Según la película El estrangulador de Boston, disponible en Disney+ a partir del 17 de marzo, a la periodista Loretta McLaughlin (Keira Knightley) le llevó siete días darse cuenta de algo que la policía ignoró durante meses. Las similitudes entre los asesinatos de tres ancianas en la ciudad de Boston. La cámara sigue al personaje — basado en la figura real homónima — a través de una investigación cada vez más amplia.

Primero, informal, en la mesa del escritorio de la redacción del periódico Record American en el cual trabaja. Después, mucho más profunda, consultando a policías, psiquiatras y vecinos de las víctimas para recabar información. En una semana, la redactora ató cabos y acabó por demostrar que los crímenes habían sido cometidos por el mismo hombre.

El director y guionista Matt Ruskin deja claro que Loretta es una mujer tenaz al presentar su trabajo como una combinación entre determinación y atención al detalle. Algo de lo que carecen las autoridades de la ciudad. De hecho, parte de El estrangulador de Boston es una acusación directa: los crímenes cometidos por este asesino en serie pudieron ser evitados. Gradualmente, el argumento muestra cómo la periodista trabaja sobre indicios incompletos y pruebas descartadas e incluso ignoradas. Todo mientras buena parte de los funcionarios de uniforme desprecian su trabajo o, en el peor de los casos, le impiden realizarlo.

El estrangulador de Boston

El estrangulador de Boston, de Matt Ruskin, profundiza en la investigación sobre uno de los asesinos seriales más crueles de la historia norteamericana desde el punto de vista de Loretta McLaughlin. La periodista fue la primera en relacionar los crímenes entre sí, algo que el guion se esfuerza por destacar y detalla en una cuidosa reconstrucción de los sucesos. No obstante, la película se queda corta en su necesidad de narrar todo lo que propone. Desde el machismo en el periodismo, hasta la incapacidad de los funcionarios policiales a cargo del caso.

Puntuación: 3.5 de 5.

El estrangulador de Boston, las omisiones mortales en una época de discriminación

El estrangulador de Boston, que reconstruye los asesinatos acaecidos en Boston entre el 14 de junio de 1962 y el 4 de enero de 1964, es precisa. Con una consciente similitud a la manera de narrar de David Fincher — en especial, en su obra El Zodiaco — el director se hace preguntas pertinentes. En concreto, cuántos de los errores de investigadores, fiscales y policías de a pie provocaron la muerte de alguna de las trece víctimas.

También aborda la manera en que el prejuicio construyó una barrera contra Loretta, que la escritora debió enfrentar para demostrar el resultado de sus investigaciones. Como mujer en medio de una época conservadora, la periodista tuvo verdaderos inconvenientes para continuar su trabajo. Un elemento que después permitiría evaluar sus logros desde una perspectiva concreta. Su valor en medio de un ambiente hostil que obstaculizó todos sus esfuerzos.

El estrangulador de Boston explora las graves implicaciones de esas circunstancias. El personaje, interpretado por Keira Knightley, debe soportar burlas, insultos y presiones. Al mismo tiempo, que su cuidadosa reconstrucción de las escenas de los crímenes y el contexto que las rodeó fuera desdeñada. La trama hace énfasis en cómo Loretta, junto a la también periodista Jean Cole (Carrie Coon), se esforzó por ser escuchada. A pesar de que el caso no dejaba dudas de que todo era más complicado que unos simples homicidios al azar.

La responsabilidad del poder para evitar un crimen atroz

El estrangulador de Boston
Keira Knightley como Loretta McLaughlin en El estrangulador de Boston. © 2022 20th Century Studios. All Rights Reserved.

Al relato le favorece no tratar de excusar o ensalzar a sus personajes. El director dota a El estrangulador de Boston de un aire de crónica cuidadosa. Algo que consigue con un apartado visual que pone especial énfasis en la recreación histórica y construye espacios que simbolizan el trabajo periodístico. Los pasillos y corredores de la redacción se hacen más angostos y oscuros a medida que la investigación se entorpece, mientras la iluminación otorga un tono doloroso a las escenas domésticas.

Lo que más sorprende de El estrangulador de Boston es la forma en que el guion consigue avanzar en dos hilos narrativos en paralelo. Por un lado, el de Loretta como personaje, tratando de conciliar su estado marital con la importancia de la labor periodística que realiza. Por otro, el impacto social y cultural de los crímenes, cada vez más brutales e impredecibles.

Para su segunda hora, la película profundiza en varios puntos de vista acerca de un mismo análisis del mal cultural. Desde el asesino despiadado, hasta los oficiales que hacen más dura su captura. La crueldad está en todas partes. Una idea que la narración aborda alejándose de los clichés del género de investigaciones y policíaco.

La justicia, la gran ganadora en El estrangulador de Boston

Si un elemento falla en la cinta de Matt Ruskin es su capacidad para ser más que la reconstrucción de un caso relevante. Las insinuaciones sobre el machismo en el mundo de periodismo y las acusaciones de parcialidad e incapacidad policial se quedan a medias.

Mucho más aún, cuando se hace evidente que El estrangulador de Boston basa su efectividad en la denuncia sutil. Ya sea por el exceso de ambiciones o porque el guion se desvía con más frecuencia de la necesaria de su escenario central, la historia parece incompleta.

Con todo, tiene un argumento lo suficientemente sólido. Loretta, en medio de presiones familiares, políticas y culturales, avanza hasta demostrar los detalles de un caso brutal que descubrió a fuerza de capacidad de deducción y método. A su paso, dejó en evidencia a la policía de su ciudad y a los periodistas que la rodeaban.

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Para el final de El estrangulador de Boston — levemente anticlimático en su necesidad de parecer puntual —, el mensaje está claro. La investigadora es — y en la vida real fue — una heroína anónima. Una capaz de luchar contra un campo minado de obstáculos morales y judiciales hasta hacer justicia. Al menos, lo más parecido a lo que obtendrán las víctimas y sus familiares en medio de una circunstancia brutal y temible. 

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