los meses, para narrar la evolución de Bridget. No solo en el amor — no olvidemos que esto es una comedia romántica — sino, también, para marcar el paso de la evolución espiritual del personaje. No se trata de una epifanía, sino una lenta toma de conciencia acerca de su vida y todo lo que espera por ella en el futuro. 

Lo que incluye, un romance con el hombre menos pensado en el momento en que más lo necesita. Para su gran escena final — que claro está, transcurre en Nochevieja — Bridget y Darcy descubren lo que parecer ser el secreto del amor adulto. Que no es otro, que comenzar una nueva página de un diario, juntos, con todo un nuevo año por delante. 

Snowpiercer

En esta lista no podía faltar una parábola sobre la destrucción y el fin de los tiempos, asociada al final del año. El director surcoreano Bong Joon-ho, analiza en Snowpiercer no solo el temor a la destrucción definitiva. También, la lucha de clases y las desigualdades sociales. Todo, en el escenario de un tren que trata de escapar del apocalipsis climático con los escasos — y acaudalados sobrevivientes a bordo. 

Entre los vagones que recorren el mundo en una celebración interminable de Año Nuevo, también se encuentran los supervivientes de menos recursos. Todos, luchando por lograr mantener la vida entre las migajas de la abundancia decadente de los poderosos. El mensaje cultural y político es obvio. Mucho más, el simbólico. El fin de los tiempos, es a la vez la posibilidad de un nuevo renacer. Pero, para que algo semejante ocurra, el tránsito hacia el día siguiente — o el Año Nuevo, con todas sus preguntas — debe ocurrir. 

Claro está, la moraleja de la cinta se hace más dolorosa a medida que es evidente que la tragedia aguarda a los viajeros. Sin embargo, un punto queda claro en medio de la posible catástrofe. El renacer de escasos supervivientes será el equivalente a un nuevo ciclo, con todas las posibilidades y peligros, que eso conlleva. 

El apartamento

En 1960, el director Billy Wilder dirigió la que se considera una de las comedias románticas — con tintes de drama — más hermosas del cine. Que, además, incluye toda una oda bien intencionada acerca de los nuevos comienzos y la posibilidad cierta del amor. El apartamento, no solo es una obra que celebra lo mejor del género del romance con algunos tintes agrios. Al mismo tiempo, es una cinta de Año Nuevo que celebra la esperanza como principal poder en cada acción a futuro. 

C.C. Baxter (Jack Lemmon) está profundamente enamorado de Fran Kubelik (Shirley MacLaine). Esta última es la amante del jefe de Baxter, Mr Sheldrake (Fred MacMurray). La relación es una especie de puente infranqueable que el personaje de Lemmon debe cruzar, aun a costa de sus prejuicios morales e incluso, temores. Pero al final, se trata del amor, como insiste el personaje en voz alta. Y con esa convicción, los riesgos que se toman para mantener vivo el sentimiento más profundo de todos. 

Y es bajo esa premisa que la cinta alcanza su mejor momento en víspera de Nochevieja, cuando Fran descubre que es lo que desea en realidad. No solo para su vida, sino para su porvenir. La gran escena del argumento, la muestra corriendo por las calles, con una botella de Champán entre las manos y convencida, que Baxter es el hombre que ama. Un final, que no lo es tanto, que concluye una larga serie de desencuentros. 

El hilo invisible

La película de Paul Thomas Anderson, se considera una de las grandes cintas de los últimos años. Y también tiene una escena central en durante la celebración de Año Nuevo, que le brinda su sentido de amenaza agridulce. Uno de los elementos más recordados de este relato acerca del poder, la influencia, la obsesión y el amor tortuoso. 

El diseñador de moda Reynolds Woodcock (Daniel Day-Lewis) necesita que su vida sea perfecta. Pero además, que todo a su alrededor, sean escenarios de esa necesidad de control pulcro que ejerce sobre sus vestidos y trabajadores. Con el romance, no podía ser de otra manera. 

La gran escena emotiva de la película — o todo lo que puede serlo en esta narración lúgubre — transcurre en Nochevieja. Durante la secuencia, Alma (Vicky Krieps), objeto del deseo de Woodcock, baila con el diseñador en una sala vacía. Fuera el año acaba, dentro se crea un vínculo entre ambos. Una conclusión sutil a un relato cargado de simbolismo y oscuridad, que deslumbra por su belleza.

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