La serie Griselda, de Netflix, es un recorrido por varios relatos a la vez. Por un lado, la vida y peores delitos de la protagonista titular, conocida como la mujer más peligrosa de Colombia entre las décadas de 1970 y 1980. Al otro, la forma en que Medellín y la ciudad norteamericana de Miami, se convirtieron en centros de distribución y escenario de interés del cine organizado. Entre ambas cosas, el argumento muestra el lado oscuro del poder, sin perder de vista la forma en que Griselda Blanco (interpretada por Sofía Vergara) es un símbolo del lado oscuro de la ambición moderna. El resultado es una mezcla entre una premisa violenta y también, la exploración cultural de la codicia de una época. 

Por supuesto, no es la primera vez que semejante combinación da como resultado estupendas películas con un trasfondo ambiguo e incómodo. En 1967, Arthur Penn dirigió Bonnie y Clyde y la convirtió en una mirada más o menos retorcida acerca de Norteamérica y sus ideales de triunfo. La cinta se convirtió en un éxito y cimentó las bases de un subgénero, que se hizo más popular con el correr del tiempo. De fábulas moralistas a narraciones que exploran las tinieblas morales de delincuentes y criminales de todos los tipos. La curiosidad de Hollywood por el lado oscuro del comportamiento humano, le ha brindado varias de sus películas más reconocidas y maduras.

Te dejamos cinco películas si este género es tu favorito o solo sí, disfrutaste de Griselda y deseas encontrar más contenido semejante. De un asesino en busca de la redención a un criminal violento cuya historia es una reflexión acerca de la ética y el miedo. La selección abarca de la ficción a historias reales. Todas, desde un punto de vista novedoso y bien construido. 

El asesino

David Fincher volvió a ocupar un lugar detrás de las cámaras, para llevar al cine una visión retorcida acerca del sentido del propósito. La adaptación del cómic Le Tueur del escritor Matz y el artista Luc Jacamon es fría, elegante y tensa. El resultado es una disección cuidadosa y visualmente pulcra, acerca de la mente de un criminal, que dedica toda su energía y voluntad a ser el mejor en su macabra ocupación. Pero que también, es capaz de reflexionar filosóficamente acerca del tiempo, la vida y la muerte. 

Pero esta es una cinta de criminales y Fincher dedica una buena cantidad de tiempo y esfuerzos, a mostrar el mundo de un francotirador mercenario. Michael Fassbender es la figura anónima que se pasea entre ciudades tratando de ser invisible. Eso, mientras evalúa los métodos para asesinar y cuál es el más idóneo para mostrar su talento. 

La cinta, con un tono sobrio y lento, no es tan violenta o sangrienta como los fanáticos de Fincher podrían suponer. Aun así, es una muestra de cómo el director profundiza en el mal contemporáneo y la perspectiva nihilista de su personaje. Lo que convierte a la película en una rara reflexión acerca del deseo. 

El estrangulador de Boston

El director Matt Ruskin tomó la historia real del asesino que asoló la ciudad de Boston y la convirtió en un thriller sobrio que medita acerca de la violencia. No solo la física que esgrime el criminal contra sus víctimas, sino la de la cultura, que ignoró indicios evidentes acerca de un delincuente serial. Mucho más, uno que operaba en una zona específica e incluso, con un método evidente. Eso, a pesar de que la periodista Loretta McLaughlin (Keira Knightley), dedicó años de investigación y esfuerzo para encontrar al culpable. 

La cinta muestra la lucha de la escritora por demostrar su teoría de un único asesino, que atacaba a mujeres de todas las edades en el área de la ciudad. A la vez, la forma en que la violencia y la crueldad de los asesinatos, se volvieron un punto de debate para la policía, investigadores y forenses. Poco a poco, Loretta logró no solo reunir los suficientes indicios, sino mostrar las debilidades de la actuación de las autoridades.

Entre ambas cosas, el argumento deja claro que la agresión y la crueldad, pueden volverse males sociales, al ser ignorados o en el peor de los casos, normalizados. Para su duro final, la cinta muestra el trayecto por obtener justicia. Lo que no se alcanzó de manera total. 

El precio del poder

Esta obra temprana de Brian De Palma, que cuenta con un jovencísimo Al Pacino, es una exploración cuidadosa acerca de la codicia convertida en medio criminal. Lo que comienza como la historia de un delincuente de poca monta, se transforma con rapidez en un recorrido hacia la oscuridad moral. Tony Montana (Pacino), se volverá no solo un narcotraficante temido que sacudirá al submundo criminal estadounidense. Al mismo tiempo, demostrará la corrupción del poder político y legal en sus más duros extremos. 

La película, un clásico del cine que profundiza en el mundo criminal, a la vez, es un recorrido a través del lado oscuro y más siniestro, del llamado Sueño norteamericano. Tony alcanzará un tipo de riqueza con la que únicamente había soñado, pero a costa de ser perseguido y después convertido en un monstruo. El director extrapoló la historia del criminal que acaba por ser vencido por sus propias armas, para crear un escenario decadente y retorcido. 

Para su tramo final, Tony será la víctima de la caída de su imperio. Pero mucho más, la demostración fidedigna de un tipo de avaricia que roza la depravación. El lado más inquietante y mejor logrado de la cinta. 

Zodiac

Es evidente que el director David Fincher siente predilección por los relatos que rodean a los asesinos. Y en el caso de la película Zodiac, esa obsesión por historias retorcidas que desafían toda explicación inmediata, es más evidente que nunca. Basada en el libro homónimo de Robert Graysmith, se trata de una travesía a través del miedo cultural y la paranoia colectiva. El argumento cuenta los esfuerzos de la policía de San Francisco, por descubrir la identidad del asesino que medraba en los alrededores de la bahía a finales de la década de 1960 y comienzos de la siguiente. 

La trama, explora los esfuerzos de la policía, periodistas y forenses, por descubrir la identidad del criminal o en el peor de los casos, detenerlo. En específico, cuando este se volvió más violento y osado. Convertido en una especie de mito infame, el desconocido enviaba cartas a funcionarios y redacciones de periódico. Las misivas contenían mensajes encriptados que desafiaron a los expertos por años. La mayoría aún sigue sin resolverse.

De la misma manera que el caso en que se basa, la cinta tiene un final ambiguo. El asesino, que fue bautizado como Zodiaco, desapareció de la misma manera abrupta en que apareció. Lo que deja claro que la ley no siempre alcanza al culpable y que cuando lo hace, quizás sea muy tarde para que haya verdadera justicia. 

La casa de Jack

Siniestra, sangrienta y depravada, la versión del danés Lars von Trier de un asesino en serie, quizás es una de las más realistas del cine. También, la que vincula, con mayor elegancia e inteligencia, la violencia con la cultura y el contexto que rodea al criminal. 

El resultado es una película que cuenta la historia acerca de un asesino, pero que a la vez, analiza las transformaciones del país en que nació. Poco a poco, Jack — encarnado por un Matt Dillon muy lejos de sus papeles habituales — descubre que matar es una de feroz individualidad y vanidad. O al menos, es su percepción sobre el creciente número de muertes a su alrededor. 

El director recorre un arduo camino hacia el centro mismo de lo que hace a un asesino serlo. En otras palabras: la personalidad maniaca y agresiva que se aleja de cualquier orden social y legal. Para su traumático final, la película cumplió su cometido. Escandalizar y al mismo tiempo, elaborar una idea complicada acerca de las pulsiones contemporáneas sobre el deseo y el odio. 

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