El asesino (The Killer) es el regreso triunfal de David Fincher a la dirección tres años después de su oscarizado último filme, Mank, estrenado durante 2020. Desde entonces, el laureado cineasta había estrenado un par de cortometrajes, pero empezaba a echarse en falta una nueva película. Para su retorno, el estadounidense ha escogido una novela gráfica del artista Alexis Nolent. Y como protagonista de su thriller ha elegido al alemán Michael Fassbender.
Con estos dos ingredientes, el director se pone a jugar con lo que más le gusta en busca de un nuevo éxito en su carrera. La cinta se estrenará en cines seleccionados el 27 de octubre y posteriormente llegará a Netflix el 10 de noviembre.
Fincher cuenta en su haber con películas tan legendarias como Seven, El club de la lucha, Perdida o Alien 3. Además, también ha creado series de la talla de House of Cards y Midhunter. Para su regreso a la gran pantalla ha querido ir sobre seguro, asentándose en el terreno que mejor domina, el suspense. El asesino es la historia de un hombre frío, calculador y solitario. Metódico e implacable, un día se ve envuelto en una situación que nunca habría esperado.
El asesino
David Fincher se sumerge en la retorcida y calculadora mente de un asesino sin escrúpulos en su notable regreso al thriller. La película está lejos de sus grandes obras maestras, pero resulta una entretenidísima y oscura historia de venganza con un Michael Fassbender excelso desde la constante calma. Su arranque es de lo mejor que ha hecho nunca el director.
El protagonista, Christian, es un asesino a sueldo. Y la película comienza cuando está a punto de cumplir con un encargo. Tiene todo estudiado al milímetro, es imposible fallar. Pero, por caprichos del destino, erra el tiro. A partir de ahí, debe enfrentarse a sus contratantes en una persecución por todo el planeta con el fin de mantenerse a sí mismo y a sus seres queridos a salvo. Una clásica trama de venganza enriquecida por el carisma del maniático asesino.
El asesino, una historia de personaje
Porque si hay algo que Fincher quiere dejar claro desde el minuto cero es que todo en El asesino va a girar en torno a Christian. Lo que importa es su mundo interior, que le sirve como ancla para no perderse. Lo que pasa fuera es sencillamente el motor que le pone en movimiento. La voz en off es constante para expresar al espectador los pensamientos y los mantras que se repite incesantemente. El ejercicio de contención de Fassbender es fundamental para que este enfoque resulte tan bien como lo hace.
El cineasta propone una partida llena de adrenalina en la que lo único que debe permanecer inalterable es la psicología de su protagonista. Ese es el cimiento sobre el que se erige El asesino. Todo se cuenta desde la mirada de este misterioso psicópata que guarda en su interior una violencia bruta absolutamente letal. Tanto le interesa a la cinta diseccionar el alma —si es que tiene alguna— de este cíborg de carne y hueso, que ni siquiera le hace falta detallar en exceso el universo en el que vive. Y esa es una de las diferencias de la película con respecto a otras de temática similar.
En contraste con mundos tan ricos como, por ejemplo, el de John Wick, Fincher apenas traza un par de pinceladas sobre el terreno de juego en el que se desenvuelve El asesino. El director le da la vuelta a un género sobreexplotado para ocultarnos lo que hay fuera y enseñarnos el estado de lo que hay dentro. Sí, rápidamente se intuyen figuras de mercenarios y jefes de algún tipo de mafia o sindicato de asesinos. Pero no es necesario nada más. El último elemento del que se sirve para lograrlo es la propia cámara, que sigue inexorable los pasos de Fassbender. Pase lo que pase, va con él como su asfixiante e inseparable compañera de viaje.
Principio totémico
Hay que reseñar que, si El asesino tiene un punto especialmente fuerte, ese es su arranque. Los primeros 15 minutos son una absoluta barbaridad. Y no ocurre en ellos un solo diálogo. Un largo y profundo monólogo sobre el buen hacer del asesino es lo único que separa a Christian y al espectador del vacío del silencio. En muchas ocasiones el recurso de una narración extradiegética queda demasiado cutre por sobreexponer lo evidente. Pero Fincher, maestro del género, se vale de ella con precisión quirúrgica para dotar a cada plano y cada movimiento de su actor de un significado mucho más grande.
Las palabras de Fassbender resuenan con potencia mientras monta y desmonta sus armas, se cambia de disfraz y se esconde entre las sombras de un piso turístico. Bastan apenas un par de frases para sumergirnos de lleno en la acción de El asesino. A partir de ahí la película ya no suelta. Es un inicio impecable, a la altura de las mejores escenas que Fincher ha rodado nunca. Serviría incluso como hipnótico cortometraje independiente. En definitiva, una de las secuencias del año.
Es cierto, sin embargo, que lo que sigue a esa premisa tan bárbara es una película de nivel muy estándar. Sobrepasado su prólogo, El asesino es una cinta más sobre venganza. Sí que cuenta con un par de escenas particularmente interesantes, como un encuentro con Tilda Swinton y otro dentro de una oficina (no desvelaremos más para evitar spoilers). Pero en ningún momento llega siquiera a rozar la excelencia inicial. En cualquier caso, aunque peca de reiterativa en su estructura narrativa y su desarrollo es totalmente predecible, se deja ver con agrado, pues resulta francamente entretenida.
Al ritmo de un reloj
De eso tiene la "culpa" el buen ritmo que Fincher le imprime. Donde la mayoría de artistas fracasan en este tipo de películas, él triunfa con una suficiencia insultante. No se excede ni en el contenido dramático de El asesino ni en la acción desmesurada. Todo se sostiene en un equilibrio que parece sencillo, pero es en realidad muy difícil de conseguir. El tono es siempre el mismo, ya sea en una conversación de negocios o en una pelea a muerte. El director sabe perfectamente lo que se hace.
El filme se mueve de una manera tan constante como las manecillas de un reloj suizo. Sin adelantarse, sin detenerse. Fincher impone su infalible metrónomo para marcar el compás entre escena y escena en un baile perfectamente coreografiado. Unido a un montaje invisible, pero soberbio, y a un diseño de sonido demencialmente bien conseguido, logra el efecto de que el espectador no pueda perderse en el metraje ni se salga de la historia. Además, El asesino dura apenas dos horas (118 minutos), por lo que tampoco se hace larga ni pesada.
El asesino es, en esencia, una buena película de suspense sobre vendettas. Más allá de su prodigioso acto inaugural, no tiene nada que la haga especial, sin embargo, tampoco falla en ningún aspecto. Entretiene sobremanera. Y engancha gracias a un gélido Fassbender al que el papel le sienta como anillo al dedo y al prodigio de uno de los mejores directores de últimos 40 años. Avanza sola en todo momento y, al acabar, deja un buen sabor de boca. No es una obra colosal como las del Fincher más en forma, pero sin duda es un experimento abiertamente disfrutable.